«La brecha salarial se soluciona con líderes que crean en ello»
Allen Blue es el fundador de LinkedIn, la empresa que ha cambiado la manera de buscar trabajo. Hablamos con él sobre cómo equilibrar la balanza entre hombres y mujeres.
Allen Blue tiene perfil de LinkedIn, aunque no es probable que quien quiera ficharlo le tire los tejos a través de la red social que cofundó en 2003 y de la que es vicepresidente. En Silicon Valley existe toda una mitología respecto a los ordinales. Se suele contar, por ejemplo, que Marissa Meyer, actual capitana de Yahoo, fue la empleada número 21 en Google y que el número 4 de Apple, Bill Fernández, todavía iba al instituto cuando se incorporó. Blue puede disputarse el codiciado 1 con su socio y cofundador, Reid Hoffman. Se conocieron en 1997 y hablaron de «cómo cambiar el mundo». Por concretar un poco más, fundaron en 2003 LinkedIn, la red social para encontrar empleo que va ya por los 450 millones de usuarios y cambió la manera en la que se busca trabajo y se contrata personal. Blue estuvo en Madrid participando en el South Summit, un encuentro con inversores y creadores de empresas emergentes. No es fácil sacarlo de su discurso corporativo, pero Blue es la viva imagen del emprendedor idealista. Si se le dice, por ejemplo:
—Este ha sido un año excitante [en referencia a la esperada adquisición de LinkedIn por parte de Microsoft].
Él contesta:
—Uno de muchos años excitantes.
Su perfil es la prueba de que las vidas laborales de ahora son gatunas: caben siete o más reencarnaciones. En la Universidad de Stanford estudió Arte Dramático y Diseño de Escenografías y, tras graduarse, trabajó montando escenarios en varios teatros de San Francisco. Aunque en realidad llevaba programando e inventando videojuegos de multijugador desde que era un niño. Por eso empezó a hacer páginas web en los 90 y estuvo implicado en la creación de una de las primeras redes sociales, SocialNet. Y recomienda a los usuarios de LinkedIn que si tienen habilidades e intereses que parecen divergentes, como los suyos, los exhiban con orgullo en sus perfiles. «Desde luego, si a una empresa le preocupa su cultura laboral y formar un equipo que trabaje de manera conjunta y efectiva, si le preocupa contratar gente que esté alineada con su misión, es mucho más fácil encontrar a la persona adecuada si cuenta con esa información. Y al usuario también se lo pone mucho más fácil. Si tú cuentas que contribuyes con una ONG determinada o que te interesa devolver cosas al mundo de una manera concreta, tienes que buscar empresas que apoyen esto. El trabajo es mucho más que una nómina. Puede ser una fuente de objetivos, o todo lo contrario».
Se ha dicho que LinkedIn resulta especialmente útil para las mujeres, puesto que teóricamente pone el networking al alcance de cualquiera que tenga Wi-fi y lo saca de los círculos de influencia en los que tradicionalmente se han ejercido las relaciones tácticas, lugares como los campos de golf o las tribunas de los estadios. Blue también defiende que su criatura contribuyó a hacer el mercado laboral un poco más igualitario. «Hace unos años, si eras un profesional, contabas con un número muy limitado de herramientas para encontrar un trabajo satisfactorio (un anuncio en el periódico y poco más). LinkedIn te da visibilidad e información y una manera para alcanzar a las personas que te interesan. Anteriormente, esto estaba reservado a quienes tenían una poderosa red de contactos, algo que sobre todo se lograba tras años de experiencia en la industria… y las personas con mucha experiencia eran hombres. Ahora esto es posible para todo el mundo», defiende Blue.
Aun así, la brecha salarial de género sigue siendo del 19%, según la Oficina Europea de Estadística (Eurostat). Y la industria tecnológica, supuestamente adelantada, no está en absoluto al margen. El 93% de las inversiones en capital de riesgo de los últimos seis años fue para proyectos liderados por hombres, y las mujeres suman solo un 6% de los socios con derecho a voto en las empresas que financian las aventuras tecnológicas, según Fortune. Recientemente, uno de esos inversores y emprendedores, John Greathouse, propuso en una columna en The Wall Street Journal una solución del tipo matar-al-perro (para acabar con la rabia) a ese problema: quitarse la foto y sustituir el nombre de pila por iniciales en los currículos de Internet. Es decir, esconder el sexo, por lo menos para la primera impresión. Blue no comulga con esa idea: «No daría ese consejo. En LinkedIn queremos que las mujeres se presenten como mejor les sirva a su profesión y no creemos que haya una serie de reglas especiales para ellas».
Tampoco cree, como se suele decir –a veces, descargando parte de la culpa de la desigualdad salarial en las propias mujeres–, que ellas negocien peor su sueldo. «Eso es cierto en algunos casos, pero no en mi experiencia personal. He trabajado con muchas que han sido tan expresivas a la hora de negociar su salario como cualquier hombre. La brecha salarial se debe a un conjunto de razones muy complejas y para corregirlas hay que aspirar al equilibrio. Hace falta que el líder crea en ello. En nuestra empresa, el encargado de diversidad, todo tipo de diversidad, no solo de género, reporta directamente al CEO. Si quieres cambiar algo muy complejo, la única manera de solucionarlo es tomártelo muy en serio».
En su primer encuentro con su socio, conectados por un amigo que sabía que se entenderían, apenas hablaron de negocios. Charlaron de la sociedad y de Filosofía –Hoffman, como muchos líderes tecnológicos, es licenciado en Filosofía–. «Reid es un individuo único y creativo. Es una suerte trabajar así. Habría hecho cualquier cosa con él», lo piropea. ¿Cambiará algo cuando sean parte de Microsoft? «Nuestros valores se complementan. Estaremos perfectamente alineados». Solo tendrá que hacer la actualización pertinente en su perfil.
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