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Filantropía, las mujeres son más generosas

El papel de la mujer en el mundo de la beneficencia gana peso. La clave no es solo cuánto donan, sino cómo: ellas se involucran a un nivel más personal.

Emma Thompson
Cordon Press

«Ellas son más generosas». Es la conclusión del estudio que publicó en 2012 el Centro de Filantropía de la Universidad de Indiana, dirigido por la doctora Debra Mesch, acerca del papel del género en el sector. El último informe sobre el tema, Women Give 2012, va más allá: son las mujeres mayores las que más donan, sobre todo las nacidas entre 1946 y 1964 –la llamada «generación del baby boom»–.

Cierto, «el estudio se centra en EE UU y en un sector concreto de la población», recalca Manel Panera, director del Instituto de Filantropía de Barcelona. «No debemos generalizar». Y aunque es verdad que muchas de las grandes fundaciones tienen a la cabeza (o detrás) a un hombre, la influencia de la mujer es cada vez mayor. También aquí. «En nuestro país hay más mujeres en este mundo que hombres», cuenta a esta revista Catalina Parra, socia fundadora de Philanthropic Intelligence. Los datos lo prueban: el perfil que más visita el portal Haces Falta, que pone en contacto a voluntarios con las ONG, es femenino. No es nuevo. Ellas siempre se han implicado más. «En España, ocho de cada diez voluntarios son mujeres», añade Panera.

En el ranking anual de filántropos de Forbes hay cada vez más nombres femeninos: desde políticas como Helen Clark y Christine Lagarde a celebridades con un poder de convocatoria incalculable como Oprah Winfrey y Angelina Jolie. En su última edición, dentro de un reportaje titulado Women Changing the World (Mujeres que están cambiando el mundo), dedica un artículo a las filántropas más poderosas del planeta.

Cuando se trata de buscar las causas de este fenómeno, la incorporación de la mujer al mundo laboral y el aumento de su poder adquisitivo encabezan la lista del informe de la doctora Mesch. Parra lo ve de otra manera. «En todo caso, ha sido un factor perjudicial». Al fin y al cabo, tienen menos tiempo. Lo que ha ocurrido es que la caridad tradicional, la que llevaban a cabo mujeres que no trabajaban fuera de casa y podían dedicarse a la beneficencia, ha muerto. Hoy es una profesión. «Y, en ese sentido, es un campo en el que trabajan muchas más mujeres que en otros», afirma Parra.

Judith Rodin, presidenta de la Fundación Rockefeller, dejó su punto de vista claro cuando dijo: «Lo mejor que podemos hacer es dar rienda suelta al poder de la mitad de la población del planeta». ¿Estamos ante un movimiento feminista? Para Margot Franssen, copresidenta de Women Moving Millions, sí. «La recaudación de fondos es el nuevo feminismo», afirma.

Y es que no solo de cifras hablan los informes. «Las motivaciones y el patrón difieren según el sexo», explica la doctora Mesch. «Empatizan más». El ejemplo recurrente: Natalia Vodianova. Madre de tres hijos y pobre en su niñez, tiene una fundación –Naked Heart– que se dedica a construir patios infantiles en Rusia. Pero no hace falta irse tan lejos. Rosalía Mera, la ex de Amancio Ortega y una de las mujeres más ricas de España, creó en 1986 la Fundación Paideia, que ayuda a personas discapacitadas (su hijo Marcos había nacido con una parálisis cerebral unos años antes).

Hablando con Sondra Shaw-Hardy, autora de La mujer y la filantropía (Jossey-Bass), no puede evitar mencionar la entrevista que Forbes le hizo a Warren Buffett, nombre acomodado en las listas de benefactores más generosos –con casi 31.000 millones de dólares donados, se lo ha ganado–. «Le preguntaron si habría dado su fortuna a la Fundación Gates si Melinda no estuviera involucrada, y contestó: “Es una buena pregunta. Y la respuesta es que no estoy seguro”». La razón que el magnate dio es la visión holística de Melinda. «Él es listo como el demonio. Pero cuando se trata de ver el plano general, ella es más inteligente».

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