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¿Debería prohibirse la falda del uniforme escolar para «adaptarse a los nuevos tiempos»?

Un colegio concertado de monjas ha enviado una circular para anunciar que a partir del curso próximo se eliminará la falda del uniforme escolar femenino. Para el centro se trata de una “innovación”.

La infanta Sofía y la princesa Leonor llegando al colegio en 2015.
La infanta Sofía y la princesa Leonor llegando al colegio en 2015.Carlos Alvarez (Getty Images)
Anna Pacheco

Está escrito hasta en la Biblia. “Una mujer no llevará ropas masculinas y un hombre no se pondrá ropas de mujer, quien actúa de esta manera es una abominación para Yavé, tu Dios” (Deuteronomio 22, 5). La diferencia sexual a través de la indumentaria es algo que nos llega desde la Antigüedad. Aunque las ropas consideradas ‘masculinas’ y ‘femeninas’ no se han mantenido siempre fijas, sino que han evolucionado a lo largo de los años y buena parte de lo que hoy consideramos femenino era originalmente masculino. Por ejemplo, los hombres egipcios, griegos, romanos y aztecas llevaban túnicas, togas y faldas. Mientras que ahora las faldas, a menos que seas Miguel Bosé, Kanye West o un escocés, se considera una prenda eminentemente femenina.

Un colegio concertado de monjas ha enviado una circular a madres y padres de alumnos antes de empezar las vacaciones: el comunicado explica que a partir del curso próximo se eliminará la falda del uniforme escolar femenino del colegio Pureza de María de Sant Cugat. El cambio afecta a todos los centros de esta congregación y se da un margen de tres años para adaptarse al nuevo uniforme que consistirá en unos pantalones color camel para niños y niñas. El centro escolar justifica la medida apelando a la necesidad de adaptarse a los “nuevos tiempos”. Eliminar la falda en las niñas se trata, para el centro, de una “innovación”.

“No estoy en contra del pantalón, estoy en contra de que se prohíba la falda. Creo que se debería dar la posibilidad de elegir. Incluso si un niño quiere ir con falda”, explica por conversación telefónica una madre del centro de dos niñas de 7 y 10 años. La libertad de elección entre falda y pantalón es una medida que ya ha sido legislada en otros lugares de España, como en Galicia, donde el partido En Marea impulsó una normativa para prohibir la obligatoriedad de la falda en los uniformes escolares. Esta medida fue aprobada por unanimidad. Sin embargo, la reforma de este colegio sienta un precedente cuanto menos inusual en España.

La uniformización de los chicos y chicas a un solo uniforme, considerado ‘neutro’, es algo relativamente reciente y que, sobre todo, se ha planteado en algunos colegios de Inglaterra. ¿Pero qué es el uniforme neutro?

Un apunte sobre los criterios de neutralidad

Schoolgirls Walking to Class
SolStock (Getty Images)

“Un uniforme neutro siempre es un pantalón de unos determinados colores: nada de rosa, fucsia o violeta. Eso refuerza la idea de que lo masculino es la medida del ser humano y lo demás son variaciones respecto a ello. Lo que se asocia con lo masculino puede ser neutro, pero lo que se asocia con lo femenino nunca puede serlo”, explica Layla Martínez, editora y traductora en el sello Antipersona. Es decir: se considera más ‘válido’ que todas llevemos pantalones y no que todos llevemos faldas, teniendo en cuenta que las faldas también las vistieron durante siglos los hombres.

En esa misma línea, en el libro Historia Política del Pantalón de Christine Bard, se apunta a que esta prenda es el marcador sexo/género más importante de la historia occidental de los últimos siglos. Con la Revolución Industrial, “el pantalón se erige como emblema de la virilidad. Participa en la ‘gran renuncia’ de los hombres de negro a la fiesta de colores y de las formas. Reservado a los hombres, prohibido a las mujeres, el pantalón permite establecer un inquietante paralelismo con la esfera política”.

“Tradicionalmente ‘el que lleva los pantalones’ es el que manda o tiene el poder y desgraciadamente esta connotación aún está presente en nuestro inconsciente colectivo, aún nos cuesta liberarnos de estas distinciones de género totalmente arbitrarias. La falda es una prenda muy codificada y con un significado simbólico muy potente”, explica Nuria Aragonés Riu, docente en historia del arte en la UB y especialista en iconografía del espectáculo y de la indumentaria de los XVIII a XX. La pregunta es por qué asimilarse con la prenda que ostenta el poder en las sociedades típicamente capitalistas y patriarcales y no dotar a la falda, por ejemplo, u otras indumentarias típicamente femeninas de un nuevo significado político, por ejemplo, desexualizándolas. Sobre todo si de lo que se trata es de aspirar a otros mundos posibles.

Eliminar la exclusividad del uso de la falda a las niñas es evidente que ayuda a combatir la discriminación de género. Sin embargo, asumir que el pantalón es la única prenda que se adapta a los “nuevos tiempos” puede dar un mensaje equivocado y hacernos caer en una centralidad nuevamente masculina. ¿Qué implicaciones tiene la falda? ¿Solo el pantalón se adapta a la modernidad? ¿O, al menos, a la “modernidad” a la que refiere este colegio? Por otro lado, el centro también limita los pantalones cortos a los estudiantes de primaria. Por lo que establece el pantalón largo como la prenda unisex del joven-adulto.Nuevamente nos lleva también a pensar por qué el pantalón corto sigue siendo un tabú en los hombres, fenómeno que se extiende hasta la edad adulta, sobre todo, en el ámbito de la oficina. Muchos hombres adultos se sienten infantilizados si visten pantalón corto y esto tiene que ver con esa percepción de mayor vulnerabilidad o fragilidad. Se trata también de una cuestión de poder.

Esto nos lleva a pensar en otra disyuntiva de nuestro tiempo en pleno auge del movimiento feminista. ¿Queremos ser directivas o queremos que nadie más mande, o mande de otra manera, como afirma Naiara Puertas a propósito de Al menos tienes trabajo en La Marea? O transformado: ¿Realmente queremos alienarnos y militarizarnos, aún más, a la moda única del pantalón largo, o somos capaces de imaginar otros futuros?

“El traje gris es un símbolo de la existencia unidimensional que lleva todo individuo en una tecnocracia. El sistema de educación se usa para adoctrinar a los estudiantes, que aprenderán a aceptar el papel que les corresponde”, sugiere una cita del académico americano Charles Reich a propósito de los uniformes escolares en el ensayo ‘Rebelarse Vende’. Para él, la educación solo quiere crear “niños preprogramado”, por lo que la uniformización del pantalón podría leerse también desde esa perspectiva: la de detentar un tipo concreto de poder que podríamos cuestionar si realmente es al que aspiramos.

La madre de las dos niñas del centro cuenta que entre buena parte los padres y madres se muestran descontentos con la medida, algo que queda reflejado en una carta que el AMPA hizo llegar y en las que básicamente se incidía en que la decisión ya había sido tomada de forma unilateral por el centro y no había nada que hacer. Esta misma madre comenta que ella no tiene argumentos para explicar a su hija de siete años por qué se ha prohibido una prenda de vestir. “Su primera reacción fue preguntarme por qué siempre tenemos que salir perdiendo nosotras”, cuenta a S Moda.

“Es, por lo menos, sospechoso, que bajo premisas feministas que no caracterizan a su institución, las monjas cosechen un efecto colateral que sí que las caracteriza, esto es, que consigan ocultar el cuerpo femenino en un contexto de alumnado mixto que seguro que les genera ansiedad”, observa la escritora Aixa de la Cruz, autora del ensayo feminista ‘Cambiar de idea’.

Lo que cabe preguntarse aquí es, si bajo el pretexto de los “cambios sociales”, la reforma del uniforme no es sino otra forma velada de conservadurismo.

“Por un lado, si pienso mal, puedo pensar a que se quiere imponer una reforma puritana y en ese caso obviamente se está produciendo un control sobre nuestros cuerpos. Realmente para el patriarcado no hay nada más incómodo que el cuerpo de la mujer. Su gran lucha siempre ha sido controlarlo de alguna u otra manera”, argumenta a la activista y periodista experta en género Ana Bernal Triviño. Por otro lado, Bernal deja igualmente la puerta abierta a que exista realmente una voluntad real del centro por combatir la discriminación de género, una medida que puede ser especialmente positiva en situaciones de niños transgénero. En cualquier caso, ella también se postula a favor de dejar la libertad en manos de cada niño o niña para que pueda elegir la prenda con la que se sienta más cómodo, e incluso poder variar entre falda o pantalón a lo largo de la semana.

Para Layla Martínez, pese a que considera que asumir lo masculino como neutro refuerza los estereotipos de género, también cree que la medida puede ser efectiva a corto plazo. “Puede ayudar en situaciones como las de los niños y niñas trans. Lo realmente transgresor sería que se considerase género neutro a las faldas, pero esto parece bastante lejano en los colegios actuales, y más en uno católico. ¿Qué niño escogería la falda sin tener que enfrentarse a burlas, desprecios de los otros niños e incluso de su propia familia? 

“Al final siempre ponemos el foco en las faldas y en las niñas. Como formadora, para mí la modernidad en la educación va por otra línea totalmente distinta. Es un trabajo integral que afecta a todas las áreas como la representación de las mujeres en los libros de historia o los modelos que transmitimos”, subraya a S Moda la doctora en Historia Contemporánea María Castejón, que aboga por un modelo que apoye la coeducación. “Hay mucho más trabajo que hacer que centrarse en las faldas de las niñas”. Castejón también se muestra más partidaria de permitir la libre elección.

Para la la diputada Luca Chao, en cambio, del partido En Marea, “que un colegio de un paso más en la equiparación necesaria de los uniformes escolares es una noticia que no podemos más que celebrar. En Galicia ya en su momento dijimos que nos gustaría caminar en la dirección de un uniforme único”.

El hecho de que las niñas se suban la falda más centímetros de lo permitido ha sucedido siempre, pero el hecho de eliminarla tampoco evita que se siga sexualizando esta prenda. Basta revisar el concepto upskirt o jóvenes colegialas para comprender que existe una industria pornográfica, por ejemplo, que da rienda a todo esto, y cuya raíz es patriarcal. Posiblemente fiscalizar los centímetros de las faldas, o eliminarlas del imaginario escolar directamente, no es tan urgente “como educar a nuestras niñas y niños verdaderamente en igualdad”, recalca Castejón.

¿La falda limita siempre la capacidad de movimiento?

“La relación entre los sexos se ve comprometida durante la vida por esta disimetría en la forma de vestir desde los juegos infantiles (el miedo a la falda levantada)”, aporta el ensayo de Barth a propósito de la abertura de la prenda femenina. Evoca la facilidad al sexo femenino, su disponibilidad, su penetrabilidad. Sin embargo, aislandolo de este componente erótico, ¿podríamos mantener que realmente el pantalón es siempre más cómodo que la falda? Para algunas mujeres sí, pero para muchas otras no.

“La cuestión de la comodidad es socialmente construida. Las faldas pueden ser tan cómodas como los pantalones. De hecho, en muchas épocas históricas y en muchas culturas diferentes se han usado faldas largas y túnicas por ambos sexos, también para actividades exigentes físicamente, como el combate o la caza. Por supuesto, no lo son si tienes que estar pendiente de no adoptar determinadas posturas consideradas indecorosas o de que no se te vea la ropa interior, pero entonces estamos hablando de otra cosa, no de comodidad en sí misma”, explica Martínez. En la misma línea, es habitual escuchar en corrillos de amigas que en verano y con el calor, llevar falda o vestido resulta lo más cómodo.

“Cuando pienso en uniformes femeninos inmediatamente pienso en faldas de tubo y zapatos de tacón como los que visten por obligación muchas azafatas y resultan, en contraste con el atuendo masculino, discriminatorias. Pero, ¿significan las faldas plisadas de los uniformes lo mismo? Pensándolo, pienso que una niña puede moverse con esas faldas igual que un niño con pantalones, pero con el riesgo de enseñar más de lo debido, claro, lo que traslada el foco del asunto”, agrega De La Cruz.

¿Para cuándo los chicos con falda?

Miguel Bosé acudió al estreno de Godzilla escoltado con sus dos hijos, todos ellos vestidos con faldas largas. La historia es anecdótica pero da cuenta de una progresiva apertura en determinados ambientes a esta prenda. También se hicieron virales los chavales con faldas que reclamaban el uso de pantalón corto en su escuela de Inglaterra. O Kanye West con su falda Givenchy con pantalón debajo. Sin embargo, siguen siendo casos contados.

Miguel Mellinas, de 37 años, es el fundador de la marca de ropa unisex Jarapa Jarapa y reconoce que si no se ha puesto falda para salir a la calle es “por falta de valor”, no por falta de ganas. Por ahora, ha probado con vestidos largos estilo camisero y se plantea para esta edición del Festival Sónar atreverse, por fin, con una falda.

Cuando me lo he planteado ha sido por comodidad y por el calor. Alguna vez me he puesto falda, pero no para salir a la calle y me han parecido que eran muy cómodas y frescas. Los hombres no tenemos ese problema de abrir demasiado las piernas o portarnos de forma más recatada. No nos han educado así. Creo que si los hombres vistieramos faldas, estas no limitarían nuestra capacidad de movimiento como sí sucede con las mujeres”. Mellinas cree que la diferencia a nivel estética de los hombres está variando mucho, al menos, en ciertos ambientes. “Este año en el Primavera Sound la diferencia respecto a otros años era escandalosa. Había muchos chicos con croptops y vestidos”

Por su parte, Dani Cantó, de 37 años, comunicador y profesor en la Escuela de Diseño de Barcelona, experimenta una impresión parecida. “Debo ser honesto, por más que me haya planteado en numerosas ocasiones llevar falda, sólo la he llevado en ocasiones en que ésta formaba parte de un disfraz. Aún así no la he acompañado con una actitud femenina ni he buscado ‘feminizarme’ más allá de jugar con las posibilidades de sentirme otro, de experimentar, de llevar esa necesidad o esa voluntad a la práctica que, en otras ocasiones, no me habría atrevido”, explica. Para él, es una forma de explorar en un universo de prendas que se alejan de lo socialmente aceptado para el hombre. “Que quiera llevar vestidos, faldas u otras prendas, instrumentalizadas como femeninas, no quiere decir que quiera vestir o actuar de mujer, lo que querría es eliminar el tabú de la prenda, aumentar las posibilidades de juego, de combinación, de definición. Desexualizarla, pasar de un unisex masculino a un mundo en que las prendas sean ‘genderless’ y puedan ser vestidas indiferentemente de tu condición sexual. Vestir ‘como un hombre’ es tan aburrido”.

S Moda ha querido incorporar las declaraciones del colegio Pureza de María de Sant Cugat pero no ha recibido respuesta.

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