Natalie Portman contra Hollywood: «Viví un ambiente de terrorismo sexual con 13 años»
La intérprete desveló en la Marcha de las Mujeres los traumas que sufrió al conseguir la fama por su papel en Leon, el profesional.
Natalie Portman es uno de los rostros más visibles de la plataforma contra el acoso sexual y la discriminación Time’s Up. La semana pasada verbalizó ante Oprah el «Dylan, yo sí te creo» que ahora entona el gremio cinematográfico y también es la artífice del «Aquí van todos los hombres nominados» que entonó, y viralizó, en los Globos de Oro al presentar el premio a la mejor dirección. La actriz también se subió al escenario de la marcha de las mujeres celebrada en Los Ángeles el pasado sábado, junto a otras artistas como Viola Davis o Eva Longoria. Frente a la multitud decidió compartir sus experiencias traumáticas en la industria, especialmente en sus inicios, cuando rodó con 12 años Leon, el profesional y experimentó «terrorismo sexual» a los 13, poco después de su estreno.
La oscarizada actriz, que acudió a la marcha junto a la senadora demócrata Kamala Harris, contó que cuando se estrenó la cinta por fin pudo abrir la primera carta de un fan: «una fantasía sobre violarme» escrita por un hombre.«Había una cuenta atrás en una radio local hasta mi 18 cumpleaños –eufemísticamente, era la fecha en la que ya se podrían acostar conmigo porque sería legal. Los críticos hablaban de mis «pechos incipientes» en sus reseñas. Entendí, muy rápido, aunque tuviese 13 años, que sí quería expresarme por mí misma estaría poco segura y los hombres se verían con el derecho a discutir y cosificar mi cuerpo, pese a no estar cómoda con ello». La intérprete aseguró en el discurso que llego a modificar su comportamiento, rechazar papeles que incluyesen besos y enfatizó su lado «intelectual y serio». Portman denunció que tuvo que construir una reputación basada en una moral «mojigata, conservadora, nerd y seria» para poder sentir que su «cuerpo estaba a salvo» y que el gremio, en consecuencia, «la escucharía».
«Con 13 años el mensaje de nuestra cultura fue claro: sentí la necesidad de tapar mi cuerpo, inhibir mis emociones y mi trabajo para enviar el mensaje al mundo de que era alguien que merecía respeto y seguridad. La respuesta a esa forma de ser, desde pequeños comentarios sobre mi cuerpo a frases mucho más amenazadoras, sirvieron para controlar mi comportamiento en un clima de terrorismo sexual», sentenció.
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