Celia de Molina: “Había idealizado muchísimo el parto y el ‘shock’ traumático fue tremendo”
En ‘Cuarentena’, corto nominado al Goya, Celia de Molina habla de la cara b de la maternidad
A Celia de Molina (Linares, 41 años) siempre le gustó montar películas. “Cuando Natalia nació también llegó la cámara de vídeo a casa, ella era mi actriz, hacíamos un montó de vídeos increíbles”, recuerda refiriéndose a su hermana pequeña, la actriz Natalia de Molina, con la que nunca ha dejado de trabajar. Natalia actuó en El Antivlog, webserie creada por Celia en 2016 que ahora ha recuperado Filmin, y también participa en Cuarentena, cortometraje nominado al Goya y preludio del que será el primer largo de la autora, No es universal. “El Antivlog llegó demasiado pronto, no había conversaciones como las de ahora. Es una serie profundamente feminista que pone sobre la mesa, utilizando la parodia del sarcasmo, el absurdo de que las mujeres tengamos que estar perfectas, hablé de acoso... Antes del MeToo. Creo que ahora es más actual y tendría mejor acogida. En esa época yo decía: ‘Soy feminista’ y era como ‘Uff, feminista, estás loca”, rememora. De hecho, las críticas recibidas hicieron que se planteara tirar la toalla. “No me tomaban en serio, me machacaron. No se me dieron oportunidades, me decían: ‘¿Quién te crees que eres?’. Sufrí mucho. Si hubiera sido un tío me habrían dado una serie o un programa de magacín...”, lamenta. Pero De Molina, que se autodefine como “diguitriz” (directora, guionista y actriz), no se rindió y así nació Cuarentena, un cortometraje en el que una amiga le cuenta a otra en una cafetería, mientras engulle un cruasán, los detalles de su parto. Está basado en la experiencia de la creadora con su primer hijo.
“Hubo momentos en los que pensaba que iba a morir”, dice la protagonista (interpretada por Andrea Ros). ¿Sintió eso?
Sí, y con el tiempo me he dado cuenta de que en realidad mucho de lo que sufrí fue lo que se llama violencia obstétrica. Pero yo no sabía nada. Yo había idealizado muchísimo el parto, pensaba que iba a ser el mejor día de mi vida. Y el shock traumático fue tremendo, aunque en ese momento yo no sabía que lo estaba pasando. Me había preparado para un parto natural, quería sentir las contracciones... Y mi parto estuvo lleno de complicaciones.
¿Escribió la historia para no olvidarlo, para no edulcorarlo?
Quería contárselo a una amiga, poder decir que había sido engañada. Y utilicé la ficción. Es un relato en primera persona totalmente verídico. En los festivales se me acercan mujeres y me cuentan sus experiencias. Cada parto es un mundo.
Su protagonista dice que le da vergüenza decir lo que piensa por la presión social, reconocer que “fue un infierno”.
Es algo que se está rompiendo en los últimos años un poquito gracias a que hay muchas mujeres que están hablando de ello y a que hay divulgación. Es que piensas que eres tú, que estás mal.
¿Se juzga demasiado todo sobre la maternidad?
Sí, estamos muy solas. No lo cuentas, hay mucha frustración. Y cuando hablas de ello de repente se abre un tapón y salen mil experiencias. Un poco como ha pasado también con el acoso, que empiezas a hablar con chicas y te dicen que “nunca me ha pasado nada” y escarbas un poco y salen experiencias.
Su protagonista se siente mal por no poder llevar a cabo su parto soñado... ¿Pesa demasiado la culpabilidad?
Totalmente, de hecho esa rabia me llevó a este corto. Todo me lo había preparado, pero puede pasar que no puedas hacer lo que pensaste y no pasa nada, no eres peor madre, no es que no valgas... Puede salir de mil maneras. Pero la culpabilidad está ahí, porque te crees que depende de ti, te han enseñado que todo es algo tuyo... Recuerdo que el primer día que le di a mi hijo un biberón de leche artificial lloré por la culpabilidad, me sentía mal por no aguantar el dolor de dar el pecho por la presión social. Pensaba: “Soy una mierda, no valgo como madre”.
Cada vez se habla más en el audiovisual de esa cara b de la maternidad en general.
Se está hablando más, afortunadamente, porque nosotras estamos hablando más. Para mí hay dos cosas importantes. Una, que las cuotas funcionan, o sea, que si las mujeres estamos accediendo a poder dirigir nuestras propias películas es porque por ley se establecen cuotas. Si no, nunca entramos. Y dos, que a mí me decían: “Hablar de maternidad, ¡qué pesada!”. Pero ¿cómo no voy a hablar de esto? Si es algo que te atraviesa, te abre en canal, te cambia el cerebro... Perdona, ¿cuántas películas de narcotráfico hay?
Ahora prepara su primer largometraje, ‘No es universal’, que precisamente cuenta la historia de una cineasta que quiere hacer una serie sobre el posparto, Post Party, que nadie le financia porque “no es un tema universal”. ¿Cuáles lo son?
Lo que hemos aceptado como universal es hablar sobre los huevos de Manolo sobre la mesa, la relación de Manolo con las mujeres, la femme fatale, una historia de narcotráfico... Sin embargo, hablar sobre una madre dicen que no es universal... Hemos aceptado esa visión, tiene que ver con la historia, con el patriarcado y con la mirada masculina sobre el arte y sobre la mujer, que siempre ha sido objeto.
El largo también parte de su experiencia.
A través del humor, la comedia y el absurdo ironizo y hago una película en la que ridiculizo lo absurdo que es decir que no es universal el nacimiento cuando no hay nadie que no haya vivido un parto, aunque sea el suyo. Yo no hago humor de chistes. Mi humor está ligado a lo que me duele. Es mi manera de sobrevivir y de digerir las cosas. Hago un esperpento, es como un grito que se transforma en carcajada. Pero con la comedia hay mucho prejuicio, y si eres mujer, ya ni te cuento.
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