Vestidas para el show
Abrimos el armario que acompaña en los conciertos a cuatro de las cantantes con más actuaciones contratadas este verano en nuestro país. Y es que la ropa forma parte, más que nunca, del espectáculo.
Actúa, tras siete años de ausencia, en Collado Villalba, su pueblo. Hoy es una noche importante para Edurne. «La última vez vine mala, tenía fiebre, así que hoy quiero resarcirme». Para templar nervios, Edurne se rodea de su gente más próxima: sus padres y su estilista, Tray Styling. Tray, en realidad, se llama José y viene de Valencia. Su relación con Edurne fue un flechazo profesional: «Nos conocimos rodando un videoclip. Me enteré de que trabajaba de drag queen, fuimos a ver su espectáculo nocturno en un restaurante y me quedé enamorada de los trajes que hacía. El aludido confirma la anécdota y añade: «Me pidió que le dejara un vestido para un bolo en Canarias. ¡Se lo hice en una semana! Cuando lo recibió, me dijo: “Mira, me quiero casar contigo” (risas). Y hasta hoy». Comparten una complicidad asombrosa. «Edurne tiene imagen de niña dulce, y no necesita que la endulcen más. He intentado darle un poco más de agresividad. Que se le realzara el escote y la figura», nos cuenta él.
Estilo madrastra. «Le pedí a José, mi estilista, que me hiciera un vestuario rollo Maléfica, porque soy muy fan de Disney».
Javier Tomás Biosca
«Siempre me ha tocado ser buena chica. O como digo yo, una chica educada, pero yo he empezado mi carrera siendo más cañerita y es lo que de verdad me gusta», comenta ella. Sus deseos se han materializado en un puñado de corsés de cuero negro y rojo con faldas desmontables en los que se combina desde la cuerda de cortina a la tachuela. «Si tuviera algún artista en mente, sería Beyoncé, que saca looks espectaculares pero tampoco son exagerados», sentencia la cantante, quien, hoy por hoy, no se ve sin José. «Soy de las que se dejan aconsejar, y de hecho, me considero muy indecisa. Quiero ponérmelo todo, ¡pero no puedo!», asegura.
En el otro extremo. Merche a pesar de que acepta opiniones, siempre ha tenido claro lo que quiere: «La música, la letra y la imagen tienen que ir en consonancia». Como este verano reparte su tiempo entre el estudio de grabación, donde ultima su nuevo trabajo, y el fin de la gira de 80 conciertos por España, la pillamos a caballo de dos discos y de dos estilismos. «Cada álbum es para mí una nueva aventura: es una película y un estilo muy diferente. Al salir de las grabaciones, ya sabemos con qué estética lo vamos a defender. Me gusta estar rodeada de profesionales que me asesoren, pero la línea principal la marco yo. Mi último trabajo, por ejemplo, era muy italiano, muy años 50 y con la mente puesta en Sofia Loren. Ese es el look con el que me podéis ver este verano».
El cuero negro, los cristales de Swarovski y las tachuelas son los protagonistas de su gira. Con ellos, Edurne se ve más «cañera».
Javier Tomás Biosca
Muy lejos de la meseta, Soraya Arnelas es feliz en Ibiza. No solo porque es complicado no serlo en semejante paraíso, sino porque, además, cada lunes interpreta a un personaje diferente en las sesiones del Café Olé, en Space. Es su quinto año en la isla y, mientras desayuna con su novio Miguel Herrera, nos comenta: «Me encanta disfrazarme. No me importa ir muy extrema encima de un escenario. Aquí te conviertes en una niña que juega con ropa del baúl de los recuerdos. Las pestañas, los colores, este punto loco rompe con toda la seriedad de mi carrera». Soraya es la maestra de ceremonias de las fiestas temáticas en las que se homenajea a David Bowie (Flashback), a Madonna (Erótica) o, simplemente, la sensualidad asiática (Orient Strip). Canta, baila y da paso a estrellas invitadas como Dita Von Teese. Los diseños que luce están realizados por Jonathan Sánchez Rodríguez, quien, cuando trabaja como drag en Ibiza o París, responde al nombre de Arsénico. Él se encarga del vestuario de Soraya, pero también del de las gogós, los bailarines, los acróbatas y demás performers de la sala. «Me mandaron los estilismos por correo y yo los aprobé. Luego, cuando me probé las sedas japonesas de la noche Orient Strip, por ejemplo, flipé. Cuando no es mi propia gira, como en este caso, me gusta que me asesoren y aprender. Disfruto integrándome». A los organizadores de las sesiones también les encanta que se adapte. «Más que un concierto, es un espectáculo en la onda de Broadway. Tengo que conseguir que el público participe de la fantasía, que se involucren en la estética de cada noche». Es un reto, porque en Ibiza la competencia entre discotecas es feroz en todos los aspectos, y en el del estilismo, también.
Bernardo Doral
No sin mi corsé. Tanto Edurne como Soraya lucen corsés en sus espectáculos, pero ninguna de las dos tiene tantos en el armario como Innocence (Geraldine Larrosa): «Unos 15… de momento… Me encantan, ya sean futuristas o retro. Aunque Coco Chanel lo odiara, un corsé siempre te viste, se puede llevar con vaquero o sin él. Va bien para todo». Hay quien, de su niñez, recuerda el vestido de la primera comunión (normalmente con vergüenza), pero cuando una pasa su infancia en el cabaret en el que tu padre tenía un espectáculo de magia, como le ocurrió a Innocence, lo que se almacena en la memoria son los corsés: «Pasé mi vida entre cajas y, siendo una mujer con curvas, es una prenda que siempre me ha gustado, mucho antes de que Gaultier encontrara el de su abuela y lo relanzara en el cuerpo de Madonna». Esta fetichista prenda es de lo poco que queda de su look del pasado, de lo poco que ha conservado Abraham Gutiérrez cuando empezó a encargarse del estilismo de Innocence. «Hace un año que la conozco. Venía de un estilo gótico bastante marcado y hemos evolucionado hacia un look años 50 modernizado», cuenta Gutiérrez.
En su última gira, Un mundo de colores, calcula haber utilizado unos 50 cambios diferentes.
Javier Tomás Biosca
Madonna tiene la culpa. Desde que la puñetera de la Ciccone impuso la dictadura de la reinvención, la moda es un nuevo quebradero de cabeza para las artistas. Sus fans, el mercado y las casas de discos les piden, y casi les exigen, que cada vez que aparezcan en público sean otras personas o, por lo menos, vayan vestidas como tales. Edurne y Soraya saben mucho de eso. Ambas surgieron del concurso Operación triunfo, y muchos vieron una analogía entre el programa y un determinado tipo de ropa: si ellas hacían versiones de temas de otros artistas, también debían vestir con modelos de grandes firmas versionadas. A partir de ahí, las dos han tenido que luchar por quitarse tanto el sambenito musical como el estético. A pesar de ello, tal vez porque son de las pocas que sobrevivieron al despectivo calificativo de «triunfitas», las dos rubias más famosas que pasaron por el plató del concurso de Gestmusic lo recuerdan con cariño. «No me puedo quejar, había algunas que tuvieron peor suerte y, además, siempre podías opinar sobre lo que te ponías. ¡Tenía 19 años», dice la madrileña. La extremeña rememora aquellos días con una sonrisa: «Era la niña bonita de los estilistas, porque soy grandota y tengo curvas. Claro, eso daba problemas: me vestían como una chica y yo ya era una mujer. Cada jueves era una carrera para taparme, sobre todo el pecho, porque en aquella época tenía mucho. Alguna vez no lo consiguieron y se escapó…».
La televisión, de todas maneras, también es un buen banco de pruebas. No en el caso de Edurne, desde luego, quien suele vestir en el programa de televisión que copresenta junto con Xavi Rodríguez (Todo va bien, Cuatro) de manera radicalmente diferente (Sandro, Marciano Guess, Maya Hansen…) a lo que muestra en directo («¿Te imaginas que presentara el programa con corsé?»), pero sí es un buen test para Innocence y Merche. La gaditana nos cuenta: «Es un buen momento para saber si un vestido es cómodo o no, porque eso es lo más importante en una actuación. Si no lo es, ya sabes que nunca se subirá contigo a un escenario».
Geraldine Larrosa es fan de la «extravagancia elegante».
Fernando Aceves
Tal y como están las cosas cuesta, cada vez más, epatar. Hay artistas que han llevado el estilismo al escándalo, al paroxismo más estridente. La segunda década del siglo XXI se ha presentado en el mundo del pop con un ansia de teatralidad fundamentalista e hiperbólica, casi de Grand Guignol. De la galería actual de divas, hay consenso en considerar a Lady Gaga como la más atrevida o, por lo menos, la más popular (lo sentimos, Rita Ora y Nicki Minaj). Precisamente, Innocence, por ciertas similitudes musicales y su oxigenada cabellera, podría pasar por una Lady Gaga hispanofrancesa, aunque ella, que muestra un sorprendente conocimiento de la historia de la moda, lo niega: «Creo que soy más femenina: ponerme un planeta en la cabeza o ir vestida de filete de carne no es lo mío. Sin embargo, Lady Gaga lo lleva con mucha naturalidad, ¡chapeaux! Me inspira más el estilismo de Cher, que siempre ha sido extravagante pero, a la vez, elegante. Y ya no te digo en su última época, sino también en los años 70, cuando presentaba el programa de televisión con su marido (The Sonny and Cher Comedy Hour)». Tal vez el problema resida en los ojos del que la mira, no en el cuerpo que lo luce. Abraham es de la misma opinión: «Soy una esponja y me alimento por los ojos. Nunca me he puesto ninguna referencia. Todos bebemos de todos. Yo, por ejemplo, puedo ir desde la obra de Man Ray a Thierry Mugler. Pero no podría darte un nombre: ni Kylie, ni Madonna, ni Lady Gaga…». Los peculiares peinados escultóricos de Innocence, por ejemplo, responden tanto a la fascinación de ella por el filme Blade Runner (Ridley Scott, 1982) como a la pasión viajera del estilista, que se trajo unos tocados de unas vacaciones en Tailandia. ¿Lo más complicado? La base: «No sabes lo que me costó convencerla de que cambiara las plataformas por los stilettos de Christian Louboutin. Ahora no quiere otra cosa».
Durante la sesión de maquillaje para el lanzamiento de su tercer (y último) disco, This is Love.
Fernando Aceves
El zapato es el gran aliado. Para las artistas que deben pasar tanto tiempo de pie encima de un escenario, el calzado es fundamental. Merche también abraza el louboutinismo («Son mi perdición», confiesa) y Edurne es más de Mascaró: «Soy una fanática de sus tacones, porque te estilizan un montón y son muy cómodos, pero en esta gira pegan más las plataformas». El tacón alto es, probablemente, lo único que tengan en común estas cuatro cantantes: tornea la pierna y, aseguran que, si el zapato es bueno, no se sufre. Solucionada la base, cada una tiene sus pequeños trucos y/o clásicos para que nada las distraiga de darlo todo ante su público y, al tiempo, lucir espectaculares. A Edurne, por ejemplo, Stay le camufla en la parte trasera de los corsés bolsillitos para guardar la petaca del micro; Merche siempre lleva cinturones, por estrechos que sean, para transportar el adminículo de marras, todo un engorro para las cantantes; aunque tal vez la más sorprendente sea Soraya: «Tengo que rellenarme el corsé porque, después de tres operaciones de reducción de pecho, me queda un poquito grande. ¿Quieres que te diga lo que llevo dentro? ¡Calcetines y medias!». Y es que está lo que se ve, como la chaqueta Cavalli y las mallas con efecto mojado que no faltan en los shows de Merche («Son mis amuletos»)… y lo que no se ve, como la ropa interior de Soraya: «Siempre llevo lencería de color negro. Aunque no la enseñe me siento más sexy y más mujer. En el camerino pienso que eso es lo que desea el hombre. Me da mucha seguridad».
Los diseños que lleva en Ibiza son de Jonathan Sánchez, alias Arsénico. «En general, me dejo asesorar», cuenta.
Roberto Castaño
Un armario muy sufrido. «La fama cuesta», como nos recordaba la marcial profesora Lydia Grant deFama, pero más que pagarla, una la suda bajo el calor infernal de los focos («Aunque fuera en tanga pasaría calor», comenta José). Las giras de verano acaban con trajes destrozados, sin importar el estilo de música ni los números de bailes (más o menos) aeróbicos. Se machaca tanta ropa que intentar adivinar cuántos trajes se usan durante estos meses es misión imposible hasta para quienes los llevan. Edurne y Merche suelen hacer tres cambios por concierto: a la primera, con ocho trajes en el burro del camerino, José le va rehaciendo los modelos; Merche cree que por una gira como la de Unmundo de colores pueden haber pasado «unos 50 diseños», en los que no falta «la plata y el oro blanco. Este año, como se llevan los accesorios tan exagerados, está más de moda que nunca». Solo para la promo en México y un par de conciertos, Innocence ha facturado en la maleta ocho conjuntos. «Nunca entendí qué metían los artistas en esos enormes baúles hasta que me he dedicado a ello», comenta divertida cuando hablamos del mito del baúl de la Piquer.
Dicen que los camerinos son como un santuario, pero recuerdan más a un vestido de novia: siempre hay algo nuevo, algo viejo y algo regalado. En el caso de Edurne, su novio, el portero del Manchester United, David de Gea, le acaba de hacer llegar una flycase (la maleta en la que llevan sus micros e instrumentos más personales las cantantes) personalizada con su rostro. «Es la primera del mundo», nos cuenta su representante. A Merche le han obsequiado con algo más ponible: «Los Louis Vuitton me vuelven loca. Acaba de ser mi cumpleaños y mi familia me ha comprado uno con mis iniciales. Es un shopping bag personalizado por mí con un forro interior rosa fuerte. ¡Un capricho por mis 40 años!».
La extremeña se ha instalado este verano en Ibiza para protagonizar las sesiones Café Olé en la discoteca Space: «Me encanta tener que disfrazarme», declara.
Roberto Castaño
Seguro que, cuando se suban a un escenario, estarán impecables para sus fans, pero ¿qué dicen sus parejas? Pues no se meten, no sabemos muy bien si por la personalidad de las entrevistadas o por desconocimiento de sus santos. La de Merche, Arturo Requejo (ex Gran Hermano y ex consejero deMujeres, Hombres y Viceversa), «está a otras cosas, el pobrecito. Pero cuando le pregunto suele ser sincero… ¡Aunque pobre de él como diga que no estoy guapa! (risas)». La de Edurne, David de Gea, es todo bonhomía. «No le suelo consultar nada. Además, sé que su respuesta va a ser que le parece bien todo aquello con lo que me sienta cómoda. También es verdad que él, como va siempre con el traje oficial del equipo o el chándal, nunca tiene problemas para decidir qué se pone. Es que no lo veo con tachuelas… y con corsé menos todavía (risas)».
En Collado Villalba se acaba el concierto. El pueblo donde nació Edurne se ha reconciliado con su estrella local y ha cantado hasta desgañitarse todas sus canciones, las de su repertorio y las versiones de Amaral o su adorada Beyoncé. En cuanto se apaguen las luces, los vestidos y los accesorios, empezarán a prepararse para otra actuación, en otro lugar. Un ciclo eterno que solo acabará cuando suene la última nota del último concierto de la gira: cuando, por fin, pare la música.
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