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Juana Acosta, maternidad en positivo

La carrera y la imagen de la actriz colombiana Juana Acosta han mejorado progresivamente tras traer al mundo a su hija. ¿El secreto? Una buena logística y no perder de vista sus necesidades como mujer.

Juana Acosta

Su suegro, el actor argentino Héctor Alterio, le explicó que para aprender el acento español le contaba un cuento cada noche a sus hijos, Ernesto y Malena, ajustándose a la pronunciación. Juana Acosta, de origen colombiano, sigue hoy el mismo patrón con su hija Lola, de 7 años. Los mismos que hace que acudió a un foniatra para perfeccionar su castellano: «Cuando me quedé embarazada por fin vi que tenía nueve meses por delante para dedicarme por entero a ello. No quería quedarme para siempre con los papeles típicos que dan a las latinoamericanas: chicas metidas en drogas, prostitutas… Están muy bien y he aprendido mucho de ellos, pero quería avanzar y hacer personajes españoles. Y también me preparé mi videobook y mi web. Fue una época que me ayudó a centrarme y a saber cómo quería que se viera mi trabajo tanto en España como en el extranjero».

La actriz tiene claro que hubo un antes y un después del nacimiento de su primogénita. «Ser madre me dio otro peso, otra seguridad. Mis amigos actores también decían que notaban otra dimensión en mi trabajo. Coincidió que entraba en la década de los 30, en la que ganas en sabiduría y en hondura. Por otro lado tomé más conciencia de mi cuerpo. Engordé 25 kilos, así que tenía que adelgazarlos y, para ello, incorporé el ejercicio y la buena alimentación a mi vida. Eso me ha proporcionado un bienestar físico y mental que me hace verme mejor ahora, con 36, que cuando tenía 20 años. Quiero sentirme fuerte, sana. Me parece que como madre es importantísimo dar ese ejemplo y poder estar preparada para reaccionar ante lo que te venga». En los últimos años a Juana se le ha subido el sexy y los medios ya han comenzado a hacerse eco de ello, en especial, en sus paseíllos por la alfombra roja: «Hay mucho sex appeal en las mujeres que han sido madres. Pero también las hay que lo tienen sin haber dado a luz. Además hay una presión extrema hacia nosotras con este tema y eso es muy peligroso, porque creo que no todas hemos nacido para vivir esta experiencia. Tenemos que ser libres para decidir, y tan válido y respetable es querer tener descendencia como no desearlo». 

Vestido de tul con bordado damasco de Givenchy by Riccardo Tisci.

Pablo Zamora

En su caso, siempre supo que algún día sería madre: «Lo tenía claro. Y también quería que fuera con alguien de quien estuviera enamorada. Que lo planeáramos, que lo buscáramos. Y así fue. Sucedió. Pero si no hubiera pasado, quién sabe, igual me hubiera lanzado a tener un hijo sola. ¡Admiro tanto a las madres que deciden sacar a sus hijos adelante solas! ¡Y se lo ponen tan complicado!». El Gobierno estudia excluirlas, a ellas y a las parejas lesbianas, de la reproducción asistida. ¿Qué le parece? «Una ofensa, algo que no corresponde a la evolución natural. Una decisión retrógrada y espantosa que desgraciadamente se está viendo reflejada en muchas otras cosas», comenta.

A la actriz no le gusta ser abanderada de nada –«yo, mis luchas y mi forma de pensar las pongo en práctica en mi intimidad, con mis amigos y mi familia»– pero hay algo ante lo que no cede: sus derechos como mujer. «Soy una apasionada de mi independencia y de mi trabajo. Al principio, cuando tuve a Lola, me dio vértigo perder mi libertad. Pero poco a poco nos hemos dado cuenta de que ella ha llegado aquí para acompañarnos en nuestro viaje. A muchas mujeres les da miedo tener descendencia porque piensan que van a ver truncada su carrera profesional, pero no es así. A los hijos hay que integrarlos en la vida que tienes, adaptarlos a ella. Y si te organizas bien hay tiempo para todo: para desarrollarse a todos los niveles. Hay quien elige también dedicar todo el tiempo a sus hijos. Pero precisamente esa es la diferencia respecto a lo que podían hacer nuestras madres: pueden elegir. Lo importante es tener claro dónde está la madre y dónde la mujer». 

Vestido de tul bordado con lentejuelas de Zuhair Murad.

Pablo Zamora

Juana, la actriz, no para de trabajar: «Mi marido y yo hemos desarrollado una logística que nos permite seguir con nuestras carreras profesionales. Hay una condición: si rodamos fuera de Madrid tenemos que buscar una casa que nos permita vivir a los tres, tanto si vamos de visita como si decidimos pasar una temporada». Así, Juana ahora está rodando entre Roma y Trento La dama velata, una miniserie ambientada en el siglo XIX en la que interpreta a la baronesa Anabelle Belmont. En breve se marchará a San Sebastián a preparar su papel de vasca en Santuario, del director Olivier Masset-Depasse, una historia sobre ETA. En enero arrancará una coproducción Colombia-España llamada Tiempo sin aire, junto a Carmelo Gómez. Y tiene pendientes de estreno Libertador, donde interpreta a Manuela Sanz, el último amor de Bolívar; El cartel de los sapos (película que representó a Colombia en los Oscar) y las francesas 11.6, de Philippe Godeau, y Dos noches, de Denys Arcand, el director de Las Invasiones bárbaras. «Me encanta Francia; estudié en el Liceo y les entiendo bien. No descartamos irnos a vivir un año. Todo artista sueña con pasar un tiempo en París».

Su cambio de imagen, mucho más sofisticado –que coincidió también con el nacimiento de su hija– viene motivado, en parte, por sus continuos viajes a la ciudad de la luz: «Voy bastante por trabajo. A veces me siento en un café y me puedo quedar una hora mirando a la gente pasar. ¡Todo el mundo tiene estilo! Y lo tienen desde la sencillez, desde la naturalidad. Me encantan los franceses. También estudié Bellas Artes y eso ha hecho que siempre sienta un interés por las texturas y los colores. Además, mi madre es anticuaria y desde pequeñita me ha inculcado el gusto por la estética, por la belleza, por lo hermoso. Ella tenía un taller de restauración y yo la acompañaba a decorar las casas. Es una experta colgando cuadros. ¡En Cali la gente la llamaba solo para eso! Y, claro, todo esto yo lo mamé». Ahora, en sus continuos viajes, compra revistas de moda y fotografía con el iPhone todo lo que le gustaría llevar. Después se lo enseña a su estilista y, entre los dos, deciden el look perfecto. «Mi hija me ve divina. Pero ella está en una etapa más dark. Ahora me pide que le compre ropa en la sección niños y odia maquillarse».

La actriz, que luce unas botas stretch de ante de Balmain, sostiene en brazos a Javier, de 8 meses.

Pablo Zamora

 Otra cosa es su marido, el actor Ernesto Alterio: «Él tiene un gusto innato. Siempre le ha atraído la moda, le divierte. Y tiene un punto extravagante que hasta a mí me sorprende. No se corta, es muy arriesgado». Este año celebrarán su décimo aniversario como pareja: «Cuando tienes un hijo cambia el equilibrio: de dos pasamos a ser tres. Y eso necesita un acoplamiento, lleva su tiempo. Además, el hijo ocupa tanto espacio, el amor que se siente por él es tan grande, que parece que la relación solo se sostuviera así. Por eso es tan importante preservar los momentos de dos, a solas».

¿Tener un hijo es, como dice el tópico, lo mejor que a uno puede pasarle en la vida? «Para mí, sí. Y en concreto, parir, la mejor experiencia. La más animal. Me conectó con mi esencia, con la madre tierra. Y la lactancia fue algo fundamental. Lo que me parece terrible es que una madre no dé de mamar porque su mayor preocupación sea que se le vayan a caer las tetas… ¿pues no está el pecho también para eso?».

Top y falda trenzados, cinturón de ante y botas stretch de ante, todo de Balmain.

Pablo Zamora

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