Carey Mulligan: «Me ha costado mucho quitarme la culpa por no estar siempre con mis hijos»
Quería ser actriz desde los seis años y fue la única de su clase que eligió la escuela de arte dramático en lugar de la universidad. Con ‘Una joven prometedora’, una comedia negra sobre la violencia sexual, pretende invitar al público a examinar su relación con estos temas.
Carey Mulligan (Londres, 1985) está escondida en el estudio de su esposo, Marcus Mumford (líder del grupo británico Mumford & Sons). Es el único sitio de la casa donde sus hijos, Evelyn Grace y Wilfred, de cinco y tres años respectivamente, no la pueden encontrar. La actriz de películas como Drive, Shame o El gran Gatsby, que se dio a conocer con An Education, está encantada con el freno que ha echado la pandemia a una vida llena de rodajes y de giras junto a su esposo (eran amigos de la infancia y reconectaron en el set de Inside Llewyn Davis). Pero hay momentos en los que necesita tomarse un respiro de la familia y su estudio casero de grabación es perfecto. Está insonorizado, así que puede hablar con libertad sobre su última película, la controvertida Una joven prometedora (que se estrenará el 12 de marzo en España), en la que se habla de la violencia sexual pero en clave de humor.
¿Por qué decidieron hacer una comedia negra sobre un tema tan serio?
Pensamos que era la forma más agradable de invitar al público, a cualquiera que vea Una joven prometedora, a examinar su relación con estos temas. Porque la película no puede estar más de actualidad, conectada con el movimiento #MeToo y contando historias muy cercanas a los supervivientes, pero en una clave más subversiva. Se trata de una película en la que piensas que estás ante una comedia romántica y que nada de lo que tiene lugar es realmente malo hasta que empiezas a verlo de forma retrospectiva.
¿Fue difícil mantener el tono?
La verdad es que logramos mantener una cierta ligereza hablando de un tema tan sombrío y delicado como este. Hay momentos que incluso te permiten reír en medio de la tensión que alberga la historia. Es como si aflojáramos la cuerda para tensarla de nuevo. Lo curioso es que en la cinta no hay malvados al uso, simplemente gente que te cruzas a diario, con los que quizá te criaste. Pero el tono en el set no pudo ser más amistoso, fue rodada en 23 días y con un presupuesto mínimo, y abundó el buen humor.
¿Cuánto cree que ha cambiado la industria, o la sociedad, empoderando a las mujeres?
Estamos viendo el cambio. Ya era hora. Pero tampoco hemos querido hacer una película didáctica. De hecho, no pretendo hablar por las víctimas de la violencia sexual. Haber interpretado a alguien que ha vivido este trauma no me da derecho a hablar por ellas.
Hay temas de los que puede hablar con más conocimiento, como el estar viviendo esta pandemia. ¿Cómo se manejan en casa?
Solos. En estos momentos no tenemos más ayuda que la de mi madre cuando puede venir. Es la que está ahora mismo con mis hijos. Pero tampoco necesitamos más. Somos de los afortunados, tenemos suficiente espacio, vivimos a las afueras de Londres y el tiempo no ha estado mal. De hecho, teniendo en cuenta que somos una familia nómada con las giras de Marc y mis rodajes, está siendo muy agradable contar con este momento de pausa para estar en casa. Vale, hubo que hacer un gran esfuerzo durante meses para entretener a la familia sin salir de casa: cocinar, hornear, organizar clases… cualquier cosa con tal de acabar con la monotonía. Pero, sinceramente, tengo grandes recuerdos de estos días de pandemia.
¿Cuál es su método para eliminar el estrés, para desconectar de todo, de la familia, del rodaje?
Cuando una tiene familia, cuando te esperan dos críos de tres y cinco años, no hay lugar para llevarse el personaje a casa. Simplemente te lo tienes que quitar de encima como sea porque no te van a tolerar que llegues llena de odio, deprimida o, simplemente, rara. Eso no es computable. Me ha costado un par de años quitarme de encima el sentimiento de culpa por no estar con mis hijos todo el tiempo. Pero yo creo que lo he conseguido y a estas alturas mi válvula de escape es un día de compras en Londres con mi mejor amiga. Nos conocemos desde que teníamos 14 años y hace poco hicimos todo lo que habíamos planeado durante el confinamiento: manicura, pasearnos por Liberty mirando un montón de vestidos que no nos compramos, disfrutando del día sin ningún sentimiento de responsabilidad ni de remordimiento. Con uno de esos días cada dos meses me conformo. Eso me recompone.
Entre sus próximos rodajes está Maestro, centrada en la vida del pianista, compositor y director Leonard Bernstein y donde interpretará a la actriz chilena Felicia Montealegre. ¿Cómo va su castellano?
El estudio de mi marido es también el lugar donde hago mis deberes de español. Empezaremos a rodar a mediados de este año y estoy encantada de trabajar con Bradley Cooper, que me parece un gran director. Pero ya he comenzado la preparación. Mi profesor es chileno y estoy intentando aprender todo el español que puedo además de bañarme en su cultura y en su vida. Es un papel con el que me siento muy honrada y estoy en contacto con sus hijos para conocer lo más posible de Felicia y de su relación con Bernstein.
¿Le atrae la posibilidad de dirigir algún día? En Una joven prometedora además de protagonista cuenta también con el título de productora ejecutiva.
No lo creo, aunque vaya usted a saber dónde estaré dentro de 10 o 15 años. Lo de dirigir nunca ha sido mi pasión. Quizá una obra de teatro, puede, pero no una película. Me sigue pareciendo un milagro haber hecho una carrera de lo que siempre soñé hacer. Desde que tenía seis años quería salir al escenario y contar historias. En ese sentido me siento a gusto interpretando. No tengo mayor interés en lo que ocurre a mis espaldas. Ni me preocupo en mirar al monitor. Solo me interesa interpretar mi papel.
Dice que no se lleva nada a casa de sus rodajes. ¿Ni tan siquiera algún recuerdo de vestuario?
La verdad es que, en esta ocasión, con el papel de Cassandra de Una joven prometedora, pasé de odiar las uñas postizas a pillarle el gusto a la manicura. Y lamenté quedarme sin las extensiones de pelo al final del rodaje. Además, me sorprendí comprando muchas más prendas rosas, cuando yo soy de las que se pasan el día vestidas de negro. Lo que sí me quedé del rodaje fue el disfraz de enfermera, con la peluca y todo. Para Halloween.
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