De pasear cabras a favorita para el Oscar 2021: el pedregoso camino hacia el éxito de Amanda Seyfried
La intérprete es la principal candidata a ganar la estatuilla a mejor actriz de reparto por su trabajo en Mank de David Fincher. Después de quince años en la industria y tras confesar que padecía una enfermedad mental, Seyfried disfruta de su mejor momento profesional.
Rodeada de grandes lagos, frondosos bosques y pintorescas colinas, a poco más de dos horas y media en coche al norte de Manhattan, se halla la región de los Catskills en Estados Unidos. Allí, donde miles de familias judías acudían a veranear durante la segunda mitad del siglo XX y a ser entretenidas por prometedores artistas durante las cenas de gala –como Broadway Danny Rose o La maravillosa Sra. Maisel se han encargado de reflejar después–, huyó también Amanda Seyfried. La actriz, conocida por películas como ¡Mamma Mia!, tomó la insólita decisión de irse de Los Ángeles en plena madurez profesional para instalarse en una granja rodeada de más de una veintena de animales. Sus agentes intentaron desanimarla, pero era inútil. El cuidado de cabras, gallinas, caballos, gatos, un burro y un perro llamado Finn con más de 80.000 seguidores en Instagram acaparan ahora el grueso de su agenda, además del tiempo junto a su marido –el también actor Thomas Sadoski (The Newsroom)– y sus dos hijas. “Es increíble lo realizada y exitosa que puedo sentirme sin tener que trabajar en una película de gran repercusión”, afirmaba la intérprete en una entrevista reciente. Ahora tendrá que comprobar qué se siente al estar en uno de los filmes más alabados del año.
Han tenido que pasar 15 años para que Hollywood se arrodille por primera vez ante Amanda Seyfried. Gracias a su papel de Marion Davies, la musa y amante del magnate William Randolph Hearst en Mank, la intérprete de 35 años ha conseguido alzarse como grandísima favorita para llevarse a casa el Oscar –y cualquier otro premio por el camino– a la mejor actriz de reparto del año. Según confirma la web especializada Golden Derby, que reúne y coteja miles de predicciones por parte de editores, críticos cinematográficos y usuarios, Seyfried dobla en las apuestas a la segunda en la lista, Olivia Colman (por The Father). “Maravillosa”, “increíble”, “es lo mejor de la película” o “se merece el Oscar” son algunas de las reseñas que medios como The Guardian o The Washington Post han publicado sobre el trabajo de la joven. La repercusión de su aparición en la película de Fincher sobre el origen y rodaje de Ciudadano Kane ha conseguido aunar su mejor momento profesional y personal, convirtiendo su historia en inspiración para todos aquellos que, como ella, conviven con una enfermedad mental.
Su confesión, en una entrevista de 2016 con la revista Allure, tuvo un gran impacto en la meca del cine. “Una enfermedad mental es algo que la gente categoriza de forma diferente a otras enfermedades, pero no creo que deba ser así. Deberían ser tomadas tan seriamente como el resto”, explicaba Seyfried, que desveló que padece un TOC (trastorno obsesivo compulsivo) desde los 19 años. Diagnosticado a causa de frecuentes episodios de ansiedad, desde entonces toma un antidepresivo para mantener a raya la enfermedad. El primer consejo de su publicista fue que ocultara su condición para no poner en peligro su prometedor futuro en la industria, pero, según manifestaría en Mr. Porter, esa no era una opción para ella. “Pensé, ‘¡Que le den!’. Quiero que los niños que están teniendo pensamientos extraños puedan compartirlos sin estigmas. Y si eso afecta a mi carrera, que así sea”. Su día a día actual, alejado del ajetreo de Hollywood, y la maternidad –este pasado septiembre dio luz a su segundo hijo–, la han ayudado a mejorar su estado de salud. “Un padre sano es un niño sano”, defiende.
Fue precisamente a los 19 años cuando también comenzó por todo lo alto su trayectoria cinematográfica. Lo hizo como parte de la comedia generacional Chicas malas, en la que daba vida a Karen, una de las tres populares estudiantes que se enfrentan al personaje interpretado por Lindsay Lohan. Pese a que su papel era secundario, de hacerse con el Oscar sería la primera del prometedor elenco (que incluía a otras como Rachel McAdams o Tina Fey) en levantar la estatuilla. Después se haría un hueco como protagonista de diferentes comedias románticas con aspiración de sobremesa como Cartas a Julieta y Querido John y en las taquilleras adaptaciones cinematográficas de los musicales ¡Mamma Mia! y Los miserables.
Aunque en los últimos tiempos ha apostado por un perfil bajo y muchos creían ya amortizada su fulgurante aparición, lo cierto es que pocas actrices han conseguido reunir un currículum más florido. Seyfried se ha puesto a las órdenes de directores tan respetados como Rodrigo García, Atom Egoyan, Andrew Niccol, David Lynch, Paul Schrader y, ahora, el mencionado Fincher. “Todos sabíamos que Amanda era luminiscente, todos sabíamos que era efervescente, todos sabíamos que era divertida”, dice sobre ella el realizador de Mank, que llenó de lágrimas los característicos ojos de la actriz cuando supo que el cineasta contaba con ella para su esperado proyecto. Otro ilustre, Quentin Tarantino, en un encuentro casual en la terminal de un aeropuerto, le dio el consejo que ha cambiado su vida: “Mantén tus expectativas bajas, y te sorprenderás gratamente”.
A pesar de que ahora pasa sus días “paseando cabras”, la estadounidense se mantiene pegada a la actualidad a través de las redes sociales, en las que ha demostrado su fuerte compromiso activista. Además de cargar en numerosas ocasiones contra el presidente Trump (lo calificó de “dictador delirante”), Seyfried también ha utilizado su popularidad en Hollywood –solo en Instagram tiene casi cinco millones de seguidores– para recaudar fondos y ejercer como altavoz de diferentes organizaciones benéficas o denunciar comportamientos sexistas fuera y dentro de una industria en la que, manifiesta, “no se ha sentido segura”. Así lo desgranó en The New York Times: “Me han puesto en situaciones muy difíciles. Tenía que pasearme sin ropa interior ni camiseta, contra mi voluntad, pero sentía que no tenía el poder para decir, ‘No, esto me hace sentir incómoda”.
A la espera de saber si las prometedoras expectativas sobre su futuro como dueña de la anhelada estatuilla dorada se cumplen finalmente, parece que su negativa a seguir las reglas y órdenes dadas –no compartas tu estado de salud, no te vayas a vivir fuera de Los Ángeles, no te mojes políticamente– se está demostrando como la opción correcta. Su discurso en lo más alto del Dolby Theatre, si es que la pandemia permite la celebración, promete ser de lo más inspirador.
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