Alaska: “Nunca he sufrido machismo porque he estado rodeada de maricones toda mi vida”
Fangoria cumple 30 años y para celebrarlo se avecina fiesta: el nuevo álbum ‘Extrapolaciones’ y, por supuesto, «patatas fritas antes que Moët Chandon».
«Antes, en el Madrid del 77, ibas con tu manta al Rastro a las seis de la mañana, te colocabas en cualquier parte con tus cosas y te comprabas unos churritos mientras esperabas a los clientes. Y luego pasaba un hombre y te cobraba». Así narra Alaska (Olvido Gara Jova; México, 1963) su primer encuentro con Nacho Canut y Carlos Berlanga. «Yo llevaba una camiseta de Kiss y ellos unas gafitas modernas. Solo con verles ya intuía que teníamos cosas de las que hablar, así que me acerqué al puestecito que habían montado y me interesé por un single de los Sweet (que yo ya tenía en casa, fue la excusa) y acto seguido les pregunté si querían montar un grupo.
Respondieron que sí. La verdad es que no sabíamos tocar, pero lo importante es que teníamos una pinta estupenda. A lo primero se aprende; lo segundo no». Han pasado 42 años y la cantante –que decidió su nombre artístico tras escuchar la canción Caroline Says II, de Lou Reed– y Canut, siguen siendo uña y carne: «Es, sin duda, el hombre más importante de mi vida. Hemos recorrido todo el camino juntos. Y biológicamente ya me encuentro en la tercera edad. Sí, hay que ser realista, lo tengo asumido: eso me sirve para saber que ya no estoy para perder el tiempo en tonterías», añade.
Desde hace 30 años, además de amigos, son Fangoria, y para celebrarlo, se han inspirado en el Pin-ups de David Bowie. Extrapolaciones (Warner) es un doble álbum con 30 canciones, 26 de ellas versiones, que cumplen con dos condiciones: ser de grupos españoles y haber sido editadas durante estas tres décadas. Entre ellas, Historias de amor, de OBK, o Llorando por ti, de Ku Minerva. Pero saldrá con un sencillo de factura propia, ¿De qué me culpas?, que (aviso a navegantes) es imposible borrar de la cabeza.
Según afirman, es la banda sonora que les «ha hecho sentir menos solos», debido a una sensación permanente de «no encajar», que conservan desde Kaka de Luxe. «A pesar de vender un millón de discos siempre nos hemos sentido ‘los raros’. Cuando empezamos nos decían que éramos unos niños de papá. Cuando formamos Fangoria, que, por supuesto, Dinarama era mejor… Por un lado ha servido para mantenernos con los pies en el suelo, pero por otro, te queda ese «soy lo peor», que no te deja ver lo realmente bueno. De todos modos, ahora somos conscientes de que todas esas opiniones venían de gente a la que le pagaban por hacer crítica cultural, pero que, en realidad, eran unas cotillas hijas de puta intentando hacer año. En la actualidad, no les paga nadie».
Las redes sociales son la nueva crítica. ¿Cómo lo lleva?
También pueden ser muy peligrosas porque un comentario dañino puede afectar de por vida. A mí no me gustaría para nada ser adolescente ahora. Bueno, ser adolescente ha sido una mierda siempre. Pero si encima te están diciendo todo el día lo fea o bonita que eres, debe de ser horroroso.
El acoso juvenil está a la orden del día. También a los jóvenes transexuales, que usted conoce tan bien.
Es difícil aconsejar en estos casos, pero yo a mis amigos les digo que no se sientan víctimas porque es precisamente lo que quiere el acosador. Sé que es difícil, pero también les hago ver que, salvando las distancias, casi todos hemos sufrido una discriminación, algo que nos paralizó. En mi caso fue una profesora de rítmica frustrada que un día me dijo: «Bájate de la paralela, gorda, porque nunca la vas a poder hacer». Y así fue: nunca la hice por su puta culpa. Hizo que el deporte me dejara de gustar. Aunque, por suerte, encontré el culturismo.
El pensador Antonio Escohotado, uno de sus referentes, opina que los jóvenes de hoy en día se miran demasiado el ombligo a través del móvil y que les cuesta cortar el cordón umbilical.
Lo del móvil es verdad. A mis 55 años puedo decir que, ahora sí, se ha producido un corte generacional. Y ese nuevo código viene marcado por las redes. En cuanto a madurar… Nacho y yo no maduramos hasta los 30 años, que fue cuando rompimos con nuestro mánager y empezamos de cero. Y en el plano personal, recuerdo que la primera vez que nos fuimos a vivir juntos (yo con 18 y él con 22), Nacho apareció con una sartén en una mano y un filete en la otra y dijo: «¿Y esto cómo se hace?». Así que imagínate. Para mí madurar tiene que ver con que te pasen cosas y salgas airoso de ellas. Y para eso no hay edad, te toca cuando te toca.
Lleva 42 años al lado de Canut y la mitad, con Mario Vaquerizo. ¿Es mujer de relaciones largas?
Sí, y además no las suelto hasta que están totalmente finiquitadas. Eso no es bueno porque cuando las cosas se acaban lo mejor es no exprimir. Pero no puedo evitarlo.
¿Tiene que ver algo el hecho de que su madre, América, siempre dice que no debería haberse separado de tu padre?
Me sorprendió cuando lo dijo porque ella era otra persona junto a papá. Como él era difícil, mi madre hacía lo posible para no crear problemas, no se la oía. Por eso nunca pensé que hubiera indicio de arrepentimiento. Al llegar a España la convirtió en una ama de casa y ella no había sido educada para vivir entre cuatro paredes. Por eso se separó. Pero un día me dijo: «Hija, todos los hombres son iguales. Y por lo menos a este ya lo conocía. No hay que buscar tanto». Aunque yo creo que eso no tenía vuelta atrás.
¿Cómo vivió usted la separación?
No la sufrí como se dice que la padecen los niños de divorciados. Mi padre se fue a un hotel en la Gran Vía y yo iba a verle. Después se trasladó a México. No es que hablara como si estuviera enfadado; es que era español, era más seco. Eso lo entendí después, pero de pequeña no lo sentía así. Pensé que su marcha me facilitaba la situación porque yo empezaba a salir.
¿Su madre era más permisiva con usted?
Una mujer separada y con hijos siempre piensa que puede ser juzgada por su exmarido. Sabía que no se le podía ir de las manos.
Aun así, ella le consiguió algún bolo.
Así es. Unos amigos suyos llevaban el pub gay Nerón e hicimos una gala con Kaka de Luxe. Mi madre se llevó a todas sus amigas del centro cubano con sus visones. Les debimos parecer marcianos. En aquella época, en los locales gais –yo me pasaba la vida en el Centauros–, lo que se llevaban eran las folclóricas, no nosotros. Aun así algunas amigas de mi madre, como las hermanas Benítez –que eran como las Supremes y triunfaron en los sesenta–, me animaban y decían: «Deja a la niña que vaya haciendo, ya verás». Sin embargo, otras, cuando se estrenó Pepi Luci y Bom, le preguntaron: «¿Cómo dejas que tu hija haga una película de arte y ensayo?»
Asegura que nunca ha sufrido machismo, ni en el ámbito profesional ni en el personal. ¿Eso es posible?
Yo he estado rodeada de maricones toda mi vida. El machismo no se limita solo a los heterosexuales, late culturalmente en toda la sociedad. Me he encontrado gente chunga, pero no misógina directamente. Y no voy a decir lo contrario para quedar de guay.
¿Cree que hay gente que lo dice «para quedar de guay»?
Pues no sé… yo he tenido la suerte de que no me pasara. Cuando he salido por la noche no he sentido peligro. ¿Cómo voy a sentirlo en el Black&White [club mítico de Chueca]? Si he ido alguna vez a una discoteca heterosexual lo he hecho rodeada de 33 maricones, 2 lesbianas y un transexual. Siempre he estado en un micromundo. Pero mira, sí, mi padre era un machista. Una vez mamá se puso unas pestañas y recuerdo que se las hizo quitar «inmediatamente». Pero eran los sesenta.
¿Le parece duro, tal y como está el patio, oír decir a una política: «Para ser mejor mujer no tengo que ser feminista»?
Hay que meterse en la cabeza de cada uno para saber por qué se dice algo. De todas maneras, hoy hay muy pocas cosas que se puedan decir sin que se monte un escándalo. Dura 24 horas, pero es un peñazo. Para mí el feminismo es igualdad de condiciones, de derechos y de oportunidades. Lo que no significa que hombres y mujeres, por fortuna, seamos iguales. Todo lo demás empieza a ser muy complicado. Ya soy bastante vieja: viví el feminismo de los sesenta en el que se quemaban sujetadores opresores, y luego vino Madonna con los pechos de pincho y era superguay.
Padre republicano y madre exiliada cubana. ¿Nunca le ha interesado meterse en política? Se lo han ofrecido, ¿verdad?
A mí no me han cambiado la vida ni Suárez, ni Carrillo ni Tierno Galván. Sin embargo, cuando murió Bowie, sí me afectó, me quedé como huérfana. La política no me define ni me determina. Se tiende demasiado a polarizar. Los frikis no tenemos partido que nos represente. Y sí, me ofrecieron un cargo político, pero no fue el de ministra. Algunos famosos creen que cuando se meten en un partido van a trabajar de verdad. Yo no soy tan ingenua.
Es una gran defensora de la fama al modo warholiano. Pero tiene sus inconvenientes. Se ha comentado, como ‘algo malo’, su amistad con Jiménez Losantos o Esperanza Aguirre.
A Esperanza la he visto dos veces. Fede es mi amigo y trabajo fenomenal con él. La vida es llevarse bien con gente que necesariamente no piensa como tú. En caso contrario, no podría hablar ni a mi madre, que se ha casado con un torero y lleva pieles. ¿Qué hago, la mato? Se me ha criticado hasta en La bola de cristal. Ahora se ensalza, pero animo a ir a las hemerotecas.
Hace unas semanas murió Lolo Rico, directora del programa.
Le estaré eternamente agradecida por haber pensado en mí. Hay que decir que Lolo no se sintió apoyada por la gente que supuestamente era afín a ella ideológicamente. Lolo dijo basta a la censura. Era valiosísima y le quitaron las ganas de seguir.
¿Nunca se le ha despertado el sentimiento maternal ni presentando un programa infantil?
No, jamás. Hubo una edad en la que me lo planteé, pero llegué a la conclusión de que no me tenía que autoconvencer. No quiero educar. Soy muy angustias y tendría miedo todo el rato.
Con el reality Mario y Alaska parece que sabemos de su vida más que ustedes mismos. Supongo que es mentira…
No me siento más expuesta en el reality que en Instagram. Mario y Alaska es un reality bien rodado y un stories, en la mayoría de los casos, es un reality mal rodado.
Como ferviente admiradora de la cultura pop, debo preguntarle por el fenómeno Rosalía.
Es una estrella y pocas veces se dan. No la defiendo musicalmente porque no lo necesita y porque es un género que a mí no me entra, pero solo con ver cómo mira y cómo pisa, ya me basta. Si yo actualmente tuviera 15 años y ella, un puesto en el Rastro, me acercaría para proponerle montar un grupo.
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