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Excedentes quemados y toneladas de basura: ¿deben los gobiernos regular cuánta ropa se produce?

El volumen de fabricación de prendas se multiplica mientras la demanda se frena. Algunos países ya han puesto en marcha leyes que afrontan el problema de la sobreporducción textil y fomentan su reciclaje.

La moda es una de las industrias más contaminantes. Los gobiernos se plantean si deben intervenir para hacerla realmente más sostenible.
La moda es una de las industrias más contaminantes. Los gobiernos se plantean si deben intervenir para hacerla realmente más sostenible.Getty

A Brune Poirson, secretaria de Estado de medio ambiente en Francia, la llaman coloquialmente “ministra de la moda”. Fue una de las artíficies del ‘Fashion pact’, el acuerdo que se realizó durante la última cumbre del G7 entre el presidente Macron, el magnate del lujo François Henry Pinault y varias decenas de marcas para avanzar hacia una moda más sostenible. El año pasado sacó adelante el “Proyecto de ley contra el gasto y por la economía circular”, que obliga a las marcas, del tipo que sean, a donar, reciclar o reutilizar los productos sobrantes. Ahora Poirson se encuentra en pleno proceso para implementar medidas efectivas que ayuden a las empresas a producir con el menor gasto químico posible.

“Cuando eres una mujer joven en el gobierno (o, en general, en la vida) y decides tratar un tema como la moda todo el mundo se te echa encima, pero creo que hay mucho por hacer en este sector y tenemos que hacerlo”, contaba Poirson en una entrevista en The New York Times.

Según datos del Parlamento Europeo, cada persona tira, de media, 11 kilos de ropa al año, y eso solo en el continente. Eso sin hablar de ciertas empresas textiles, que hace tiempo saltaron a los medios por sus prácticas (más comunes de lo que parece) de quemar el producto sobrante una vez finalizada la temporada. El volumen de producción se ha duplicado en los últimos diez años hasta superar los 100 billones de prendas, según Euromonitor y, por si fuera poco, la pandemia ha hecho que miles de empresas se queden con él en los almacenes. Así que no, afrontar las dinámicas de la moda y regularizarlas no es algo banal, más bien todo lo contrario.

Este último año ha conseguido que muchas grandes empresas del textil, ya sea por aclamación popular, por valores o incluso por puro pragmatismo, comiencen a implementar proyectos para reducir stock. Algunas han decidido aliarse con plataformas de venta de segunda mano, otras apuntarse al ‘upcycling’ (el reciclaje de materias primas o productos sobrantes) y una minoría, quizá la más sensata, reconducir su modelo de negocio para adaptarlo a la demanda real. Pero no es suficiente. Hace falta inversión en innovación tecnológica para poder separar materias primas (de otro modo, es imposible el reciclaje), para poder reutilizar de forma eficiente y, por encima de todo, hacen falta leyes que multen la sobreproducción.

En Reino Unido se plantean extender las leyes que regulan el uso del plástico a los materiales textiles. “Muchas compañías se están dando cuenta de que deben tener una huella ambiental más sostenible. Estamos tratando de asesorarles, pero si no funciona, introduciremos medidas legales”, explica Rebecca Pow secretaria de estado para políticas medioambientales en el país. En Estados Unidos, el gobierno de Trump declinó casi cualquier propuesta relacionada con el medio ambiente, pero algunos estados, como California o Nueva York, se plantean proyectos de ley para incentivar la tecnología textil y promover la circularidad de stock.

A falta de regulaciones a corto plazo, existen asociaciones y empresas que asesoran a terceros a la hora de implementar prácticas circulares. La más conocida es quizña la fundación Elle McCarthur; según su último estudio, solo el 8% de las empresas son o están preparadas para ser circulares, pero un 45% lo lograría a corto plazo si utilizara los mecanismos de producción y los materiales adecuados.

En España se dio a conocer el pasado verano el anteproyecto de la ley de residuos, que, como en Francia, prohíbe a las empresas la destrucción de excedentes no perecederos, entre ellos la ropa; sin embargo, no queda clara la cuestión del reciclaje y la producción eficiente aunque sea la primera piedra para acabar con la sobreproducción: solo las empresas que sepan y puedan permitirse fabricar prendas recicladas (normalmente más caras de confeccionar) no harán prendas nuevas. De ahí que aquí también vayan naciendo compañías que asesoran para una gestión eficaz del stock a las firmas pequeñas y medianas: “Las marcas de moda deben redefinir su estrategia si quieren satisfacer las necesidades de una nueva generación de consumidores conscientes que está más dispuesta a pagar por el uso que a poseer los bienes”, explica Pablo Candau, CEO de Clothify, una start up reciente que trabaja con empresas nacionales para dar una segunda vida a su stock a través del alquiler o la reventa. En un momento, además, en el que crece el negocio de la segunda mano mientras se reduce el consumismo en periodos de rebajas, repensar cómo y cuánta ropa se fabrica no solo ayuda enormemente a reducir la huella ambiental, también a reflotar empresas a medio plazo. Puede que invertir en circularidad sin elevar mucho los precios parezca de primeras una solución poco eficiente en términos económicos, pero es la única alternativa viable para lograr cierto equilibrio.

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