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El nuevo duende

Han nacido por bulerías, y desde que tienen uso de razón las seguiriyas y las soleás han formado parte de su día a día.

Flamencos
Pablo Zamora

Por tradición familiar o por generación espontánea, los protagonistas de este reportaje se han convertido en las grandes promesas de un género musical que premia la madurez. Ninguno llega a los 30, pero defienden a capa y espada su amor por este arte, al que desean aportar un estilo propio. El comienzo de Suma Flamenca de Madrid, del 7 al 30 de junio, da el pistoletazo de salida a los mejores festivales de flamenco en España, donde estos pequeños grandes genios desfilarán buscando su gran noche.

Enrique Morente hijo, cantaor. «Mi padre es mi  motivación para subirme a un escenario. También conlleva un peso y estoy dispuesto a asumirlo».

Tomatito hijo, guitarrista. «La elegancia depende del carácter que tengas tocando la guitarra».

Estaban destinados a ser amigos. Sus apellidos firman las páginas doradas del flamenco y ellos están dispuestos a perpetuar la saga. «Lo importante es seguir la tradición, aunque mis referentes van desde la música clásica al heavy», dice a sus 22 años Enrique, a quien todos llaman Kiki. En sus casas se han escuchado todo tipo de géneros: «Fado, rock, soul… me han educado para emocionarme con cualquier música. Les pongo a mis colegas la cantante italiana Mina y alucinan», continúa Enrique. «Mis antepasados siempre apostaron por la pureza, pero la música va evolucionando y nosotros tenemos que adaptarnos a los nuevos tiempos», cuenta José, el hijo de Tomatito, de 14 años. Tienen claros sus referentes de estilo: «Mi cuñado Javier Conde», dice Kiki. Para José: «Mi tío, El Niño Miguel, tiene la mejor planta».

Puede disfrutarse de su arte en el Parque de la Ciudadela de Barcelona el próximo 30 de junio. Karime lleva vestido de Alberta Ferretti. El Yiyo, abrigo de Etro y camisa de Viktor & Rolf.

Pablo Zamora

Karime Amaya, bailaora. «La primera bailaora que se puso un pantalón para bailar fue mi tía Carmen Amaya».

El Yiyo, bailaor. «Tengo ganas de ponerme un guante de Michael Jackson en uno de mis espectáculos».

Karime proviene de una estirpe de bailaoras y El Yiyo quiere sellar con su ‘zapateao’ su nombre. Ella lleva desde los 14 años intentando demostrar que no es solo un apellido, aunque lo lleva con orgullo. «Mi tía Carmen Amaya bailaba con chaquetillas de pedrería y el público, nada más verla, sabía que era una estrella», asegura. «Tras la experiencia de hoy, creo que me gustaría acomodar algún traje de alta costura para bailar y fusionar moda y flamenco». El Yiyo tiene 15 años y lleva desde los siete sobre las tablas. «Nunca he tenido ningún referente, me he fijado en todos los tipos de baile. Me gusta ponerme un pañuelo y unas buenas botas para bailar. Lo importante no es cómo sean estas, sino sacarle el sonido al suelo», dice.

Cantará el 17 de junio en el Alcázar de Sevilla. Lleva vestido de Valentino.

Pablo Zamora

Rocío Márquez, cantaora. «El negro es un color flamenco y  un comodín.  Con él puedes cantar un lamento o una alegría».

A los 22 años ganó la prestigiosa Lámpara Minera del Festival del Cante de las Minas. Ahora, cinco años después, espera publicar su primer disco con Universal antes de que acabe el año. «En las críticas de un recital de un cantaor hablan de su voz y del espectáculo global. Pero cuando la crítica se hace a una cantaora siempre hay una connotación estética: se habla de cómo ha ido vestida o de su presencia sobre el escenario. Por eso admiro tanto a Mayte Martín, porque ha sido valiente a la hora de ser ella misma y romper cánones», dice. «Aunque el vestuario del baile ha evolucionado mucho, en el cante no ha pasado lo mismo. Hay cosas que no pueden cambiar: por la respiración, por ejemplo, no podemos llevar trajes ajustados», explica. La primera vez que fue a trabajar a un tablao sevillano «me confundieron con una guiri. Ya sé que no tengo rasgos de cantaora tradicional y no por eso me voy a poner unos corales para aparentar serlo. Cada uno ha de ir buscando su camino».

Tocará el 16 de junio en el Arahal de Sevilla y el 24 de junio en la Huerta de San Vicente, la casa de Federico García Lorca en Granada. Lleva americana de Viktor & Rolf, camiseta de American Vintage y vaqueros de Levi’s.

Pablo Zamora

Juan Habichuela nieto, guitarrista. «Guardo el traje que estrené a los 15 años con el maestro Morente».

Con 12 años se entregó a la guitarra. «Eso significa que desde que me levanto hasta que me acuesto la única mujer a la que quiero es a ella», explica Juan. Cuando cumplió 15, Enrique Morente le pidió que lo acompañara a Nueva York para que fuera su guitarrista. «Aún tengo guardado el traje que estrené ese día». Las seis cuerdas corren como venas por su ADN. Su abuelo es Juan Habichuela, uno de los grandes, y su tío, Antonio Carmona. Ambos «revolucionaron el flamenco con Ketama». A sus 23 admira a Paco de Lucía, «cuando empezó a juntarse con McLaughlin y Di Meola, mezclando jazz, blues y otras músicas, amplió los conocimientos con su don, explorando nuevas escalas y armonías». Reconoce que los flamencos son clásicos por definición, «aunque me gusta vestir de forma especial en el escenario pese a que mi madre me diga: “¡Dónde vas con ese chaleco!”. Pero no iría nunca con sandalias por respeto al público». Su disco, que se publicará en septiembre, se llamará Algo distinto.

Actuará en los Teatros del Canal de Madrid el 13 de junio. Posa con vestido de lentejuelas de Elie Saab.

Pablo Zamora

La Moneta, bailaora. «Con la liberación de la mujer, cambiaron los movimientos y su vestuario».

A Fuensanta, La Moneta, le sale la raza por la mirada y al mover los brazos calla a quien tiene delante. Es un caso atípico porque no tiene ningún antepasado flamenco. «No es necesario nacer en el seno de una familia purista para sentirlo y expresarlo». Describe el género como un arte joven con solo dos siglos de historia y estéticamente en constante renovación. «Yo tengo en cuenta la tradición para tener una base donde agarrarme, pero miro hacia delante». No hay más que ver su vestuario artístico, que puede ir de un extremo a otro. «He bailado con un camisón y un culotte, y es cuando más cómoda me he sentido. ¡Y con un esmoquin! Pero con una falda de lunares, un mantón de flecos y una flor en la cabeza también estoy a gusto. Depende de lo que quiera transmitir». Tiene claro sus referentes: «Carmen Amaya lo cambió todo. Luego vino Mario Maya, bailando con vaqueros, y ahora Israel Galván, con pantalón pitillo. Me fascinan los vestidos de principio de siglo. En esos tiempos las mujeres no tenían la misma libertad de movimiento que los hombres y el vestuario les acompañaba. Por eso era todo muy barroco. Ahora se tiende al minimalismo, para que se vea más la expresión de la artista».
 

Miguel estará en los Teatros del Canal de Madrid el 13 de junio. Lleva camisa de Dior y gorra de Burberry.

Pablo Zamora

Miguel Lavi, cantaor. «En mi familia no había tradición artística, pero tenían mucho arte en casa»

Tiene 28 años y es la gran promesa del cante. Es simpático, pícaro y ha cantado en espectáculos con grandes bailaores. Ahora acompaña a La Moneta. «Es muy difícil ganarse la vida cantando solo, por eso lo hago con bailaores, pero siento el mismo placer. Es un camino largo y sé que con mi esfuerzo estoy en buena dirección». Recibió el trofeo Taranto en 2011 y el premio al mejor cantaor del Festival de Jerez este año. «En mi familia no había tradición artística, aunque tenían mucho arte en casa, y yo a los 12 años me subí por primera vez a un escenario». Está de lleno grabando su primer disco, producido por Miguel Poveda. «Miguel y yo nos conocemos desde hace más de 1o años, y que me dijera que quería producir mi primer trabajo es una oportunidad increíble para demostrar lo que puedo hacer». Afronta el escenario con mucho respeto, «nunca iría vestido con algo informal como unas zapatillas de deporte. Antes que la profesión está el arte. Llámame antiguo, pero soy de los que piensan que al escenario hay que salir con una camisa planchada y bien peinado».

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