El diseñador que le puso nombre a los calzoncillos
Calvin Klein cumple hoy setenta años. Apartado del negocio de la moda desde 2003, cuando vendió su compañía, goza hoy de un poderoso retiro ligeramente empañado por el escándalo amoroso.
Hasta que llegó él, el único calvinismo conocido por el mundo derivaba de la doctrina impuesta por el reformador protestante Juan Calvino. Aunque la marca epónima que Calvinizó la industria de la moda no nació hasta 1967, cuando contaba 26 años, Calvin Richard Klein vino al mundo en el Bronx el 19 de noviembre de 1942 y cumple hoy, felizmente jubilado y retirado del mundanal ruido hasta donde sus escándalos amorosos le dejan, setenta maravillosos años.
Calvin fundó el emporio del que se deshizo en 2003 por algo más de 300 millones de euros y un buen puñado de acciones y royalties (presentó su última colección de mujer sobre la pasarela en febrero de ese año, cediéndole entonces el puesto a Francisco Costa) con apenas ocho mil euros, prestados por su amigo de la infancia y socio, Barry Schawrtz. En 2003, ambos decidieron poner a la venta la compañía, un monstruoso entramado de sustanciosas licencias repartidas entre Warnaco, encargado de manufacturar y distribuir dos de sus divisiones más rentables, ropa interior y jeans, G-III y Coty. Tres años antes habían rechazado propuestas de compra lanzadas por grupos como el conglomerado dueño de Valentino por aquella época. El pastel se lo quedó finalmente PVH, una empresa familiar que empezó fabricando camisas para mineros en Pensilvania devenida en multinacional.
La historia de Calvin Klein empezó prácticamente como el episodio piloto de Buscarse la vida en América. Su primera oportunidad en este negocio se debe a que el responsable de los grandes almacenes Bonwit Teller, cerrados en 1989, recayó en su estudio tras bajarse del ascensor en la planta equivocada, enamorándose de sus abrigos y consiguiéndole así su primer contrato. En su anecdotario consta también que acudió a su primera cita de negocios paseando el burro que llevaba su muestrario por más de 20 calles de Manhattan porque le daba miedo que le daba arrugar sus diseños si los subía a un taxi.
Calvin Klein se convirtió rápidamente en un mamotrético negocio de moda de alta gama, básicos, fragancias y complementos para él, para ella, y para la casa, que de una colección de chaquetones y trajes para mujer derivó en unas siglas, CK, llamadas a cambiar el rumbo del sportwear. «La ropa más simple es la más difícil de hacer« ha insistido siempre el creador. Calvin Klein revolucionó asimismo el mundo de la publicidad: todas las campañas de la firma se ideaban desde dentro de la empresa a través de una agencia integrada en su estructura. Klein fue el primer diseñador en subir un logo a las pasarelas (impreso en la etiqueta de unos tejanos). Y a las vallas. Pionero además en probar nuevas fórmulas para anunciarse en las revistas de moda. Suyo fue el primer suplemento de 116 páginas distribuido junto a las principales cabeceras de Condé Nast concebido a modo de editorial gracias al sello de Bruce Weber. La mercadotecnia y la provocación fueron siempre su principal motor.
En 1979 la modelo neoyorquina Patti Hansen posaba a cuatro patas con unos ajustados tejanos sobre el cielo de Times Square. Después vino una jovencísima Brooke Shields tratando de enfundarse unos pantalones demasiado pequeños retorcida en el suelo a las órdenes de Steven Meisel. Habían nacido los Calvins. Y una nueva talla de pantalón. «The tighter they are, the better they sell» (cuanto más ajustados son, más se venden) afirmaban por aquel entonces sus responsables.
En 1985 Robert Zemeckis dirigía la primera entrega de Regreso al futuro. En su accidentado viaje inaugural al pasado, el protagonista de la cinta, Marty McFly, interpretado por Michael J.Fox, acaba al cuidado de la que años más tarde está llamada a ser su madre, tras salvar a su futuro padre de ser atropellado. «Nunca antes había visto ropa interior lila, Calvin«, le dice esta. «¿Por qué no paras de llamarme Calvin?», prosigue el diálogo; «Ese es tu nombre ¿no? Calvin Klein. Está escrito en tus calzoncillos». Y todavía hay quien piensa que el product placement se inventó ayer.
Cuando Klein decidió lanzar su línea de ropa interior, tres años antes, su idea era apostar por un diseño unisex, de ahí que Kate Moss y Mark Walhberg acabaran abrazados, semidesnudos y con unas bragas que podrían ser calzoncillos a juego -de algodón blanco y la clásica goma con el nombre impreso- en una campaña orquestada por Herb Ritts que , según ha desvelado recientemente en una entrevista la modelo británica, imagen de la firma hasta el 97, le provocó una profunda crisis de ansiedad.
Los mensajes que lanzaba Calvin Klein en sus spots publicitarios eran tan radicales y directos como sencillo su producto «La mejor prevención contra el sida es dejarte los Calvins puestos«, semirapeaba Wahlberg en la versión para la televisión del anuncio de Ritts. Y sus políticas empresariales tan agresivas como efectivas. A mediados de los noventa le robó la vicepresidenta ejecutiva a Armani, Gabriella Forte, para convertirla en mandamás de la compañía presentándose en su casa de Milán y esperando a que saliera a la calle para abordarla con la oferta. Esta no fue la única directiva que le quitó a uno de sus máximos competidores.
A finales de ese mismo decenio llegó Carolyn Bessette-Kennedy para acabar con la era del Heroin Chic. Uno de los ejecutivos de Klein la sacó de la tienda de Boston en la que era dependienta para ponerla a cargo de la cuenta de los clientes más conocidos de la firma y en poco tiempo se hizo íntima de Calvin y su mujer Kelly. Por aquella época la compañía reorganizaba sus divisiones en tres grandes bloques listos para crecer todavía más. Había entrado el 2000 y era hora de fusionares o vender.
Calvin Klein y Nick Gruber durante unas vacaciones en Miami en febrero de 2011.
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Una vez abandonado su propio barco con el botín en el bolsillo, Calvin se desmelenó. Divorciado de su segunda mujer Kelly Rector tras veinte años de matrimonio (estuvo casado en primeras nupcias de 1964 a 1974 con Jayne Centre, madre de su única hija), en 2010 inició una tormentosa y ridiculizada – que si le pagó una operación de dedo cuando se cayó esquiando, que si le dejaba el jet privado cada vez que tenía que desplazarse a la clínica Meadows para empezar sus programas de desintoxicación- relación sentimental de dos años y medio con el exactor porno de 21 años Nick Gruber. A nadie le extrañó. Su bisexualidad y continuos escarceos con modelos masculinos habían sido ventilados años atrás en el libro Obession: The Lives and Times of Calvin Klein, junto a su adicción a las drogas y algunas de las cuestionables argucias empleadas por el diseñador y empresario para alcanzar un éxito cuyos beneficios disfruta largamente hoy.
El diseñador neoyorquino en un estreno celebrado el pasado día 5 de noviembre.
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