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¿Dónde están los clientes de la Alta Costura?

Son muchos los que opinan que la Alta Costura está dando sus últimos coletazos. Sin embargo, nuevos compradores y nuevas estrategias vaticinan, no una muerte, sino una metamorfosis.

cover alta costura

En su crónica de los desfiles de 2010, Cathy Horyn, la afamada crítica del New York Times, sentenciaba: “La Alta Costura se está alejando de nuestros radares más rápido que un ovni”. Llevamos mucho tiempo augurando el fin de la moda hecha a medida. La estrategia llevada a cabo por los holdings del lujo, que aproximaron la costura a la espectáculo y a la ensoñación artística buscando aumentar las ventas del prêt-à-porter y las licencias, parece agotarse lentamente.

Porque aunque dicha estrategia continúa siendo beneficiosa y el prestigio histórico de la Alta Costura obliga a maisons centenarias como Chanel o Dior a conservar el oficio que las vio nacer, lo cierto que es que los hechos hablan por sí mismos: los miembros oficiales de la Chambre Syndicale de la Couture (el organismo que decide quién desfila y regula las normas de producción) pueden hoy contarse con los dedos, Lacroix dejó el oficio en 2009 siguiendo la estela de Yves Saint Laurent, Balmain o Balenciaga, Givenchy acaba de dejar de desfilar y esas clientas, en su mayor parte americanas, que poblaban los front row han sido sustituidas por actrices, cantantes e iconos mediáticos. Embajadoras que portan diseños exclusivos pero no los compran.

No obstante, todavía existen couturiers como Stephane Rolland que viven de sus creaciones. Por su parte, los responsables de la Chambre Syndicale y los directivos de ciertas firmas sostienen que la Alta Costura vuelve a ser un negocio rentable. En las últimas colecciones presentadas se puede vislumbrar una vuelta al diseño “racional” más cercano al prêt-à-porter de lujo que al delirio estético. Diseñadores reputados como Armani o más noveles como Alexis Mabille se han embarcado recientemente en este “negocio”, y marcas como Versace acaban de volver al terreno tras años alejados de estos desfiles.

Quizá, a fin de cuentas, no estemos ante la crónica de una muerte anunciada sino tras la necesaria transformación de un oficio profundamente conservador. Pero sí es así, ¿hacia dónde va la Alta Costura? ¿dónde están sus nuevos clientes?

El halo de exclusividad y elitismo que la rodea hace que los precios y la clientela sean, como diría Lagerfeld, temas cercanos al secreto médico. Pero ciertos cambios en el sector nos hacen pensar que ya no son las Ivanna Trump, Susan Gutfreund o Becca Cason Trash las afortunadas compradoras de estos vestidos de seis cifras. La respuesta ya no está en los Estados Unidos.

Gala Dinner in honour of the Emir of the State of Qatar and Sheikha Mozah Nint
Carlos Alvarez (Getty Images)

Sheikha Moza, jequesa de Catar, es una habitual de los desfiles de Chanel, Rolland o Valentino.

Getty


Las mujeres de las familias poderosas de Oriente Medio conforman en la actualidad la mitad de la clientela del sector. Al contrario que en Occidente, su idea de la exclusividad pasa irrevocablemente por el vestido único hecho a medida y su modo de vida, plagado de reuniones sociales y eventos familiares, les obliga a comprar hasta 30 vestidos de Alta Costura por temporada. La libanesa Hind Hariri, la saudita Mouna-Al-Ayoub, la kazaja Anar Aitzhanova o Sheikha Moza, jequesa de Catar, son habituales en los desfiles de Chanel, Rolland o Valentino. Sin embargo, la cultura de estas mujeres les obliga en ocasiones a rechazar la exposición medíática, por lo que cada vez son más los diseñadores que envían muestras, DVD’s o incluso programan desfiles privados a estos países.


De lo que no cabe duda es de que la pujante demanda de Oriente Medio ha logrado que se flexibilicen las rígidas claúsulas de la institución parisina: diseñadores como Bouchra Jarrar, Elie Saab, Zuhair Murad o Rad Hourani deben la mayor parte de su fortuna a la costura y son ahora miembros invitados u oficiales de la Chambre Syndicale.

Tal es la necesidad de ver y ser visto llevando Alta Costura que la gran mayoría de las semanas de la moda de lugares como Dubai la componen diseñadores de esta clase. Es el caso de Michael Cinco que, si bien no pertenece de forma oficial al grupo de los couturiers, realiza sus creaciones siguiendo los dictados del sector y su creciente fama ha hecho que aparezca en escaparates como America’s next top model, así que tal vez no tarde mucho en entrar a formar parte del olimpo parisino.

Otro que ha recibido el visto bueno de la Chambre para desfilar dentro del calendario oficial es el diseñador chino Yiqing Yin. Y es que, si bien el gigante asiático se ha caracterizado en los últimos años por consumir en masa productos icónicos de firmas mundialmente renombradas, la tendencia actual parece apuntar al producto exclusivo customizado y a la revalorización de lo artesanal. La  fiebre por el lujo de la que ha sido objeto China se debe en su mayor parte a la necesidad de mostrar los nuevos status sociales a través del consumo irrefrenable de logos y marcas históricas, pero esta uniformización “por arriba” ha logrado que finalmente las élites quieran distinguirse de las clases medias haciendo uso de la exclusividad que proporciona el objeto hecho a medida. Mujeres como Yuki Tan, presidenta de la firma Folie Follie, se confiesan clientas fieles de Armani Privé, la línea de costura que el diseñador lanzó en 2005.

Fue Armani el primero en retransmitir estas colecciones vía Internet para que fueran accesibles a clientes y aficionados en cualquier extremo del planeta. Tampoco dudó en trasladar  dichos desfiles a lugares como Hong Kong o Shangai, allanando el camino a otras marcas como Dior o Chanel.

La opulencia en tejidos y bordados junto con el culto a la artesanía están en la base de la cultura india. Al igual que sucede en Dubai, la semana de la moda de Nueva Delhi está enfocada a la costura, en concreto a las novias, el sector más rentable de esta industria. El ex director creativo de Paco Rabanne, Manish Arora, es probablemente su diseñador estrella. Y aunque tampoco está reconocido como couturier por la institución parisina, sus creaciones, basadas en la majestuosidad de los vestidos de los Maharajas y la producción casi artesanal de los mismos lo convierten en diseñador de Alta Costura. Así como a la mayor parte de sus compatriotas, que siguen los dictados de la riqueza en los ornamentos, el ritual del hecho a mano y las referencias a la realeza a la hora de diseñar sus vestidos de novia.

El verano pasado, Dolce & Gabbana presentaron su primer show de costura en Sicilia, fuera del circuito oficial. Donatella Versace, que acaba de relanzar Atelier Versace, afirma que la marca nunca ha dejado de confeccionar vestidos a medida y que su vuelta al calendario de la Alta Costura se debe principalmente a la creciente demanda de los países orientales.

Quizá la Chambre Syndicale deba flexibilizar aún más sus normas y abrirse a la participación de nuevos artesanos. Quizá, en vista de los nuevos clientes y las nuevas estrategias de venta, París deba dejar de monopolizar el sector y dar paso a nuevos calendarios oficiales en países donde la exclusividad confeccionada por encargo sigue siendo un negocio rentable. Quizá se deba combinar la todavía eficaz estrategia del desfile como escaparate meramente publicitario y arraigado en el patrimonio francés con propuestas igualmente artesanales pero más coherentes con el perfil de los nuevos consumidores. Quizá la Alta Costura siga creándose y no se destruya, sólo se transforme.

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Chen Jianli (Xinhua/Photoshot /Cordon Press)

En mayo del año pasado, Armani celebró un desfile Pekín para celebrar sus 10 años en China, para la ocasión diseñó 15 prendas de Alta Costura inspiradas en el gigante asiático.

Cordon Press

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