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Detrás de una gran celebrity, hay un gran estilista

Son los artífices del cambio de look de Miley Cyrus o el estudiado estilo de Taylor Swift. Aconsejan a su clientas exactamente qué ponerse para dejarse fotografiar. Son los nombres que manejan los armarios de las estrellas.

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Si hoy todos miramos con lupa qué lleva puesto para pasear a su mascota la joven actriz o la nueva diva del pop de turno es, en parte, gracias a Rachel Zoe. Esta neoyorkina logró que Lindsay Lohan, Nicole Richie o Mischa Barton acapararan los flashes de los fotógrafos por algo más que por sus escándalos. Ahora Zoe es una celebridad en sí misma: dueña de una marca de moda de éxito que, por supuesto, lleva su nombre, protagonista de un reality y responsable de dos de los estilismos más recordados de los Oscar: el polémico Prada muestra pezones de Anne Hathaway y el aparatoso Dior que le costó a Jennifer Lawerence un resbalón en plena ceremonia.

Su alumno favorito, Brad Goresky, tiene a Jessica Alba, Christina Ricci o Rashida Jones entre su ecléctica nómina de clientas, pero, como su mentora Zoe, él es su mejor trabajo: modelo de Terry Richardson, con un reality a su nombre (It’s a Brad’s World) y un libro de memorias juveniles con el nada pretencioso título de Born to be Brad.

A estas alturas de la película, casi nadie se cuestiona que el estilo de las famosas más fotografiadas es casi siempre obra de un equipo de profesionales curtidos en revistas de moda o dirección de arte de marcas. La mayoría, salvo las excepciones anteriormente nombradas, permanecen en la sombra. Algunos buscan posicionar a sus clientas entre las mejor vestidas, como Leslie Fremar con Julianne Moore o Erin Walsh con Kerry Washington. A otros se les encomienda un reto muy distinto pero igualmente (o más) complejo: lograr que miles de artículos, tweets y comentarios hablen durante semanas de los modelitos de sus jefas. Porque la elegancia gusta, pero la polémica vende.

Los verdaderos ideólogos del concepto Miley: la rentable historia de cómo una ex niña Disney acabó convirtiéndose en una adolescente descarriada tiene como protagonista indiscutible a la estilista Simone Harousche, que ya había demostrado que sabía contar esta historia cuando convirtió a Christina Aguilera en una pin up muy kitsch. Suya es la estética de la mayoría de sus videoclips, la portada de octubre de Harper’s Bazaar y, por supuesto, el ¿traje? que lució la cantante en los VMA. Ese que combinaba a la perfección con el twerking.

“Todo lo que se puso lo hice yo a mano: el bañador de oso, las creepers y el traje de latex. Miley tuvo la idea y fue genial poder hacerla realidad”, declaraba la orgullosa estilista en la web The Coveteur.

La afición de Miley a la ropa de Marc Jacobs y a las prendas de rejilla se la debe a Lisa Katnic, la estilista que también está detrás de la estética ratchet (algo así como una mezcla entre el hip hop, el raver noventero y las strippers) de Rihanna o Robin Thicke. Su logro más reciente es haber contribuído a que el vídeo de la canción de Thicke, Blurred Lines, estuviera a la altura de su letra. “No hay nada más sucio que unas bragas y un sujetador blanco”, contaba Katnic en The Cut.

Ahora Miley y su legión de publicistas, conscientes de que deben mantener el listón alto en la era post-twerking, han contratado a una tercera estilista. Haley Wollens, que ha trabajado en la imagen de M.I.A y ha convertido a Drake en uno de los raperos más horteras de los últimos tiempos (y no era una labor fácil).

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El artífice del ecléctico estilo Rihanna: si la cantante es musa de diseñadores y referente estético de miles de adolescentes es gracias a Mel Ottenberg, Él se encarga de vestirla en sus apariciones públicas, el que escoge los modelos de Givenchy y Lanvin de sus giras y el que está detrás de los estilismos de videoclips como We found Love, así que se podría decir que Ottenberg es el culpable de que los crop tops, las bombers o los zapatos creeper se hayan vuelto a poner de moda. Cuando no está asesorando a la diva de Barbados, se encarga del estilismo de Opening Ceremony, la firma/tienda de moda que marca la pauta de las tendencias.

Sus miles de cambios en el corte y el color de pelo se los debemos, entre otros, a Ursula Stephen, la peluquera favorita de las alfombras rojas. Se rumorea que Rihanna le paga 23.000 dólares a la semana, aunque Stephen se encargó de negarlo.


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El verdadero ‘novio’ de Taylor Swift: se llama Josehp Cassell, y antes que como estilista, trabajó en la discográfica A&R. Cuando le pidieron que se encargara de la imagen de una joven cantante country, ninguno de los dos sabía que su relación acabaría dando sus frutos mediáticos en múltiples giras, alfombras rojas, portadas de discos y campañas publicitarias. Él es el responsable de que Swift haya superado su etapa de ídolo adolescente y haya evolucionado hacia un estilo más maduro y sofisticado.

“Siempre va dos pasos por delante de mí. Da igual lo que necesite: gafas, zapatos…él tiene varias opciones en mente para estar seguro”, declaraba la cantante en la revista Hollywood Reporter a propósito del nombramiento de Cassell como uno de los estilistas más poderosos de la industria.

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Entre Mugler y Lady Gaga, Kim Kardashian: su óptica entre el futurismo y la transgresión ochentera le valieron a Nicola Formichetti el puesto de director creativo de Mugler, la dirección de Vogue Hommes Japan y el trabajo como estilista de cabecera de Lady Gaga. Ahora se encuentra al frente de Diesel y tiene a otra ilustre cliente en nómina, aunque su estilo tenga poco que ver (a priori) con la transgresora estética de este estilista italojaponés: los looks sin prejuicios con los que Kim Kardashian nos deleitaba durante su embarazo fueron obra de Formichetti.“Kim simboliza la mujer moderna en su día a día. Le encantan las cosas muy sexies. No es modelo y eso me inspira”, declaraba el estilista en la revista InStyle.

Tras el nacimiento de North West, y asesorada por Kanye, Kim quiere quitarse de encima su fama de hortera y ganarse por fin el beneplácito de Anna Wintour. Para ello, ha contratado a los estilistas de Jennifer López y Shakira, Mariel Haenn y Rob Zangardi. Está claro que, antes que refinar su estilo, Kardashian busca subrayar más aún (si cabe) su voluptuosidad.

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El pigmalión de Katy Perry: trabajar con la popstar californiana debe resultar un gran ejercicio de libertad creativa. A Johnny Wujek, su mejor amigo desde hace años y su estilista desde los tiempos de I kissed a girl le gusta trabajar con luces LED, disfraces y tejidos tecnológicos. Ha superado tan bien el reto de sorprender a todos con cada aparición pública de la cantante que se le han presentado retos aún más complicados: ha vestido en algunas galas a la siempre desmesurada Nicki Minaj y ejerce como jurado consultor creativo en el programa America’s Next top model. Aunque confiesa que su verdadera obra de arte es Katy. No es de extrañar, pocos pueden presumir de haber creado una imagen tan divertida como la que posee la cantante.

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