¿Determina el olor masculino la atracción sexual?
Algunos componentes del sudor aumentan los efectos de la oxitocina, la hormona del amor.
Un atractivo joven se arregla para salir un sábado. Se afeita, se peina y elige vestuario. En otra habitación, alguien menos agraciado se acicala y perfuma. Más tarde, los dos se encuentran en una discoteca. El guapo se apoya en la barra y bebe un gin tonic; el feo baila acompañado. El secreto está en la fragancia, cuyo frasco aparece al final del anuncio. Hasta ahora, relacionar aromas con la libido servía para vender, pero recientes estudios sobre las feromonas –sustancias presentes en el olor corporal (en el sudor), sobre todo en el de los hombres– llevan a pensar que el instinto animal desempeña un papel mucho más importante.
La neuróloga Denise Chen y su equipo de la Universidad Rice de Houston realizaron hace poco un experimento con hombres heterosexuales. Todos sustituyeron el desodorante por unos parches. Un grupo vio porno; otro no. Varias mujeres olieron los parches después; algunas áreas de sus cerebros se activaron, pero solo en el caso de los parches de los hombres excitados. «Los humanos se comunican de forma inconsciente a través de señales químicas. El hombre emite a través del sudor sustancias que ayudan a la mujer a saber si está interesado en ella o no», razona Chen.
Los resultados de un reciente estudio de la Universidad de Sheffield son mucho más inquietantes. Su título:¿Puede la píldora anticonceptiva alterar la elección de pareja en humanos? Al parecer, sí. Las mujeres no embarazadas prefieren olores de hombres con un ADN distinto. La razón es evolutiva: es un impulso inconsciente para evitar problemas genéticos. En cambio, cuando están encinta se decantan por un ADN similar. El dilema surge cuando una chica toma la píldora, suprime la ovulación y engaña al cuerpo y le hace creer que está embarazada. ¿Qué pasaría si conoce a un hombre con un ADN similar, se casa, suspende el tratamiento con la píldora y sus gustos cambian? Podría dejar de desear a su pareja, según las conclusiones del experimento.
La ginecóloga Paloma Andrés no comparte este determinismo químico. «El olfato cambia en las embarazadas, pero no creo que la píldora tenga efectos tan graves. Al suprimir la ovulación, se pierde la faceta cíclica, pero los humanos somos los animales que menos feromonas tenemos», asegura Andrés. Y añade: «En nuestro caso, la vista es más importante que el olfato».
Los científicos no niegan la existencia de las feromonas, pero discuten su protagonismo. El naturalista Jean-Henri Fabre las descubrió en 1870 al ver que las polillas masculinas volaban miles de kilómetros, guiadas por el olor, para visitar a las hembras. «Ningún estudio científico riguroso ha aislado y determinado una feromona a partir de secreciones humanas. Además, la reacción a esas sustancias no puede causar el mismo tipo de respuesta involuntaria en humanos que en animales, ya que en el hombre estará también determinada por otros factores como la experiencia, el contexto o los estímulos sensoriales», insiste George Preti, químico y miembro del grupo de investigadores del Monell Chemical Senses Center de Filadelfia. Su equipo repitió hace poco el experimento de los parches. Sus resultados: determinadas sustancias (no se sabe aún cuáles) presentes en el sudor del hombre pueden alterar la fertilidad y el ánimo de la mujer. Según otro estudio de la Universidad de Berkeley, algunos componentes del sudor, como la androstenediona, disminuyen el cortisol, responsable del estrés y aumentan los efectos de la de oxitocina, la hormona del amor.
«Los investigaciones científicas se hacen con concentraciones elevadas, muy superiores a las reales. Aún se debe demostrar que las feromonas humanas excitan subliminalmente», afirma el perfumista Daniel Josier. «El olor es un factor erótico, pero no el único, están los sociales y la personalidad. La química potencia la atracción y punto. Si no fuera así, no existirían los sexólogos. El humano es mucho más complicado», concluye la sexóloga Fina Sanz.
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