De Oriente a Occidente vía cómic
Las historias de Marjane Satrapi, en cine o en papel, han encumbrado a esta artista como la reina del cómic y una superventas a escala internacional.
De negro riguroso, Marjane (Irán, 1969) está sentada en las escaleras de un pequeño patio ajardinado fumando un cigarrillo tras otro. Saluda con la cercanía de una amiga a la que hace tiempo que uno no ve e impregna de energía cada espacio que va habitando. Se mueve con la libertad de una persona que ha decidido hacer siempre con su vida lo que le ha dado la gana. Suelta tres tacos por frase, habla sin pudor de cualquier asunto y ríe a carcajada limpia. «¿Sabes que tengo 16 años?», dice. «Sí, sí. Tuve una pequeña enfermedad que hizo que envejeciese demasiado rápido, pero tengo 16 años», cuenta con ironía. Inexplicablemente, hoy es uno de esos días en los que el sol se da una concesión en París y el humo del tabaco sale por la boca de Satrapi hilando una anécdota tras otra, creando una escena mágica dominada absolutamente por sus historias. Esta iraní afincada en Francia es una superventas internacional gracias a su cómic Persépolis, publicado en 2001. Domina seis idiomas, que intercala en la conversación, y el 3 de agosto estrena en España su segunda película, primera de imagen real, una adaptación de su última novela gráfica Pollo con ciruelas.
¿Dibuja a diario?
Es algo necesario para mi equilibrio psicológico. Desde que aprendí a coger el lapicero, tengo la necesidad de dibujar y escribir. Aunque mucho de lo que creo no se lo enseñe a nadie, necesito hacer cosas por el simple placer de hacerlas.
¿Qué le impulsó a adaptar al cine su cómic Pollo con ciruelas (Norma Editorial)?
Me gustaba mucho la historia. Bueno, la escribí yo, así que forzosamente tenía que gustarme, y me parecía que era muy cinematográfica. Quise hacerla con imágenes porque no soy animadora y ya había dirigido Persépolis para el cine. Hice una lista de deseos para el casting, llamé a los actores que yo quería (Mathieu Amalric, Maria de Medeiros, Chiara Mastroianni o Isabella Rossellini, entre otros), les pregunté si trabajarían conmigo y todos me dijeron que sí, así que no me lo pensé más.
¿Cuál fue su inspiración estética a la hora de dibujarlo?
Las influencias gráficas provienen de todo lo que he visto. Desde el expresionismo alemán en el cine hasta las películas de Hitchcock, pasando por el cuadro de Jacques-Louis David de La muerte de Sócrates.
Cazadora de Jean Paul Gaultier
Pablo Zamora
¿Cuándo supo que se podía ganar la vida con el cómic?
Yo nunca pensé que me podría ganar la vida haciendo nada. Ya estuve contratada y nunca más podré estarlo. Tengo un problema con la autoridad y te aseguro que me despedirían al primer día del contrato. Hice trabajillos para poder pagarme los estudios; entonces me decía que bastaría con ganar lo suficiente para poder comer pasta. Pero jamás pensé que alguien podría querer publicar mis libros ni que fuesen a tener éxito. Además, tampoco soy una persona muy gastadora, aunque puedo llegar a serlo. Si tengo 10 euros, vivo con 10, y si tengo 100.000 vivo con esos 100.000; pero no significa que sea más feliz cuando tengo los 100.000. Vivo con lo que tengo. Ahora estoy encantada porque, evidentemente, tener dinero está muy bien. ¡Ojalá todo el mundo lo tuviera! Estoy segura de que el ser humano está hecho para el lujo. Es fácil acostumbrarse a él, pero es mucho más difícil acostumbrarse a la miseria. La naturaleza humana está hecha para el confort. Dicho esto, prefiero ser pobre y hacer lo que me gusta, que a la inversa.
Entiendo que habrá rechazado algún trabajo por ideas políticas.
Claro. Una marca de coches me propuso hacer un anuncio con el eslogan del mayo del 68 y lo encontré indecente y repugnante. No se puede vender coches con eslóganes revolucionarios. O vendes coches o haces la revolución. Querían pagarme muchísimo, pero no me importó. No es una cuestión de ideas políticas, solamente de coherencia y de tener uno sus propias convicciones. Eso no significa que haya que ser rígido como un ayatolá, porque así se llega a Robespierre y empezamos a decapitar a todo el mundo. Hay que ser flexible, pero hay cosas importantes en las que creo y nada me las hará cambiar.
Aparte de con las novelas gráficas y el cine, ¿no le dan ganas de decir públicamente lo que piensa?
Me invitaron a la televisión para ser la representante de Irán en unos debates. Hace 12 años que no voy a mi país y hace 18 que no vivo allí. ¿En nombre de qué voy a ir yo a hablar de los problemas de los iraníes de hoy? ¿Qué credibilidad tendría? También en el momento de la revolución iraní, me decían que fuera a la televisión porque la gente en Irán me adoraba. ¿Cómo iba a decirles que salieran a la calle mientras yo tomo cafés en las terrazas de París? Lo haría si pudiese estar en la calle con ellos. Para mi ego y mi posición social sería muy fácil. Pero ya no vivo allí, la información que me llega es de segunda mano y jamás me permitiría hablar en su nombre. Detesto ese punto de vista de los exiliados. Mi historia acabó en 1994 cuando me fui de Irán y ahora no puedo decir nada. Por esas mismas razones tampoco podría escribir un cómic sobre las revueltas árabes actuales.
Vestido de Jean Charles de Castelbajac y cinturón de Lanvin.
Pablo Zamora
¿Por qué continúa editando sus libros con la pequeña editorial L’Association?
Porque cuando nadie los quería, ellos me los publicaron. Ahora las grandes editoriales me buscan, pero si mis libros dan dinero, quiero que la gente que creyó en mí al principio pueda beneficiarse. En los años 70 Salvador Allende dijo que el día que la prensa cayera en manos de gente con empresas sería el fin de la democracia. Lo dijo 40 años antes que nadie y tenía razón. Yo creo en una editorial que es independiente y que no tiene que ver con traficantes de armas o mafiosos.
¿Ha realizado alguna colaboración con el mundo de la moda?
Solo he hecho los escaparates del Bon Marché de París por su 160 aniversario, que celebrarán el próximo septiembre. Cuando hago algo de este tipo es como quitarme un peso de encima, porque hacer algo bonito por el placer de encontrar la belleza es liberador.
¿Qué opinión tiene de la moda?
Siempre se dice que es fútil, pero creo que es necesaria justamente por eso. La vida es un largo sufrimiento y sin esos pequeños momentos de frivolidad estaríamos perdidos. No se puede vivir siempre en lo serio. La moda es el espejo de la sociedad, de su pensamiento y la gente reniega de ella como reniega de la política. Afortunadamente existe y todos podemos, en un momento dado, darnos el gusto de comprarnos algo nuevo y sentirnos guapos. Todos lo necesitamos. Pero también debo decir que vivo en Le Marais y durante la semana de la moda en París están todos en mi barrio y no soporto los grititos que se dan cuando se encuentran: «¿Qué taaaaaaal?» [los imita con gracia]. Cada vez que los escucho me pregunto qué problema tienen y por qué esa histeria. Hay un lado histérico en el mundo de la moda que no me gusta, pero en sí misma la encuentro interesante.
¿Le parece la misma esclavitud el atuendo público musulmán en las mujeres que la búsqueda de la perfección estética de las mujeres en occidente?
Mira, Irán es el país número uno en rinoplastia. Todo el mundo se opera la nariz y se transforma. Ahora en Irán hay más rubias que en Suecia. De todas maneras creo que en todas las sociedades del mundo existe un problema con la imagen de la mujer y no siempre se debe a la mirada de los hombres. A menudo es la propia mirada de las otras mujeres. Escuché en un programa de radio que los maridos o novios del 85% de las mujeres que se habían operado estaban completamente en desacuerdo con la decisión. Estoy convencida de que en todas las sociedades las mujeres se operan de cara a las otras mujeres.
Entonces, ¿está en contra de la cirugía?
No. Si alguien sufre por tener una nariz determinada y quiere cambiársela, ¿por qué no hacerlo? Yo no lo juzgo. A quienes no comprendo son a esas mujeres que se pinchan. Puedo entender a las 20 primeras mujeres que se pusieron bótox porque no sabían los resultados, pero las otras… ¡Ya han visto el horror! Ven a una con bótox y dicen: «¿Quiero parecerme a eso?». Es muy raro, ¿no?
Blusa de Barbara Bui, chaleco de Lanvin, zapatos de Sonia Rykiel y medias de Calcedonia.
Pablo Zamora
¿El tipo de indumentaria en tu país implica una jerarquía?
Recuerdo que en los primeros años que se impusieron los abrigos muy anchos bastaron dos años para que las mujeres empezaran a customizarlos. Era la época de Bad de Michael Jackson, y todo el mundo los llevaba con hombreras, con cosas militares… la gente seguía la moda. Después, por la manera que alguien se ponía la abaya o se ceñía el fular podía decirte de qué barrio de Teherán provenía. Es algo muy sutil. Las gafas de sol, cómo llevas el pelo, si llevas un pañuelo negro normal o de Hermès… Al ver a las personas sabes enseguida quién tiene dinero, quién es un nuevo rico o quién es un rico venido a menos. Todo eso se ve, es igual en todo el mundo. Por eso estoy a favor del uniforme en el colegio, creo que no debe saberse a qué medio social pertenece un niño por su aspecto. Más tarde, bueno. Pero con esa edad es demasiado pronto. Además, el uniforme da a los adolescentes una idea de rebelión que es buena, porque a esa edad hay que rebelarse.
De qué le ha servido escribir y dibujar a lo largo de su vida, ¿de terapia?
Mi abuela decía: «Cuando haya una cacerola llena de mierda, no enciendas el fuego y remuevas. Pon la tapa, espera a que se seque y después lo tiras». Y eso es lo que hago. Las cosas cuando llegan, llegan. Y a mí me gusta dibujar, escribir, hacer películas… Debo decir que lo que hago ahora no es muy distinto de lo que hacía de niña, pues me dedicaba principalmente a dos cosas: dibujar y reunía a todo tipo de niños por la calle para organizar un espectáculo. Lo único es que ahora me pagan.
¿No le han dado ganas de publicar una autobiografía de su vida parisina?
Persépolis no era realmente una autobiografía aunque me utilizaba a mí misma para hablar de la historia de Irán. Creo que uno escribe una autobiografía porque detesta a su padre o a su madre, no se atreve a decirlo y a través del libro les trasmite hasta qué punto los detesta. A mí cuando no me gusta alguien se lo digo, no escribo un libro. Es más fácil y más rápido.
¿No siente nostalgia de su país?
La tengo porque no puedo volver. Pero al ver la vida que llevo, cómo la vivo en la ciudad que quiero y con una profesión que me gusta, no puedo quejarme. ¿Qué deberían hacer entonces las personas que se quedaron en Irán? ¿Morirse? Creo que sería indecente quejarse y hablar de eso. Por eso digo que sí, que siento nostalgia, pero no me apetece hablar de eso porque es una bofetada para los demás.
¿En qué momento histórico y lugar le habría gustado vivir para poder dibujarlo?
Me habría gustado tener 18 años en el 67 y haber conocido el Summer of love, pero creo que habría muerto de una sobredosis y no estaría viva para contarlo. Ser joven en los 60, cuando había esperanza y no estos problemas económicos, debió de ser increíble.
¿Quién le gustaría que la leyera?
El hombre más absoluto que ha existido, Leonardo da Vinci. Excelente pintor, científico, organizador de fiestas… Me habría gustado ver cómo trabajaba y estar con él una semana.
¿Cuál es su próximo proyecto?
El año que viene estreno una road movie sangrienta llamada Las jotas. La he rodado con mi marido y unos amigos durante un viaje increíble por España. He conocido sitios maravillosos como Las negras, en Almería. Yo soy la protagonista, me dedico a matar hombres cuyos nombres empiezan por jota: Jorge, Javier, Juan… [ríe escandalosamente]. Nos hemos pasado todo el rodaje comiendo jamón ibérico, Cinco Jotas, claro.
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