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Cuidado, hombres, por Eva Hache

¿En que momento decidieron dejar de ser molones? ¡Lo normal es que ellos sean presumidos!

Jon Kortajarena

A la vista está que los hombres se cuidan. De hecho, es bastante común escuchar o leer que «ellos también tienen derecho a cuidarse». Claro que sí. Tener un buen aspecto no es ya territorio exclusivo de las mujeres que, como todo el mundo sabe y para estar guapas, nos pasamos la vida loca retozando en piscinas de leche de burra.

Ellos también quieren disfrutar del lujo de ponerse bellos y se han apuntado a la cosmética, a la depilación y al adorno. Si usted levanta ahora mismo la vista, verá a alguno claramente cristianorronaldizado: repeinado, afeitado y con un pendiente más o menos falso brillando alegremente en uno de sus suaves lóbulos.

Pero son cuidados con cuidado. Sin que se note mucho. Es cierto que algunos se han liado la manta, el turbante y la felpa de Mark Knopfler a la cabeza y se depilan las cejas sin importarles parecerse a Pamela Anderson el día en que sorprendió horrorizada a los conejos de Playboy devorando la bata de Hugh Hefner. Sí, a algunos se les ha ido la pinza de depilar, pero son minoría. Y es llamativo que la nomenclatura de los productos para ellos utilice términos distintos: «gel», «bálsamo» o «loción». Y suelen llevar la coletilla «for men» o «pour homme», porque al ser en lenguas extranjeras da más sofisticación y menos vergüenza.

Un momento… ¿Se cuidan pero les da vergüenza? No veo por qué. Si observamos las tribus de parajes lejanos, donde la civilización llega a velocidades distintas, vemos a hombres extremadamente niquelados. Con locos peinados, maquillajes extremos o tatuajes complicadísimos. Lógicamente, semejante estilismo lleva su tiempo y no sería posible realizarlo si esta gente tuviera que ir a la oficina por la mañana, ni siquiera aunque se acabaran de aplicar el rímel aprovechando los semáforos, pero ríete tú de lo que tarda tu novia en salir un sábado de casa.

Me viene a la memoria aquella foto de Sting y un jefe indígena en la que el cantante lucía una melena rala que le hacía parecer una vieja pelechando mientras que al de la tribu no le faltaba un perejil, incluido un dilatador de labio del tamaño de un CD con la obra completa de Police. Ganaba por goleada el rural. Y me pregunto: ¿en qué momento de la Historia el hombre decidió dejar de ser molón? Los vikingos se cuidaban abundantes barbas, los maquillajes de los egipcios eran espectaculares, las realezas europeas se acicalaban y mucho, aunque fuera para esconder los piojos que correteaban debajo de pelucones empolvados. ¡Lo normal es que los hombres sean presumidos! ¿Por qué entonces hubo una época en que mostraban sin preocuparse canalillos peludos? ¿Qué los llevó, sin ser osas amorosas, a lucir espaldas velludas como alfombras en descarado homenaje alfredolandista? ¿Por qué a los valientes no les quedaba otra que robar la crema de sus señoras? ¿Por no parecer nenazas?

Quizá por eso lo primero que se comercializó fue el aftershave. Un líquido para hombres muy hombres que se aplicaba a base de bofetones. Y de ahí en adelante: implante capilar, cera caliente, intervención quirúrgica. No hay dolor. Si escuece, cura.

Sufren sin miedo para estar guapos y es normal que se cuiden. Al fin y al cabo, el león, el macho, tiene más melena. Y no la pava, el pavo real tiene mucha más pluma.

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