Cuando el maquillaje es la inspiración
Utilizar cosméticos en el arte permite reflexionar sobre la identidad y la construcción del yo femenino.Una nueva generación de creadores explora esta vía en sus obras.
Es un artificio, una práctica común entre culturas y una convención desde hace millones de años. Nos maquillamos, nos arreglan y nos rodeamos de gente acicalada. Pero como defendía Charles Baudelaire en El pintor de la vida moderna (1863) debajo de esa máscara, se esconde otra. Sobre esa personalidad poliédrica reflexionan varios artistas noveles como Quentin Jones, Leland Bobbé o Maby Rod. Y de eso tratan las muestras de Sanja Iveković en el Mudam de Luxemburgo (hasta el 16 de septiembre) y en el Instituto Francés de Vitry-sur-Seine (del 19 de octubre al 19 de diciembre); y de Cindy Sherman en el SFMoma de San Francisco (hasta el 8 de octubre).
Las reflexiones estéticas de estos y otros creadores contemporáneos como Yasumasa Morimura o Matthew Barney coexisten desde hace años, pero es hoy cuando viven una edad de oro. En sus obras, el maquillaje cobra vida: es un protagonista y un tema más. «Les ayuda a reflexionar sobre la identidad», opina el experto en sociología de la moda, Óscar Scopa, autor de El fin del mundo ya tuvo lugar. Sus intenciones cobran diversos matices. «Iveković es feminista y denuncia la tiranía del cosmético. Sherman resalta la naturalidad de lo patético, relaciona los pigmentos con lo payasesco, con el horror. Sus mujeres se maquillan en exceso pero no son hermosas; es decir, la fotógrafa invierte la función de los productos de belleza», sentencia.
No es la única paradoja. La sombra y el labial levantan una barrera. Pero esa fachada es expresiva; a Sherman le sirve para mostrar nuestras entrañas. «El miedo, el deseo, la locura están en sus creaciones. Pero también la apariencia: a ella y a otros artistas actuales les gusta estudiar la imagen personal. Mucha gente me pregunta si Cindy se maquilla. ¡Le chifla la moda! Ella no critica, constata», razona Erin O’Toole, comisaria de la muestra de Sherman en el SFMoma.
Arte y maquillaje caminan juntos desde hace milenios. «Nefertiti mostraba su poder a través de su estética, algo que queda patente en su busto maquillado [s. XIV a. de C]. El arte acicalado es herencia cultural», argumenta Scopa. «Todo empieza con Andy Warhol», tercia Alberto Martín, comisario de arte. «Su técnica sintetiza rasgos de rostros pintados. Erwin Blumenfeld también trabajó en esa vía. Dentro del pop art, existe, además, otra vertiente más crítica liderada por Richard Prince y Richard Hamilton; ambos denuncian la dictadura de la feminidad donde los pigmentos idealizan. El pop art, por cierto, vive un renacer».
La muestra de Iveković en el Moma de Nueva York, finalizada el pasado 26 de marzo, recibió más atención de lo habitual. «El New York Times, por ejemplo, publicó dos artículos en vez de uno», corrobora Roxana Marcoci, comisaria de la misma. ¿Por qué tanto interés? «La reflexión de la croata sigue vigente. El glamour de las revistas y la representación de la mujer la obsesionan. Iveković es una pionera en el estudio de la construcción de la naturaleza femenina. Sus trabajos ahondan en la violencia de la belleza». ¿Por qué el arte convierte al cosmético en modelo? ¿Y por qué ahora? La performance se ha democratizado. Vivimos en la era de Factor X y YouTube. «Con Internet, el público entiende mejor que nunca la maleabilidad de la personalidad», opina O’ Toole. De ese caleidoscopio habla Leland Bobbé en su serie Half-Drag. «He retratado a 45 drag queens con la mitad de la cara pintada», cuenta Bobbé. En sus obras, el labial libera; el verdadero yo se encuentra en la parte acicalada.
Sherman no pinta, fotografía. Pero sí usa una paleta de pigmentos para maquillarse dentro de su obra. «El maquillaje es matérico. Puedes tocarlo, extenderlo. Y es teatral; una performance», afirma Martín. Scopa propone otra explicación para este boom. «La democratización del maquillaje llega en los años 30. Hoy vivimos en una burbuja cosmética: estamos rodeados de él». Las marcas se asocian a los artistas. La bonaerense Maby Rod, de 42 años, recibió una oferta tentadora hace tres. «Revlon me propuso intervenir mis fotografías con sus labiales. Me gustó y he seguido explorando esa técnica», afirma.
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