Cómo Natalie Wood convenció con quince años al director de ‘Rebelde sin causa’ de que ella era la indicada para el papel
Fue una niña prodigio que quiso tomar las riendas de su carrera: a los 15 años logró participar en ‘Rebelde sin causa’, incluyó la asesoría psicológica en sus rodajes y descubrió a Robert Redford. Su hija Natasha destaca su faceta de pionera y trata de aclarar el misterio de su muerte en un documental que HBO estrenó el 6 de mayo.
“La realidad de Hollywood fue un jarro de agua fría. En lugar de glamour me encontré trabajo y estudio. A los 12 años mi padre sufrió varios ataques al corazón y me convertí en el soporte de mi familia. A veces tenía pesadillas en las que mi familia moría de hambre si yo no actuaba”. Así fue la infancia de Natalie Wood en sus propias palabras, recuperadas ahora en el documental Natalie Wood: entre bambalinas, en HBO desde el 6 de mayo .
Dirigido por Laurent Bouzereau y conducido por Natasha Gregson Wagner, la mayor de sus dos hijas, repasa la vida de la protagonista de clásicos como Esplendor en la hierba y West Side Story, reivindica su figura de mujer fuerte que quiso cambiar las reglas en una industria predominantemente masculina y aclara dudas sobre su todavía polémica muerte ahogada en el mar a los 43 años tras una discusión mantenida en su barco con su marido, el actor Robert Wagner. Las dos hijas de Wood, Natasha y Courtney, su hijo adoptivo Joshua Donen, compañeros de profesión como Mia Farrow, George Hamilton o Robert Redford y los dos exmaridos de la actriz, Robert Wagner (con quien se casó en dos ocasiones, en 1957 y 1962) y Richard Gregson (con quien estuvo casada entre 1969 a 1972) suman sus testimonios a entrevistas recuperadas de la actriz y a un texto inédito escrito por ella en 1966 donde da detalles de su relación con Warren Beatty (“Fue una colisión de principio a fin. Los dos estábamos ta confundidos que creíamos que lucha y hostilidad significaban honestidad”).
Wood nació en San Francisco en 1938 y a los 5 años participó en su primera película. Sus padres, Nick y Maria, a quienes Natasha Gregson Wagner describe como posesivos y muy controladores, supervisaron al milímetro desde el principio la carrera de la intérprete, que de niña ya trabajó con directores como Joseph L. Mankiewicz y actores como Orson Welles. En el documental la definen como la actriz perfecta del sistema de estudios de la época. Pero con 15 años y un considerable bagaje a sus espaldas, la niña prodigio se plantó: aunque sus padres no querían que hiciera Rebelde sin causa, ella convenció al director, Nicholas Ray, de que estaba preparada para el papel. Para ello pasó por una borrachera, un accidente de coche con Dennis Hopper con noche en el calabozo y un policía llamándola “delincuente juvenil” y, además, inició una relación con el director, que entonces tenía 44 años. Su hija Courtney reconoce que fue con él al Chateau Marmont y una de sus mejores amigas afirma que “Natalie estaba enamorada, aunque él era muy mayor”. Así logró romper con su imagen de estrella infantil y comenzó a imponer su voluntad.
“Era controlada constantemente, prácticamente era propiedad del estudio. Y ella no quería ser poseída. Llegó un momento en el que le dijo a Jack Warner que iba a ir a la huelga porque no le gustaban los papeles que elegían para ella, quería elegir al menos una película al año que fuera su decisión”, explica Natasha. Y la primera que eligió fue West Side Story. Pero no se limitó a exigir que su opinión fuera tomada en cuenta. Ella misma dirigía a su equipo de publicistas y relaciones públicas y establecía cláusulas en sus contratos. Con solo 25 años sumaba ya tres nominaciones al Oscar. “Natalie tuvo siempre buen ojo con sus elecciones”, confirma Robert Wagner. Y Robert Redford, amigo que rodó varios filmes con la actriz, reconoce que fue ella quien le dio una oportunidad en la meca del cine: “Le debo el inicio de mi carrera. Ella me vio en un musical de Broadway y luego pidió que estuviera en su película La rebelde. No me conocía, pero quería que estuviera allí”.
Conforme su carrera fue evolucionando, tomó decisiones que sentaron precedente en la industria: en 1965, durante el rodaje de La carrera del siglo, descubrió que sus coprotagonistas, Tony Curtis y Jack Lemmon, cobraban más que ella y tenían mejores condiciones, así que protestó. “Su personaje defendía a las mujeres, pero descubrió que no estaba siendo tratada igual que sus compañeros, así que lo llevó todo al extremo para que fuera igualitario, hasta pedía que el cable del teléfono de su camerino tuviera la misma longitud que el de los actores”, señala Natasha. Para el publicista Alan Nierob, “Natalie era una de las pocas mujeres con poder para lograr ese tipo de cosas en aquella época, las demás aprendieron de ella”.
Elliot Gould, con quien trabajó en Bob, Carol, Ted y Alice en 1969, recuerda que ella fue quien apostó por esa atrevida película que hablaba de libertad sexual e infidelidades. Dyan Cannon, la otra protagonista, señala que Wood incluía en sus cláusulas el tener tiempo libre para acudir a su psiquiatra durante los rodajes, y que Barbra Streisand le preguntó cómo podía hacer para disfrutar también ella de ese derecho. Wood había asistido a terapia toda su vida y recomendaba a todo el mundo pasar por ella. Robert Wagner afirma que fue su mujer quien le convenció de someterse a análisis. “Eso salvó mi vida”, sostiene. También fue pionera a la hora de dar el paso a la pequeña pantalla, y con una historia atípica para una diva de Hollywood: en 1979 protagonizó The Cracker Factory, en la que interpretaba a un ama de casa alcohólica que es ingresada en un psiquiátrico tras una crisis. Según su hija, la actriz siempre intentó que se acabara con el estigma que rodea a las enfermedades mentales: “En aquella época los ataques de nervios, instituciones mentales y el suicidio eran un tabú, pero ella se emperó en hacer papeles como el de Esplendor en la hierba, en el que su personaje se intenta suicidar y va a una institución mental”.
En el documental Natasha explica que su madre, esa misma estrella que organizaba interminables fiestas en casa a las que acudían Fred Astaire, Cole Porter o sir Laurence Olivier, tuvo que lidiar de forma constante con adicciones e inseguridades. Sobrevivió a una sobredosis con pastillas para dormir y siempre ocultaba su muñeca izquierda con grandes brazaletes y vistosas pulseras: le servían para cubrir una fractura mal curada durante un rodaje de niña que acabó siendo un gran complejo para ella.
Maria, la madre de Wood, era muy supersticiosa y desde pequeña le había transmitido muchos miedos. Y una profecía: un adivino le había dicho que su hija sería famosa pero que tuviera cuidado con las aguas oscuras. Precisamente en el mar, por la noche, la actriz falleció ahogada el 29 de noviembre de 1981, a los 43 años. Ella y su marido estaban navegando alrededor de la isla Catalina –su refugio favorito, donde solían ir y habían pasado su luna de miel– en el Splendor, su barco, con el actor Christopher Walken, con quien ambos estaban rodando la película Brainstorm. Bebieron, el matrimonio discutió y el capitán del barco, Dennis Davern, insinuó tiempo después que podría no haber sido un accidente. “¿Qué sientes al ser considerado sospechoso?”, le pregunta Natasha directamente a su padrastro (ella es hija del matrimonio de Wood con Gregson), y él zanja el asunto diciendo “No presto atención”, e insiste en que la actriz “se ahogó y siempre hay conjeturas”.
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