Cómo evitar que el miedo a perder el trabajo te haga renunciar a tus derechos
En plena pandemia, conservar el empleo y, a la vez, defender nuestros derechos parece una ecuación irresoluble. Comprender y regular el miedo, poner límites y buscar aliadas en otras mujeres son algunas de las claves.
Al menos un millón de personas en España han perdido su empleo desde el principio de la pandemia. La coronacrisis, a diferencia de la crisis de 2008, se está cebando especialmente con las mujeres, tanto en nuestro país como en el resto del mundo. De hecho, el propio António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, aseguraba en abril que «los escasos avances en materia de igualdad de género y derechos de las mujeres conseguidos a lo largo de las décadas están en peligro de retroceso como consecuencia de la pandemia de la COVID-19″ y el Financial Times publicaba en junio que el coronavirus ha devuelto a las mujeres a 1950, década en la que las mujeres estaban relegadas a la esfera doméstica, en parte debido a que, desde el confinamiento, las mujeres están soportando la mayor parte de la carga de las tareas familiares y del hogar, además del propio empleo. Sentirse forzadas a dar un paso atrás en su carrera profesional o simplemente tener miedo a perder el trabajo son hoy sensaciones femeninas y plurales, tan plurales como las respuestas que manifestamos, que van desde la depresión al insomnio pasando por un servilismo extremo hacia nuestr@s empleador@s que incluye estar disponible incluso en festivos. ¿Dónde está la línea que separa hacer horas extra y otros sacrificios (necesarios para que nuestra empresa sortee la crisis y nosotras con ella) de ceder en derechos laborales elementales (que serán imposibles de recuperar cuando la superemos)? ¿Existe esa línea? ¿Hay alguna fórmula que permita defender los propios derechos sin perder el empleo ni perjudicar a nuestra empresa? No conocemos la respuesta correcta a estas preguntas, pero sí la incorrecta: abandonarse a la desesperación nunca es la solución, si bien es natural estar preocupadas. «Sentir miedo en este contexto no es nada descabellado o irracional, ya que estamos ante una amenaza real», explica a Smoda Elena Vizcaya, psicóloga experta en género de Feminarian, «y manejar la incertidumbre es una cuestión compleja, si bien controlar las fuentes de estrés, detectar el diálogo interno rumiante y negativo, poner límites temporales a esos pensamientos y aumentar los autocuidados pueden servirnos de sostén».
Domesticando el miedo
El miedo es una emoción natural, pero eso no significa que sea un buen asesor laboral. Entre otros efectos secundarios, «el miedo provoca un daño en la seguridad de una misma y un deterioro de la confianza y, además, limita la percepción de nuevas posibilidades que puedan surgir», nos cuenta la psicóloga Majo Torres Costa, de la Comunidad de Psicoterapia Feminista, quien asegura que para gestionarlo es importante conocer las tres fases que suceden cuando experimentamos miedo: el contacto con la amenaza, la respuesta de miedo y la reacción interior hacia ese miedo. «El primer momento o contacto con la amenaza (“podría perder mi trabajo”) conduce al segundo momento de respuesta (puede ser de ansiedad, de preocupación, etc.). Estas emociones conducen al tercer momento, que es la reacción interior hacia ese miedo experimentado». A este tercer momento es al que debemos prestar especial atención porque nos indica cómo nos tratamos a nosotras mismas. «¿Me juzgo?, ¿me trato mal?, ¿me culpo?, ¿me enfado conmigo misma?, ¿me descuido físicamente?, ¿no pido ayuda?» son algunas de las preguntas que debemos realizarnos, prosigue la psicóloga, para comprendernos mejor. «Si el miedo a perder el empleo lo vivo con ansiedad y preocupación y la actitud interior es de juicio, enfado y maltrato, la situación ya es desbordante, pero es que además, acto seguido, voy a desarrollar otras emociones descalificadoras hacia mí misma, como sentirme tonta, incapaz o impostora. Se produce una reacción en cadena y, en lugar de sentir sólo miedo, siento un montón de emociones más dañinas que el propio miedo. Por ello, una actitud descalificadora hacía una misma, además de no resolver el problema (es decir, no evitará perder el empleo) deteriorará enormemente la salud, impidirá el aprendizaje y la concentración y provocará una sensación de vulnerabilidad permanente».
Aprenda optimismo y autoeficacia
Susana Reina, la psicóloga que dirige la comunidad internacional Feminismo INC, señala para Smoda que «evadir o negar es la peor de las opciones en este momento, mientras que pedir ayuda profesional cuando se sienta que las recomendaciones básicas no hacen efecto es una excelente decisión». Añade también que en un momento ideal para adquirir dos herramientas mentales de valor incalculable para nuestra vida en general y para los momentos de incertidumbre laboral y económica en particular. «Lo más importante para salir de cualquier cuadro ansioso es conocer nuestra vida emocional, reconocer el miedo, expresarlo y aplicar técnicas de afrontamiento para mitigarlo, junto al estrés y las reacciones somáticas que vienen aparejadas. Es más fácil cambiar un pensamiento que una emoción, y cambiando la manera en la que me explico las cosas puedo empezar a sentir esperanza y posibilidad de cambio. Y precisamente en la fuerza que nos dan nuestras emociones está la respuesta que necesitamos para superar esta situación, porque -debemos recordar- somos más fuertes de lo que pensamos. Esta cualidad se llama autoeficacia y se basa en la confianza en nuestras propias fortalezas, como individuos y como colectivo, para resistir y sobrevivir». La otra herramienta indispensable es el optimismo como variable aprendida. Según explica Susana Reina, Martin Seligman, investigador de la Universidad de Pensilvania, demostró que a ser optimista se aprende. «Tiene que ver con las pautas explicativas que le damos a lo que nos acontece en base a tres variables: permanencia, amplitud y locus de control. Cuando algo malo le pasa a un pesimista, éste va a atribuir a ese fenómeno una larga duración, un amplio impacto en todas las áreas de la vida y va a pensar que la culpa de lo que le pasa es suya y/o que no tiene ningún control sobre lo que le acontece. En cambio, el optimista pensará que esa adversidad durará poco, que el daño estará acotado al área en que ocurrió y culpará al destino, la mala suerte o fenómenos externos a sí mismo y así precisará sobre qué elementos tiene control y actuará sobre ellos», matiza la psicóloga.
Cuidado con lo que te dices
A propósito del optimismo, Majo Torres nos recuerda la importancia del lenguaje. Una reducción de salario o del flujo de encargos en el caso de que seamos emprendendoras no es lo mismo que perder nuestro sustento. Y formularlo así tiene un gran impacto en nuestro subconsciente. «Una cosa es que se reduzcan los ingresos por la situación actual y otra es quedarse sin nada. Quizás esa situación se pueda entender de otra manera que no sea llevándola a un extremo tan tremendo como quedarme sin nada. Es importante recordar que perder una parte no es lo mismo a perderlo todo, ni siquiera equivale a perder mucho». La psicóloga matiza: «con esto no quiero decir que lo que le quitan a las mujeres es poco, en absoluto, es solamente una manera más positiva de enfocarlo que evita la anticipación de un futuro catastrófico que, con seguridad, causará desregulación emocional acompañada de intensas reacciones de miedo (ansiedad, preocupación…). Vivir la situación que tengo en el presente y ponerle las palabras justas y adecuadas sin llevarlas a un extremo fatal es fundamental a la hora de gestionar emociones que estoy viviendo».
Cuidándote trabajas (y te defiendes) mejor
Existen muchos recursos para manejar el miedo. Y aunque no existen recetas universales («si soy muy productiva y me ponen a hacer mandalas me acabaré estresando», apunta Reina), hay algunas pautas elementales. «Es importante cuidar la salud física y mantener un orden en la esfera básica de la vida: tener una dieta saludable, dormir las horas necesarias, realizar ejercicio físico al menos dos o tres veces a la semana, estar conectada con el círculo social de confianza y tener algún momento de disfrute. Si se logra tener una actitud más amable consigo misma, una actitud interior compasiva y de cuidado, darse valor personal y valorar el propio trabajo que se realiza aumentará la seguridad y la confianza en una misma», según explica a Smoda la psicóloga Majo Torres. Y desde esa posición es más fácil defenderse a una misma en el ámbito profesional. «Ceder en lo laboral por situaciones como las actuales puede marcar un precedente de cara a futuro. Existe una línea muy fina entre respetar mis derechos y, por ende, poner un límite a las demandas ilimitadas que pueden existir, y a la par entender la situación que viven algunas empresas (sobre todo las pymes) y hacer más de la cuenta para conservar el trabajo y ayudar a nuestra empresa. Obviamente, ceder a todo no es una buena opción, tiene que existir un consenso con un límite claro entre las trabajadoras. Si se vive en el miedo la explotación es factible y la pérdida de derechos es un hecho», asegura la psicóloga de la Comunidad Psicoterapia Feminista.
Mujeres del mundo, uníos (ahora en serio)
«Es importante que las mujeres trabajemos la autoestima y la confianza interiormente y, al mismo tiempo, busquemos aliadas, compañeras que nos apoyen y nos entiendan», prosigue Torres. «En lo laboral es muy importante no luchar sola, aliarse con las compañeras para ir a por un objetivo común (entendiendo siempre la situación de cada una), apoyarse, escucharse y buscar estrategias comunes para el beneficio de todas. Es importante dejar de lado las competiciones entre compañeras y no pasar por encima la una de la otra para sobresalir o ser mejor valorada». Susana Reina está de acuerdo: «Este camino es muy duro para andarlo solas. No hay mejor momento que éste para practicar sororidad y juntar esfuerzos que nos faciliten el acceso a recursos, así como hombros para apoyarnos unas a otras». La directora de Feminismo INC aconseja también negociar con asertividad la carga doméstica con nuestras parejas, nuestras parejas y nosotras mismas. «Como en toda negociación no solo hay que pedir, sino que hay que saber cómo pedir (algo que la psicóloga explica aquí) y ofrecer algo a cambio. Poner límites es vital, porque sostener por largo tiempo un tren de vida estresante pasa factura a nuestra salud mental y emocional. Dado que la pandemia va para largo, es importante plantear asertivamente reglas de supervivencia tanto dentro de la casa como con la empresa donde se trabaja: horarios, demandas de trabajo, vacaciones, tiempos de ocio, reparto de las tareas domésticas, etc.». Para la psicóloga Elena Vizcaya, «es tan importante enseñar a la población a cómo gestionar sus emociones de forma individual como enseñar a defender nuestros derechos en colectivo por una vida digna».
Cuidado con el servilismo extremo
En época de crisis, es habitual y hasta comprensible intentar transmitir en nuestra empresa lo positivo que es mantenernos en nómina, pero cuidado con esas actitudes serviles que pueden provocar el efecto contrario (como llamadas de atención constantes en forma de correos electrónicos o calentando la silla incluso cuando teletrabajamos). En el mejor de los casos, mandamos el mensaje de que somos empleadas disponibles 24 horas al día, siete días a la semana (un mensaje muy fácil de asimilar y casi imposible de revocar). Y en el peor, puede que nuestr@s jef@s se pregunten si no podrían contratar en nuestro lugar a alguien que haga lo mismo en menos tiempo y que, además, no mande spam acreditativo. «Esa necesidad de demostrar que valemos puede estar relacionada con la necesidad de aprobación que nos inculcan desde pequeñas», apunta Elena Vizcaya, tutora del curso Experta en Inteligencia Emocional con Perspectiva de Género de Feminarian, «pero en cualquier caso caso, poner límites, comunicarse y mostrarse asertiva es una forma de buentrato a una misma, clave en nuestra vida profesional».
Ya me han despedido, ¿ahora qué?
Si pertenecemos ese creciente colectivo de mujeres cuyos empleos o empresas han sido arrollados por la coronacrisis, la palabra clave es autocompasión, antes incluso de pensar en reinventarnos. «No hay una forma correcta de procesar nuestros sentimientos ante una situación tan dramática que puede afectar no sólo a nosotras mismas, sino también a nuestras familias. Muchas somos madres y/o tenemos personas dependientes a nuestro cargo y el despido conlleva consecuencias muy dolorosas», señala Vizcaya, quien insiste en recordarnos a nosotras mismas que es sano «permitirse estar enfadada, triste e indignada, darnos tiempo para asumirlo y procesarlo y apoyarnos en nuestras redes de personas queridas». Perder el empleo implica, a todos los efectos, un proceso de duelo. Y como sucede con todos los duelos, es tan importante no acelerarlo como no prolongarlo más de la cuenta. «Vivir un despido de un trabajo que te gustaba o donde estabas cómoda es un situación de pérdida», añade Majo Torres, que cita al imprescindible Viktor Frankl, quien escribió sobre su brutal experiencia en los campos de concentración nazis: «Las circunstancias externas pueden despojarnos de todo, menos de una cosa: la libertad de elegir cómo responder a esas circunstancias». Por ello, la psicóloga añade que «todas las emociones son importantes, y es fundamental darle un espacio a cada una para poder cerrar las heridas y seguir adelante; pero cuanto antes salgas del enfado y vivas la tristeza que te ocasiona ésta pérdida, antes lograrás ver las opciones y oportunidades que puedan surgir. Quizás puedas aprovechar ahora para buscar un curso que te apasione, estudiar algo que siempre te ha gustado o reciclarte para mejorar y ponerte al día en tu profesión».
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