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Clare Waight Keller: «Un bolso es una compra emocional»

En tres años y medio al frente de Chloé, la inglesa ha conseguido plantar cara al movimiento minimalista y demostrar que una silueta romántica también puede ser cool.

Clare Waight Keller

Me sumergí en los archivos. Pero lo que quedó grabado en mi memoria es una frase que la fundadora, Gaby Aghion, repetía en las entrevistas: “No doy explicaciones. Soy feliz de vivir la vida que quiero”. Ésa es la esencia de Chloé, para mí». Así resumió en 2011 Clare Waight Keller sus primeros meses en la maison [fue nombrada directora creativa en mayo de ese año]. Como Aghion, la casa que ella misma creó ha sido siempre un espíritu libre. En 1952, cuando la inmigrante egipcia abrió el taller en París, superadas ya las restricciones y la austeridad de la posguerra, la moda francesa recuperaba su hegemonía al tiempo que imponía las medidas del New Look de Christian Dior. Una silueta de hombros dulces, cinturas ceñidas y faldas amplias como corolas, que poco o nada tenía que ver con el canon de elegancia que Aghion había soñado. Más dulce, etéreo, sensual y libre de encorsetamientos.

«Cuando yo entré en Chloé, hace tres años y medio, las tendencias anunciaban un giro estético en favor de un armario minimalista. Pero esta firma reivindica todo lo contrario: el lado más femenino y romántico de la indumentaria. La clave para leer el pulso de los nuevos tiempos y traducir ese momento en una colección distintiva es saber encontrar el equilibrio», explicaba Waight Keller a S Moda en su despacho, en la avenida Percier de París, tres días antes de que falleciera Gaby Aghion [1921-2014] y el desfile de la firma, a la mañana siguiente, se convirtiera en la cita más emotiva del calendario parisino.

A la izda., Josephine Le Tutour, con el bolso Faye; y a la dcha., Vasilisa Pavlova con la minibandolera Drew, en el backstage del desfile primavera-verano 2015 de Chloé.

Morgan O’Donovan

«Modernizar la feminidad se ha convertido en mi caballo de batalla», dice la diseñadora británica. «Quiero dibujar un guardarropa que las mujeres puedan llevar sin sentirte abochornadas porque pueda parece aniñado o cursi; y demostrar que una silueta romántica también puede ser cool, fuerte e incluso, hasta cierto punto, arriesgada», defiende con una voz pausada, tan dulce como las líneas de sus bocetos. «Es como montar un puzzle. Tienes que saber unir las piezas, y elegir los tejidos y las combinaciones cromáticas adecuados. Porque el color tiene un impacto directo en cómo se percibe un diseño», analiza.

El encanto (y el pragmatismo) del desenfado. «Siempre vuelvo a la idea de que nada debe ser demasiado formal ni demasiado rígido», cuenta Waight Keller. «Chloé no es una etiqueta en la que alguien piense cuando busca un vestido para una ocasión especial [léase boda o ceremonia]. Es una marca de moda real, pensada para el día a día», resume. De ahí que los bolsos sean tan importantes para la firma. «Es un accesorio imprescindible en nuestra vida. Pero, sobre todo, es un complemento por el que las mujeres sentimos un apego muy especial», admite. «Es un objeto personal, casi íntimo, que se convierte en nuestro apartamento portátil. No es como un pañuelo, que desatas y olvidas en un rincón. Dentro están tus posesiones más preciadas. Invertir o no en un modelo es una gran decisión. Es una compra emocional, que dice mucho de ti», cree la inglesa. Ella llega cada mañana a la oficina con dos. «Uno más grande y amplio, tipo tote, en el que meto de todo; y otro, más pequeño, pero con el espacio suficiente para incluir lo básico, que es el que llevo arriba y abajo», describe. «Practicidad es una las palabras que más veces se repite en este mercado», asegura. «Hoy las mujeres son menos tolerantes. Que sea tendencia ya no es excusa suficiente para comprar una pieza concreta. Las nuevas clientas exigen funcionalidad. Gastar dinero en un accesorio que no resulta práctico ya no tiene lógica alguna», reconoce.

«El negro es tan vez el color más vendido de las líneas de bolsos de otras firmas; pero no es el caso de Chloé. Nuestras clientas buscan una paleta empolvada, más natural», dice Clare Waight Keller.

Chloé

Para Clare Waight Keller (42 años, madre de gemelas, Amelia y Charlotte, de 10 años, y un bebé, Harrison, de 2) entender las necesidades de la calle es casi un ejercicio autobiográfico. «Elegancia y versatilidad deben ir de la mano para conciliar estilo y agenda de trabajo». Sus prendas están concebidas para funcionar del alba al anochecer. Del colegio al despacho, y de la reunión al cóctel. Lo que no significa que ella profese la doctrina athleisure–según la cual el futuro de la moda pasa por rendirse a la comodidad de la ropa deportiva–. «Es una tendencia delicada», desliza la creadora. «Si analizas el comportamiento de las mujeres de 25 a 45 años, la mayoría practica algún deporte. Existen mil y unas disciplinas, tan cómodas y accesibles, que cualquiera puede incorporarlas a su rutina. Y este cambio de actitud, en favor de una vida más activa, se ha traducido en una reformulación del guardarropa diario. Nos hemos acostumbrado a llevar prendas cómodas… y bolsos fáciles; modelos en definitiva que, como nosotros, son multifuncionales», reconoce. «Sin embargo, una cosa es que las marcas de sportwear ofrezcan tendencia y otra, muy distinta, que el confort reemplace la elegancia. Al fin y al cabo, por muy lujosa que sea una línea deportiva, nunca desaparecerá esa sensación de que estás llevando ropa confeccionada para sudar en el gimnasio. Quizá sea solo yo. Pero, sinceramente, no me veo viniendo en chándal a la oficina», imagina la diseñadora en voz alta.

El último icono: el bolso Drew

Chloé

Fórmula superventas. En los años 60, Gaby Aghion inició la tradición de fichar a jóvenes creativos para dar un soplo de aire fresco a las colecciones. Si en 1966 contrató a Karl Lagerfeld, después llegarían Martine Sitbon (1987), Stella McCartney (1997), Phoebe Philo (2001) o Hannah MacGibbon (2008). Fue precisamente Philo [hoy al frente de Céline] quien lanzó al mercado el bolso que cambiaría el curso de la historia más reciente de los complementos: el modelo Paddington, con un candado como símbolo distintivo. Con él, la fiebre it-bag llegó a su momento culmen, tras el fervor por el Saddle de Dior (2000) o el Motorcycle de Balenciaga (2000). ¿Qué ha sido de aquella locura o necesidad compulsiva por poseer un diseño concreto y ningún otro? «No ha desaparecido; pero sí se ha transformado. La obsesión ha disminuido. Desde mi punto de vista, en los últimos años, solo uno o dos bolsos han conseguido despertar el mismo interés que los modelos de hace una década. La consumidora tiene más información y ha aprendido a elegir en función de sus preferencias por encima de listas de favoritos. Las mujeres están cansadas de ver el mismo diseño por todas partes. Porque cuando todo el mundo lleva una bandolera, la promesa de individualidad desaparece. Y hoy el lujo, más que nunca, reinvindica la diferencia», dice. «A mí, por ejemplo, me interesa más alguien que tiene un look particular, aunque no vaya a la última, que una persona que vista de pies a cabeza el top ten de la temporada», prosigue.

El éxito del modelo Drew sirve de excusa para apostar por otros diseños, también de formas redondeadas.

Stanislas Wolff

«A través de las ventanas de esta oficina puedes ver el atelier», nos advierte. El edificio está inusualmente tranquilo, si tenemos en cuenta que apenas cuatro días después la casa presenta su colección sobre la pasarela. «Vivir la marca desde dentro te permite entender su legado», defiende la inglesa, que en 2011 se trasladó a París con toda su familia. Y aunque hacer las maletas para trabajar en la sede de una maison podría parecer a priori lo más lógico, no siempre sucede. Son muchos los diseñadores que prefieren trabajar a distancia y viajar solo a la capital francesa para reuniones y desfiles. Como Phoebe Philo (que diseña para Céline desde Londres), Alessandro Dell’Acqua (que ha establecido el estudio de Rochas en Milán) o Hedi Slimane (que ha trasladado el equipo creativo de Saint Laurent a Los Ángeles). «Lo que, sin duda, explica que la colección tenga ese espíritu tan californiano», sugiere. «Solo si vives en Francia puedes descubrir las diferencias y similitudes entre culturas». ¿Alguna sorpresa? «Los franceses, como los ingleses, son extremadamente apasionados», insinúa.

Boceto de un bolso Drew de Chloé.

Chloé

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