“Somos demasiado jóvenes para estar tan tristes”
Esta frase extraída de una ilustración de Sara Herranz se convirtió en viral en las redes sociales. Analizamos por qué tantos jóvenes españoles se sienten identificados con ella.
Raúl y Nerea están cerca de la treintena, y llevan unos cuantos años saliendo juntos. Cuando empezaron, aún estaban en la universidad, y hacían muchos planes de lo que sería la aventura de su vida. De cómo apoyarían sus respectivas carreras, de la casa que comprarían, de los viajes que harían. Han pasado cinco años desde que se licenciaron, y siguen viviendo en casa de sus respectivos padres. Trabajan de lo que pueden, y cuando pueden, pero no les llega para pagar ni si quiera juntos un alquiler, porque además, son trabajos muy inestables como para tener gastos fijos. Han dejado de hacer planes, de pensar que encontrarán el trabajo de su vida, y sólo piensan en si algún día, al menos, encontrarán la forma de empezar una vida juntos. Sólo eso. Un día, navegando por las redes sociales, Nerea se encuentra con una frase que comparte inmediatamente en el muro de Raúl, porque sabe que le conmoverá lo mismo que a ella. “Somos demasiado jóvenes para estar tan tristes”.
La frase de una que se convirtió en el lema de muchos
Esta frase se ha convertido en un icono para muchos jóvenes que viven una situación muy parecida. La frustración de no poder llevar la vida que todo el mundo les dijo que llevarían. La que llevaron, si no sus padres, sí sus hermanos mayores. Se convirtió en una frase viral en redes sociales, tanto que muchos desconocen ya su procedencia, pero la realidad es que estas siete palabras nacieron de la mente creadora de la ilustradora Sara Herranz. “Surgió mientras veía la película Beginners. Me sorprendió que los personajes estuvieran tan tristes cuando eran jóvenes y estaban enamorados.”. No sabía entonces que esa frase se haría tan importante para muchos jóvenes, y para ella misma, hasta el punto que ha decidido incluirla en una de sus ilustraciones de su libro Todo lo que nunca te dije lo guardo aquí (Lunwerg). “Creo que refleja un sentimiento, que ahora más que nunca parece universal: el desencanto de los jóvenes con la realidad que les ha tocado vivir”, y es que si ha sido tan compartida en redes y murales de los que aún se pintan a mano es, en opinión de la joven ilustradora, porque “es una forma de sentirnos reconfortados, como un bálsamo que nos hace saber que todos sufrimos situaciones parecidas y que no estamos solos”.
Sara también es joven, y también se ha sentido triste, pero ella al menos ha conseguido alcanzar su meta profesional, y es que cada vez tiene más fans, precisamente, porque ha sabido sacar el lado positivo a compartir las que fueron sus tristezas. “Aunque la tristeza es parte de nuestra vida, como lo es la alegría, siempre nos cuesta más hablar o compartirla con los demás”. Por ello, recuerda que si bien “mi generación creció llena de promesas y aspiraciones profesionales (y personales), que hoy distan mucho de nuestro presente, lo que nos queda es ser fieles a nosotros mismos y trabajar por cambiar nuestra realidad”.
Falta de expectativas y de libertad
No sólo son historias individuales. La crisis comienza a superarse, pero deja consecuencias a su paso, como un aumento de entre un 10 y un 15 por ciento de los casos de depresión, que ha impactado especialmente en la población joven. “No es lo mismo enfrentarse a la crisis cuando ya tienes una vida desarrollada, un estatus profesional y económico, que cuando lo tienes todo por empezar”, señala José Ramón Pagés, coordinador nacional de la Fundación ANAED (Asistencia Nacional de Ayuda al Enfermo de Depresión).
Según el experto, influyen dos factores principales, por una parte el retraso en la edad de emancipación, o incluso el hecho de volver a la casa familiar después de haberse independizado en España o en el extranjero durante una temporada, lo que impide a los jóvenes “consolidar su personalidad y su propio estatus social y económico sin estar atado a sus padres,” lo cual, obviamente, se traduce en una importante frustración. Por otra parte, está el hecho de haber visto muy mermadas las expectativas laborales. “Si te dicen que a pesar del magnífico esfuerzo que has tenido que realizar durante veinte años de estudios en total, no vas a encontrar un trabajo, o que si lo encuentras, vas a seguir sin poder mantenerte económicamente de forma independiente, es un cúmulo de cosas difícil de aguantar”.
Todo ello sumado, en opinión de José Ramón Pagés, a “la presión social y la alta competitividad que hemos establecido. No solo tienes que tener una carrera, dos másteres y saber tres idiomas, sino que además debes saber cómo comunicarte, cómo dominar las habilidades también a nivel de medios sociales. Cada vez pedimos más a nuestros jóvenes, mejor imagen, mejor habilidad de comunicación, y un largo etcétera que se convierte en una carga casi insoportable.”.
Por su parte, el psicólogo clínico Miguel A. Rizaldos apunta a que también hay que tener en cuenta que según nuestra edad nuestras reacciones ante las circunstancias de la vida pueden ser diferentes. En los más jóvenes, por ejemplo, “existe más vulnerabilidad a sufrir cambios del estado de ánimo. Digamos que se es más sensible a la regularización de las emociones”, y todo ello puede afectar en el desarrollo de una depresión.
Cómo detectarlo y cómo solucionarlo
“Los síntomas de la depresión son muchos y no tienen que cumplirse todos, normalmente todo el mundo tiene ‘días de bajada en nuestro optimismo’ que no tienen que ver con la depresión”, apunta José Ramón Pagés, sin embargo, cuando estos comienzan a darse de forma conjunta y crónica, es cuando debemos de empezar a mostrar atención. Algunos de estos síntomas son el mal humor; los cambios en el sueño, “que la persona no pueda dormir, o que sólo quiera dormir como solución a sus problemas”; o que varíe el apetito, es decir “la inapetencia tanto en lo gastronómico como en lo sexual, o bien la aparición de una ansiedad que nos pide comida a todas horas con la sensación de sentirse siempre insatisfecho”. Igualmente está el hecho de que disminuya la autoestima, aparezcan miedos y fobias, a veces en torno a las relaciones sociales, y en general, “la ausencia de fuerzas para hacer nada”.
Ante este tipo de situaciones, el coordinador nacional de la Fundación ANAED explica que hay que tomarse la necesidad de acudir a un especialista como algo natural, “a nadie se le ocurre que unos padres no vayan al Pediatra si su hijo lo necesita. ¿Por qué no vamos a acudir también a un especialista que nos ayude con nuestra salud mental?”. Precisamente como especialista, Miguel A. Rizaldos insiste en que una depresión en una persona joven no difiere tanto de una depresión en un adulto, recordando siempre que “cada caso y cada persona es distinta, y la clave está en buscar la empatía desde esa diferencia”.
Sin duda, el otro consejo, es no caer en la desesperanza, y pensar que si se ha cerrado una puerta, puede que haya que buscar la ventana que ha quedado abierta. No tener la vida soñada, no impide trabajar por hacer de esta, la mejor vida posible.
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