Cómo dejar a tu terapeuta e identificar motivos legítimos para tomar la decisión
Hay muchos motivos por los que una persona puede decidir dejar de acudir a terapia, pero comunicárselo al profesional no siempre es fácil.
Tras unas cinco sesiones, Elena, de 41 años, decidió dejar a la psicóloga con la que estaba haciendo terapia. “Veía que iba enredándome en cada sesión, como tratando de alargar el proceso”, recuerda. “No avanzaba nada y yo necesitaba ayuda ya”. Finalmente, tras pensarlo mucho, se armó de valor y le dijo en consulta que no iba a continuar. “Se lo tomó bastante mal y me soltó que debería plantearme tomar medicación cuando nunca antes lo había sugerido”, cuenta. El siguiente psicólogo, con el que le fue “bastante mejor”, ni lo mencionó.
Como en cualquier ruptura, decidir dejar a un terapeuta no es fácil. Elena ya notaba desde muy pronto que la cosa no avanzaba, pero aguantó porque “una vez que haces el esfuerzo de abrirte a un desconocido y contarle cosas muy personales, dejarlo es como rendirte y ver que todo ese esfuerzo no sirvió para nada”. En cuanto al cómo comunicarlo, pensó en hacerlo por teléfono, pero al final se decidió a hacerlo en persona. “Me parecía más correcto”, explica.
También Patricia, de 34 años, se lo dijo en persona a su psicóloga. En este caso, llevaba aproximadamente año y medio acudiendo a terapia y la reacción de la profesional fue buena. “Yo creo que están muy habituados”, cuenta. Le costó tomar la decisión y decirlo, porque «es como una relación y se crea dependencia”, pero en ese momento se sentía fuerte y consideraba que ya había pasado lo peor.
Según un análisis de varios centenares de estudios hecho en 2012, un 20% de los pacientes abandona la psicoterapia antes de haber completado el tratamiento. Es decir, son ellos y no el o la terapeuta quienes deciden dejar de acudir a consulta antes de haber alcanzado los objetivos fijados al principio. “Es extraño que ocurra”, reflexiona al otro lado del teléfono la psicóloga Silvia Sanz, “pero si no hay buen feeling, buena sintonía o sienten que no confían, muchas veces ya lo dicen en la primera consulta”, explica.
Ese, no sentir una conexión con el psicólogo, suele ser uno de los motivos principales por los que se abandona la terapia. “La relación que tienes con tu psicólogo no es como la que tienes con tu dermatólogo, aquí el vínculo que se crea es fundamental para que la terapia funcione. Es muy importante que el paciente se sienta cómodo, confiado y que no se sienta juzgado. A tu terapeuta le contarás cosas que probablemente nunca has compartido con nadie, así que la confianza y la cercanía son fundamentales”, señala la psicóloga Cristina Rodríguez Castro. Por su parte, Judit Izquierdo, CEO de la web de terapia online Siquia, añade que hay que recordar que “la terapia es un tratamiento de salud”, por lo que es muy importante que el psicólogo “aplique sus conocimientos de tal manera que la terapia sea útil para el paciente, quien debe ver avances y de cada sesión llevarse algo”.
Hay más motivos para dejar una terapia que esa falta de conexión. Cristina Rodríguez Castro señala que “acudir a terapia no es fácil” y que muchas veces “implica escarbar en cosas que nos hacen daño. Algunos pacientes no se sienten preparados, por eso es tan importante seguir el ritmo que el paciente sea capaz de llevar”. Judit Izquierdo enumera varias razones más: “que no sienta que la terapia resuelve su motivo de consulta, que esté desmotivado, que no se pueda permitir el costearse la terapia, que tras varias sesiones se sienta estancado con el profesional y quiera tener una segunda opinión, que el psicólogo tenga muy poca agenda disponible y esas horas libres no se ajusten al calendario del paciente…”.
Luego, está el otro motivo principal por el que se decide abandonar, el bueno: que el paciente considere que se han alcanzado los objetivos que se fijaron al principio, que ha conseguido resolver lo que en un primer momento le llevó a la consulta.
¿Decirlo o desaparecer?
Aunque lo más indicado es siempre dar el paso y comunicar en consulta que, por la razón que sea, no se quiere volver (“lo terapéutico es poder decirlo, está bien que busques lo mejor para ti”, indica Silvia Sanz), no siempre se hace. Tanto Elena como Patricia dejaron también a terapeutas sin avisar, pero no de forma premeditada. En ambos casos hubo un cambio en las citas (Elena canceló una porque no podía ir; la psicóloga de Patricia estuvo de baja) y no volvieron a llamar para pedir otra. Lo que le pasó a María (prefiere no compartir su nombre real), de 37 años, es distinto.
Había empezado a ir a terapia, la primera psicóloga a la que fue de adulta, porque estaba viviendo “un contexto espantoso”. Desde el principio se sintió incómoda con la psicóloga. “En vez de ayudarme a mejorar, reprobaba mi comportamiento. Señora, ya tengo una madre”, recuerda ahora. En aquel momento, estaba tan destrozada que seguía yendo, hasta que un día, cuando llevaba entre cinco y diez sesiones, acabó en urgencias con una crisis de ansiedad. Una de las decisiones que tomó a raíz de eso fue dejar de ir a terapia. Ni se planteó comunicárselo (no es técnicamente ghosting, para que lo sea la otra parte tiene que intentar ponerse en contacto y no conseguirlo).
Ahora, con la perspectiva que da el tiempo, piensa en cuánto hubiese cambiado su vida si en ese momento hubiese encontrado una psicóloga como la que tiene ahora. “Pienso en la cantidad de daño que me hice a mí misma en estos diez años y que me podría haber ahorrado. Y en lo fácil que resulta ayudar a alguien que lo necesita, pero también hundirlo”, reflexiona. A raíz de esa experiencia, tardó muchos años en volver a buscar ayuda psicológica. Cuando lo hizo, acertó: con su psicóloga actual está muy contenta y le ha ayudado mucho.
Que los pacientes no vuelvan a aparecer y no avisen no es lo habitual, pero puede ocurrir incluso cuando no se trata de un caso extremo como el de María (o de dejadez como Patricia y Elena). “Hay que tener en cuenta que muchos de los pacientes que acuden a terapia tienden a la evitación en su día a día, evitan discusiones, conflictos, conversaciones incómodas… por lo que no es raro que cuando deciden dejar de ir a terapia desaparezcan sin previo aviso, especialmente aquellos con los que todavía no se había creado un vínculo terapeuta-paciente”, explica Cristina Rodríguez Castro. “En cambio, cuando un paciente con el que llevas trabajando tiempo decide dejar de acudir a sus sesiones lo más frecuente es que lo hable contigo durante la consulta o te llame por teléfono para comentar lo que está pasando”.
La psicóloga recomienda a los pacientes que quieren dejar a su terapeuta, simplemente, hablarlo con naturalidad. “Cuando se ha creado un buen vínculo entre paciente y terapeuta es fácil que los dos perciban si hay mejorías y es momento de dar el alta. O si por el contrario los avances están siendo muy lentos, en este caso cualquier profesional entenderá que el paciente quiera probar otros métodos o consultar con otro psicólogo”, explica.
Silvia Sanz concuerda. “Em general los psicólogos no nos enfadamos por esas cosas, es parte de la vida que las personas puedan cambiar de opinión”, asegura. “Todo lo que venga bien para la persona, bienvenido sea. Si quieren dejar la terapia porque han alcanzado los objetivos, estupendo, es algo bueno. ¿Que quieren priorizar otros aspectos de su vida? Fantástico. Si es porque no hay buena sintonía, bien también. Los psicólogos no son como un fontanero, hay una parte muy humana, es importante que haya buena sintonía y eso se ve en la primera sesión”, añade.
En las ocasiones en las que se abandona una terapia porque no gusta el profesional, decirlo puede resultar más incómodo, pero Silvia Sanz recomienda siempre optar por esa opción, ya que ofrece al paciente un cierre, una despedida. «Poder decir esto no me gusta, esto no lo quiero, saber poner límites y expresar las cosas que te molestan, o que no tienes sintonía o que quieres priorizar otros objetivos en la vida… Saber decirlo siempre es bueno». Además, ayuda al psicólogo a entender por qué esa persona se va y a mejorar. «Mejor decirlo que desaparecer», concluye.
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