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Esto no va de tallas, va de grasa: ¿qué diferencia hay entre tener sobrepeso y tener obesidad?

Los expertos sugieren intentar poner remedio a corto plazo cuando se empiezan a notar signos de sobrepeso, pero nunca estigmatizar a estos enfermos.

La modelo 'curvy' Ashley Graham.
La modelo 'curvy' Ashley Graham.Getty

El sobrepeso no es una mera cuestión estética. La obesidad va mucho más allá de una batalla dialéctica entre curvy y gordofobia. Esto no va de que te quede mejor o peor la ropa. Tampoco de tener un vientre plano para vacilar en Instagram. Sobrepeso y obesidad no son sinónimos. El primero es un estado menos grave que el segundo, pero ambos forman parte de un problema de salud creciente en las sociedades occidentales. “Es una auténtica pandemia, madre de muchas enfermedades”. Así resume la doctora Ani de Hollanda, del grupo de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) los problemas de sobrepeso.

La mejor estrategia es actuar desde el primero momento. Que no se llegue al sobrepeso. Y de llegar, atarjarlo antes de que pase a obesidad. Minimizar ese aumento creciente de peso cuando estamos perdiendo el control de nuestra alimentación es un error. “Las alarmas nos deben saltar desde el mismo sobrepeso. Cuando empezamos a notar que sobran unos kilos, tendríamos que intentar ponerle freno, revisar hábitos alimentarios, disminuir el sedentarismo. Así se evitaría la progresión a grados más importantes de obesidad y la aparición de complicaciones de salud asociadas a ese exceso de peso”, explica esta experta.

Esto va de grasa, no de tallas

No todas las curvas son insanas. Depende de cuánta grasa haya en su cuerpo y cómo se distribuya. El peso normal suele definirse como aquel en el que todos los parámetros de salud, en principio, se encuentran en una zona sana. Para calcularlo se sigue usando el índice de masa corporal (IMC). “Es el resultado de dividir el peso en kilogramos entre la altura en metros elevada al cuadrado (kg/m2)». Por debajo de 18,5 es un peso insuficiente. Entre 18,5 y 24,9 tenemos un peso normal. Dentro de estos valores, puede haber fácilmente dos o tres tallas. Puedes tener una 36, 38 ó una 40 y estar sana. «Un valor de IMC de 25 o más se considera sobrepeso. Con más de 30, ya hablamos de obesidad”. La Sociedad Española de Obesidad ofrece en su página web una calculadora para saber al momento cuál es tu IMC. Por poner un ejemplo, si mides 1,65 metros y pesas 56 kilos, tu IMC es de 20,58 (normopeso). También estarás en tu peso normal con 60 kilos (IMC de 22,04). Y con 66 kilos (IMC de 24,24). Obviamente, en esa franja de pesos puedes tener distintas tallas y en todos los casos estarás sana. O deberías estarlo.

¿Se puede tener un peso normal y obesidad? Sí. Sucede en personas sedentarias con muy poca masa muscular y un procentaje alto de grasa. ¿Y tener un IMC muy alto y estar como una rosa? También. Ambos casos se explican porque la grasa pesa mucho menos que el músculo, pero abulta más. Es muy probable que una atleta de crossfit o de halterofilia tenga un IMC más alto que tú, pero lleve una talla de pantalón más pequeña. Por el contrario, una persona no excesivamente oronda, pero con tripa de no levantarse del sillón, puede tener obesidad. De ahí que, además del IMC, se mida la circunferencia abdominal con una conta métrica convencional y el porcentaje de masa grasa con básculas de bioimpedancia. “Se puede tener un IMC normal y tener una circunferencia de cintura en rango de obesidad porque hay grasa acumulada dentro del abdomen, tanto alrededor de los órganos como dentro de ellos (es el caso del hígado graso). Esta situación se asocia a diversas complicaciones metabólicas (diabetes, hipertensión, dislipemia). Porcentajes de tejido adiposo abdominal superiores al 25% en hombres y del 30% en mujeres se consideran en rango de obesidad”.

Cuanto más subamos por encima de nuestro peso, más posibilidades de sufrir complicaciones cardíacas, tener dolores de espalda o de rodillas, apnea o ronquidos durante el sueño y una larga lista de problemas de salud. Incluso a edades muy jóvenes. Por si fuera poco, perder un par de kilos no requiere demasiado esfuerzo. Bajar 20, 30 o los casi 70 que perdió Adele llevan meses y un replanteamiento total de estilo de vida. De ahí que los endocrinos sean implacables: mejor prevenir y remediar las cosas a tiempo para evitar males mayores.

No son obesas, sino personas con obesidad

Disparadas las llamadas de atención a los enfermos, también dan un tirón de orejas a la sociedad. “Hay que dejar de estigmatizar a la persona. Dejemos de hablar de obesos. Las personas se definen por lo que son, no por su volumen corporal. Hablemos de personas con obesidad. No lo veamos como una falta de voluntad y asumámoslo como lo que es, una enfermedad con sus efectos perjudiciales para la salud”. Este es el punto de inflexión más complicado para quien comprende que los michelines, aunque no le preocupen estéticamente, pueden lastrar su salud. “Iniciar el cambio de estilo de vida pasa por la aceptación del propio cuerpo, reconocer que hay un problema. El estilo curvy pretende que las personas con sobrepeso y obesidad luzcan y se sientan bien y eso es positivo. Pero no podemos promover ni normalizar el sobrepeso y la obesidad”. Los psicólogos ya hablan de megarexia, una distorsión del cuerpo donde la persona con obesidad no se percibe como tal.

Si sola no puedes, busca ayuda

Detrás del sobrepeso o la obesidad, rara vez hay hedonismo, autocomplacencia o falta de voluntad. Hay vidas complicadas que lo último que necesitan son regañinas. “A poco que rascas te encuentras con personas con falta de tiempo porque el trabajo o las cargas familiares les obligan a comer rápido y mal. Que tienen dos trabajos mal pagados y no encuentran la forma de encajar un rato para hacer ejercicio. Que llegan a casa agotadas y comen lo primero que encuentran. O que cargan con problemas emocionales enormes, desde estrés a depresión. Comprometerse con un estilo de vida saludable, entendido como dieta y deporte, se les hace terriblemente cuesta arriba”, apunta la dietista Virginia Gómez, más conocida en redes sociales como Dietista Enfurecida. “El dietista-nutricionista les puede poner una dieta, pero es normal que necesiten un apoyo psicológico profesional”.

Desde la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (ANPIR), Miriam Félix, experta en trastornos alimentarios y obesidad, destaca el papel estos profesionales. “Ayudan a que la persona entienda los factores psicológicos que le pueden llevar a comer de forma inadecuada y la guían para modificarlos, a la vez que monitorizan y promueven el cambio en la conducta alimentaria y la actividad física”.

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