Lo que esconden las pelucas de Michaela Coel en ‘Podría destruirte’
O cómo los estilismos de la protagonista de la serie del verano visibilizan (y visten) el trauma.
Con una peluca rosa con raíces. La primera vez que vemos a Arabella en Podría destruirte, su pelo funciona como una extensión de su mente: aunque inspira confianza en sí misma, está bloqueada, atrapada por el deadline de su libro, incapaz de escribir y terriblemente dispersa. Como las raíces de su peluca.
Michaela Coel, la guionista y protagonista de Podría destruirte (HBO), la mujer que dijo ‘no’ al millón de dólares que ofrecía Netflix para hacer las cosas a su manera con la BBC y HBO, tenía claro que tanto el vestuario como peluquería en su serie debían captar todos los simbolismos y esa montaña rusa emocional que caracteriza a su personaje. Siguiendo el camino de otra británica ilustre en esto de triunfar con sus productos televisivos sobre mujeres difíciles (Phoebe Waller Bridge), Coel, de ascendencia ghanesa –su madre llegó a Londres y crió sola a sus hijos limpiando escaleras y trabajando como enfermera–, es una de los 40 under 40 en la lista de Fortune, El futuro al que mirar. La nueva mente prodigiosa de la televisión.
Superviviente de una violación por sumisión química (droga en la bebida) mientras escribía la segunda temporada de Chewing Gum –la serie que protagonizaba y guionizó para Netflix–, Coel ha hecho de su trauma la mejor televisión posible: explorar sin victimismo, con visiones poliédricas y nada complacientes las consecuencias y raíces del consentimiento y la cultura de la violación en una sociedad dispuesta a explotar y engullir productos que indaguen en ello (ahí está su editora en la serie gritando «¿Escribir sobre tu violación? ¡Excelente!»).
En Podría destruirte, seguimos la vida durante un año de Arabella Essiedu, una joven del este de Londres que triunfó –en likes, no en libras– gracias a una cuenta de Twitter ingeniosa y que trabaja en la continuación de su libro debut, Crónicas de una millennial harta. La noche antes del deadline de su primer avance a la editorial, Arabella intenta airearse, evadirse de la responsabilidad y sale con unos amigos. En un bar será drogada y agredida sexualmente por un extraño, una experiencia basada en la de Coel. Durante toda la temporada, que emitió su último episodio hace unos días, Arabella trabaja su trauma a su manera e intenta encontrarse a sí misma profesionalmente, junto con sus mejores amigos, el instructor de fitness y entusiasta de Grindr Kwame (su compañero de escuela de teatro y amigo en la vida real Paapa Essiedu) y la aspirante a actriz. Terry (Weruche Opia). Ellos dos, a su vez, atraviesan sus propias luchas e incógnitas frente a agresiones y encuentros sexuales en los que la barrera del consentimiento y la sinceridad es difusa o violenta.
Si algo tenía claro es que sus looks y pelo también debían visibilizar el viaje psicológico de su personaje. Aliada con la peluquera y maquilladora Bethany Swan, la guionista decidió que su peluca lila (vista en Italia en flashbacks) reflejase su mejor estado anímico, el rapado funcionase como catarsis y la peluca negra alisada, su fase más dispersa tratando de ser otra persona.
El vestuario también completa al personaje. Lynsey Moore, estilista de la serie, aporta lógica a la vida precaria y ese espejismo de éxito que en realidad no añade ceros en la cuenta corriente del personaje. Arabella será famosa en Twitter, pero no adoptará esos looks estudiados de instagramer (la creatividad sobre su individualidad prima sobre las modas) y tampoco podrá permitirse marcas de semilujo. Inspirándose en grupos femeninos de los 90 como Eternal o TLC, tanto Coel como Moore decidieron que vistiese vaqueros de tiro alto con cinturón, ropa de segunda mano y algunas gangas encontradas en tiendas como Beyond Retro o Rokit, así como prendas del mercadillo de Portobello o eBay.
El trauma no solo se lleva por dentro.
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