Las mascarillas negras de carbón activo funcionan (pero jamás deben aplicarse en los dientes)
Las necesidades químicas de este ingrediente limitan su actuación para no causar irritaciones.
En los últimos años el carbón activo (o activado) ha sido el ingrediente cosmético estrella de Instagram. No había famosa –desde Khloé Kardashian a Vanessa Hudgens – que no subiera el consabido story con la mascarilla negra. Los reclamos publicitarios le atribuyen propiedades detox, purificantes y anticontaminación. Se habla de ‘imán contra las impurezas’, ‘un remedio contra la polución urbana’ y un potente agente ‘para equilibrar la producción sebácea’. Pero lo que en realidad ha convertido esta mascarilla en la Beyoncé de los ingredientes cosméticos es su capacidad para regalar a la usuaria la experiencia de embadurnarse la cara de negro y ganarse con ello muchos likes. Lo que nadie cuenta es que, como pasa con Beyoncé, detrás de su éxito hay muchos otros activos anónimos trabajando.
Por eso algunos expertos en cosmética cuestionan su éxito. No es que no funcione, pero más que Queen B viene a ser como la Spice Pija: pone la imagen cool dentro de un grupo donde el trabajo duro lo hacen los demás. En su caso, otras arcillas. La más habitual es la bentonita, un derivado verdoso de cenizas volcánicas, que al secarse arrastra el sebo y la suciedad de los poros. O el caolín. Para Raquel Marcos, doctora en Química y una de las voces más influyentes en Instagram sobre ingredientes cosméticos desde su perfil @cosciencia, el carbón activo “es un material muy bueno en laboratorio porque es muy absorbente. El problema es que para que sea eficaz necesita un tiempo de exposición muy superior al que lo usamos. Por eso, en las mascarillas o limpiadores es más un reclamo visual”.
No es malo, es que no le da tiempo
Hay muchos estudios sobre el carbón activo, pero se circunscriben al campo de la ciencia de los materiales. Y no es lo mismo observar el comportamiento de un elemento sobre una placa de Petri que ponerlo directamente sobre una piel viva. “Su efectividad es dependiente del tiempo de aplicación y del pH. Los estudios demuestran que es más eficiente en un rango de pH ácido y con aplicaciones de más de treinta minutos”, explica Marcos en su libro Belleza con Ciencia (Martínez Roca), una auténtica Biblia recién publicada sobre ingredientes y formatos cosméticos en lenguaje apto para no expertas. “Lo que sucede es que no podemos dejar esa mascarilla puesta tanto tiempo porque es irritante. Hay que aclararla bastante antes, así que la actuación del carbón activo es bastante limitada. Con otros componentes, en cambio, diez o quince minutos es suficiente”.
No quiere decir que el producto no funcione. “Lo hace, pero el reclamo destaca el ingrediente más llamativo para captar la atención de la consumidora, aunque actúe en sinergia con otros”. Es Victoria Adams haciendo coros, mientras Gerry Halliwell se arranca con las estrofas en solitario. En el caso de las exfoliantes de Soivre, ese papel lo encarna la perlita, un vidrio de origen volcánico muy absorbente. Scrub & Detox de Filorga también lleva microesferas volcánicas. La mascarilla de La Chinata apuesta por arcilla y caolín. Son solo algunos ejemplos de cosméticos negros que cumplen su cometido, pero donde el carbón activo pone la imagen y juega un discreto papel secundario.
En las mascarillas peel-off contra los puntos negros los protagonistas son ciertos polímeros, como el alcohol de polivinilo. “El sebo oxidado en los poros se adhiere a este alcohol debido a su carácter lipófilo. Cuando la mascarilla se seca, el punto negro –o lo que pille por el camino– se queda adherido y se retira. La incorporación de carbón activo” –reitera la experta– “no tiene ningún efecto más allá de una foto divertida con la cara negra”.
El peligro de aplicarlo sobre los dientes
La locura por el carbón activo también ha aterrizado en el terreno de los dentífricos. Hay quienes aseguran que frotar con un poco de carbón activo sobre los dientes es mano de santo para dejarlos más blancos. Raquel Marcos se hace eco de las advertencias de muchos dentistas: este consejo carece de base científica y supone una amenaza real para el esmalte. “Añadir carbón activo al cepillo de dientes para dejarlos más blancos es como lijar una superficie de madera. No es que quites la capa marrón que afea el diente, ni que retires el biofilm, es que pules el esmalte con una exfoliación mecánica. Y a diferencia de la piel, el esmalte no se regenera. Si lo eliminas poco a poco puedes llegar hasta la dentina, que es la parte interior del diente”.
Los dentífricos con carbón activo serán seguros siempre que “la concentración y abrasión estén controlados para no causar los mismos problemas que si se aplica en estado puro directamente sobre el cepillo”.
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