«Es como llevar encima a Francia y al sol»: así se convirtieron los ‘Terracotta’ de Guerlain en los polvos bronceadores más vendidos
Esta es la historia de los polvos más deseados del mundo: un producto de culto que cumple 40 años
Sucedió como suelen suceder los grandes fenómenos: por accidente. Tras un sinfín de años en los que griegos y romanos se maquillaban incluso con yeso para que sus pieles parecieran más blancas -evocando pureza, salud y estatus social frente al bronceado que representaba trabajo al sol y pobreza-, en los locos años 20, la mismísima Gabrielle Chanel regresa a París de sus vacaciones por el Mediterráneo con la piel morena. Como ocurre siempre con tales genios, el mundo entero comienza a imitarla: así que, durante varias décadas, el culto al sol da la vuelta al mundo hasta que, en los años 80, la ciencia advierte sobre lo nocivo de sus rayos sobre la piel.
Y entonces es cuando surge el icono. En 1984 nacen los primeros polvos bronceadores del mercado: se llaman Terracotta, llegan como una promesa de tierras lejanas, un continente soñado donde el sol es el rey y la belleza soberana y lo hacen de la mano de Guerlain, la marca que más de cien años antes había revolucionado el mercado de la belleza con el primer lápiz labial en barra. En la década en la que todo era posible y en la que el mundo quería estar moreno durante todo el año, una polvera en el bolso de cualquier mujer lograba iluminar y colorear su rostro con tan solo una pasada y conseguir ese efecto bronceado en un instante sin importar la época del año o el tono de piel. El fenómeno era real.
Desde entonces miles de marcas han lanzado sus propios polvos, procurando uno de los segmentos del maquillaje más exitosos de la historia. Sin embargo, solo uno de tantos ha generado a lo largo del tiempo una expectación tal: 17 años después, en 2001, el bronceador mate Hoola de Benefit Cosmetics llegaba para arrasar y competir a la altura, pero Guerlain no dejó que sus Terracotta quedaran en el olvido y continuó renovando sus versiones cada temporada sin alejarse de su fórmula maestra y su aroma inconfundible de flor de cananga. Continuando en el podio, hoy es el producto estrella de la firma y también del mercado en su categoría: no en vano se vende una de sus polveras cada 25 segundos -o, lo que es lo mismo, 144 unidades por hora-, y más de un millón de mujeres y hombres confían cada año en su poder para broncear la piel.
“Soy una fan loca de los Terracotta. En realidad, son una anomalía en mi neceser porque es un cosmético que no me pega nada: no soy de polvos ni soy de bronceadores, pero para mí este producto es casi un artefacto cultural, aunque suene muy pedante. Por supuesto, me cambia la piel y el ánimo en dos segundos. Es como llevar encima, a la vez, a Francia y al sol”, confiesa a S Moda una experta de la belleza como María Martínez, co-fundadora de Laconicum. En efecto, igual que solemos decir rímel para referirnos a una máscara de pestañas (por la marca Rimmel London que le dio popularidad), en el mundo del maquillaje todos saben lo que son unos Terracotta, sea de la marca que sea.
María Martínez añade más: «Los he tenido en muchas versiones: tengo la nueva y cuando la probé no podía parar de mandar whatsapp para contar la maravilla que eran». Se refiere a la nueva edición que la firma acaba de lanzar en marzo de 2021… ¿Que por qué relanzar y editar un producto que ya es icono? En Guerlain lo tienen claro: querían acercarse aún más a la tierra que les dio origen e inspiración. «Con una nueva formulación de los legendarios polvos que se hace eco de nuestro compromiso con la naturalidad, rompiendo nuevos límites y utilizando un 96% de ingredientes de origen natural, pero con una sensación sensorial inalterada», comentan desde la firma.
Así que a su fórmula, tan secreta como la de la Coca-Cola, que ahora cuenta con seis tonalidades diferentes en tres intensidades –light, medium y deep-, han añadido aceite de argán natural de Marruecos infusionado para que, además de preservar la hidratación de la piel, aporte un confort de larga duración. Son estos dos, tal y como nos cuenta el maquillador Gabriel Llano, sus grandes valores: «Son unos polvos clásicos e imprescindibles. Los hace especiales la gama de tonos que se adaptan bien a todos los tipos de piel y, sobre todo, su durabilidad».
Son, en resumidas cuentas, unos polvos de sol de culto y un bronzing powder revolucionario desde su origen que, a lo largo de los años, se han convertido en objeto de tradición y han pasado de madres a hijas y han utilizado tanto hombres como mujeres: «Cualquier Terracotta nos ayuda siempre a levantar el tono, a contornear y dar volúmenes a la cara y, sobre todo, a subir el moreno, que es un aspecto que a todo el mundo le encanta. Los utilizo, en el caso de los hombres, para finalizar el maquillaje en toda la cara y subir el tono, sobre todo en invierno. Y para las mujeres, con una brocha un pelín para marcar el pómulo y en la frente bajo la línea del pelo porque ayuda a contornear la cara y a ovalarla, dando una sensación de una cara un poquito más angulosa», aconseja Gabriel Llano.
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