El peinado como seña de identidad
El cabello es un símbolo poderoso. Según un estudio, el 70% de las mujeres se ha arrepentido alguna vez de un corte.
Tiene fuerza. Y ocupa mucho espacio en las revistas, las leyendas, los mitos y los traumas. El cabello y su estética –su color, su brillo, su longitud, su rizo y peinado– obsesionan. A ellos, porque se les cae. Y a ellas, porque las transforma. Para bien y para mal. El 70% de las mujeres se ha arrepentido alguna vez de un corte de pelo, según un estudio reciente de Wella Professionals. Muchas se han enfadado, han llorado o maldecido a su peluquero. Es una historia común. En apariencia. Detrás de la pataleta se esconden simbologías, neuras, rasgos de la personalidad y, también, seducción.
«Mirarnos al espejo es lo primero que hacemos cada mañana. Necesitamos saber quiénes somos y cómo nos encontramos: nuestra carcasa lo anuncia. Además, la imagen es esencial. Según se dice, tenemos tres minutos y 40 segundos para causar una impresión», plantea la psicóloga Alejandra Vallejo-Nágera. Un dato impactante: «Cuando se diagnostica un cáncer, algunas mujeres preguntan cuándo se les caerá el pelo en vez de cuánto se acortará su vida», señala la profesional. «El peinado supone el 60% del look», insiste el estilista Jairo Alonso, del salón Rizos.
También es un reflejo del estado anímico. «Nos arreglamos menos cuando estamos deprimidos. Un pelo perfecto es sinónimo de una persona sana. Además, un peinado ideal da confianza y genera seguridad», propone Andreas Stavrou, jefe creativo de GHD. Stavrou lleva 27 años en el sector. Su regla de oro: hay que ganarse la confianza del cliente. «No es sencillo. Yo recurro a recortes de famosas con las mismas facciones que la clienta y le doy mi propuesta de peinado». Los hábitos han cambiado. «Antaño las mujeres se dejaban aconsejar y seguían la tendencia. Hoy buscan personalidad», corrobora Jordi Vázquez, director artístico de Llongueras. Otra diferencia: la tiranía del reloj. «La frase que más escucho es: “Tengo 30 minutos, ¿me atiendes?”», afirma Vázquez.
El cabello es un símbolo poderoso. Su imagen es impactante. Y si no, que se lo pregunten a Britney Spears. La cantante acudió a la peluquería californiana Esther’s Haircutting Studio en 2007. Exigió que la raparan. La estilista del salón, Esther Tognozzi, se negó. La solista cogió la maquinilla y se la pasó por la cabeza. Adiós melena. Las fotografías dieron la vuelta al mundo. ¿Se había vuelto loca? ¿O más bien todo lo contrario? «Intentó recuperar las riendas de su vida. La melena es una manera de hacerlo. Muchas celebrities con éxito desean romper con su pasado y empezar de cero. Recordemos que también se tiñó y que un tinte significa un cambio de ideas», opina el peluquero Alberto Cerdán.
También de personalidad. «Los colores claros se asocian con la inocencia. Los oscuros, con las personalidades fuertes», afirma. El peinado es parte de la identidad. «Se puede elegir entre lo arriesgado o lo conservador; entre un pelo teñido o natural; entre uno desaliñado o inmaculado… Cada elección nos define», opina Teresa Calleja, directora de marketing de Marlies Möller.
Spears luchaba por decidir, en vez de acometer. Así opina Alberto Cerdán. No es la primera; existen precedentes. El cómic, el cine, la literatura, la música y la moda están trufados de personalidades fuertes con el pelo corto o al cero. Ahí están Eddie Sedwig, Sinéad O’Connor, Coco Chanel, Evey de V de Vendetta, Jean Seberg en Al final de la escapada, Mia Farrow en La semilla del diablo… La fragilidad unida a la fuerza. Otro icono: Juana de Arco. El estilo de la heroína inspiró el bob nacido en París en 1909. Un género donde abundan las pelonas es la ciencia ficción: la agente Ripley en Alien 3, las mujeres de Dune, Evanna en Minority Report…
«Pasar del largo al corto sorprende. En la mitología, las melenas eran alegorías de la fuerza, la belleza, la sabiduría y el prestigio», opina Anthony Llobet, estilista de Tresemmé. También en la Biblia y en la religión: a Sansón le cortaron el pelo antes de reducirlo. Y los monjes budistas y cristianos marcan su renuncia a los placeres mundanos despidiéndose de sus mechones. Más rechazos: las feministas y lesbianas huyen del canon clásico con peinados de cadete. Spears dejó a más de uno boquiabierto. ¿Por qué? «Las melenas son parte de nuestro imaginario colectivo y de la iconografía popular. En Occidente el largo se relaciona con la belleza pura», opina Cerdán. «Me parece representativo el capítulo de Mujercitas donde cortan la cabellera a las niñas para venderla. O Rapunzel, que ayudaba a su príncipe a trepar a la torre con su melena hasta que la malvada bruja se lo cortó… El cabello es un rasgo femenino», afirma Calleja, de Marlies Möller.
También es un arma de seducción y un fetiche. «Es una forma de comunicación entre sexos, un instinto animal. Si los labios son el símbolo del amor, el cabello lo es de la pasión», opina Cerdán. También es un gesto de coquetería. «La emperatriz Sissi se cepillaba de manera obsesiva. Su cabellera se considera la esencia de su atractivo», afirma Javier Garcés Prieto, presidente de la Asociación de Estudios Psicológicos y Sociales.
La aventura evolutiva de este rasgo no tiene desperdicio. «Las mujeres de nuestros antepasados protegían a sus bebés con el cabello. Este hábito podría explicar por qué los humanos tienen más pelo en la cabeza que en el resto del cuerpo, algo que no sucede con otros primates. Incluso podría explicar por qué los hombres se quedan calvos y las mujeres no», defiende Garcés. Pero algo está cambiando; cada vez se nos cae más el pelo. «La alopecia androgenética femenina (APF) afecta a un 40% de las españolas. A los hombres les preocupa parecer mayores y no triunfar en el trabajo. A las mujeres, perder la seguridad y parecer enfermas», explica Juan Carlos Vázquez, coordinador médico de Svenson. ¿Por qué se nos cae también el pelo? «Depende de factores hereditarios y hormonales. Las mujeres lo pierden tras el embarazo, también influyen el estrés y las dietas pobres en aminoácidos y en ácidos grasos esenciales como el Omega 3 y el Omega 6».
El break-up cut, o corte post-ruptura, es común entre las mujeres. Es una tradición en la que coinciden varias culturas. «Tengo una clienta japonesa. Cuando rompió con su pareja, me pidió que la rapara. En Japón es importante cambiar radicalmente de imagen para empezar de nuevo», relata Lloblet, de Tresemmé. «El problema suele estar en nuestro interior no en el cabello. Los peluqueros no deberían ceder al primer impulso de la clienta», opina Vázquez, de Llongueras. Hay quien se repone de un mal trago saliendo de compras y quien necesita visitar la peluquería. «Para muchas mujeres el pelo y los zapatos lo son todo», corrobora Rosa Sevilla, responsable técnico artístico de L’Oréal Professionnel.
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