Celos por tus logros y otras cuatro claves para diferenciar una amistad sana de una amistad tóxica
Tendemos a intentar conservar las amistades, sin pararnos a pensar en si nos siguen aportando algo bueno o no en cada momento de la vida.
“Si duele no es amor”. Es una frase que hemos oído hasta la saciedad, y que, pese a sus muchos matices, intenta aclarar que no todas las relaciones de pareja son sanas. Algunas son tóxicas y hay que huir de ellas. Pero lo cierto es que no solo nos puede afectar a nuestra integridad y autoestima una relación de pareja. Nos afectan las relaciones familiares, las relaciones laborales, y en especial, las relaciones de amistad. Más aún estas últimas. Porque al contrario que con un compañero de trabajo o que con la mayoría de los miembros de nuestra familia, con un amigo compartimos una mayor intimidad: nuestros miedos, preocupaciones, anhelos, inseguridades. Incluso nuestros mayores secretos. Algo que resulta inofensivo cuando la otra persona quiere nuestra felicidad, pero que puede ser un problema si resulta no ser tan buen amigo como pensábamos.
“Nos encontramos con personas a lo largo de nuestro camino y nos vamos quedando en estas relaciones sin reflexionarlas profundamente, sin decidir conscientemente si realmente queremos esa relación en nuestra vida o no”, apunta la psicóloga Emma Ribas. Algo totalmente cierto. Tendemos a intentar conservar las amistades, sin pararnos a pensar en si nos siguen aportando algo bueno o no en cada momento de la vida. “Una buena recomendación sería reflexionar con cómo me siento con cada una de las amistades que tengo”, prosigue la experta. Y es que, en cuestión de amistad, la calidad también debería primar sobre la cantidad. Aunque a veces nos resulte más difícil romper con un amigo que con una pareja , y necesitemos ver de forma más obvia las señales de alerta. Aquí van algunas claves para aprender a diferencias las amistades buenas de las que son tóxicas.
No perdernos el respeto
Tenemos muy claro que una relación sana con una pareja debe basarse en el respeto mutuo. Pero, con los amigos, somos más laxos. Por algún motivo acabamos aplicando aquello de “donde hay confianza da asco”. Podemos cancelar una quedada sin avisar, dejar llamadas sin contestar, insultar de broma aunque sepamos que a esa persona le sienta mal, o incluso humillar en público para hacer la gracia, porque “a los amigos se les perdona todo”. Nada más lejos de la realidad. “Si no hay respeto no hay relación sana”, insiste Emma Ribas. Y esto se aplica a cualquier tipo de relación. “Tener respeto por la otra persona significa que me acepte como soy, que no me esté juzgando constantemente (por ejemplo, por mi trabajo, por mi aspecto o por mi pareja) y, por supuesto, que no me humille ni me insulte”. Algo que parece obvio, pero que si nos ponemos a analizar las personas que han pasado por nuestra vida quizás no lo sea tanto.
Alegrarse por los logros del otro
La envidia existe, también entre amigos. Esto, nos guste o no, es una realidad. Pero una cosa es la envidia sana en la que te alegras, aunque una pequeña parte de ti también querría ese mejor puesto de trabajo, o poder irse a ese estupendo viaje de vacaciones y otra es que lo que es una buena noticia para un amigo, se acabe convirtiendo en un problema para ambos. “Un rasgo de una amistad tóxica es aquella que se cela de tus logros, avances o buenos momentos”, apunta a este respecto la psicóloga Yolanda Cuevas. No solo no comparte tu felicidad, sino que hace lo posible por amargártela. “No te felicita, o les quita importancia a tus logros, los anula o directamente los critica dándote una visión distorsionada. Todo buscando disminuir tu valor”. Una amistad que desde luego resta a tu autoestima y que tendrás que replantearte.
No monopolizar la relación
Insistimos en que cuando tenemos una relación romántica con una persona, esta no nos debe impedir tener otras amistades. Una sola persona no puede ser el centro de nuestra vida ni ofrecérnoslo todo. Sin embargo, a veces es precisamente un amigo el que monopoliza nuestro tiempo o el que nos acaba poniendo en contra de otras amistades anteriores por puros celos. “Un buen amigo es el que, si pasas por su mesa, saludas y decides sentarte en otro sitio con otra gente, su sonrisa se mantiene y es permisiva, y además no toma nota. Te sientas donde te da la gana, mi compañía es perenne”, describe el también psicólogo Nacho Coller. Algo también aplicable a que entienda que ese fin de semana tienes planes con otro grupo de amigos o que quieres irte con tu pareja de vacaciones. En cambio, una mala señal es que sea del tipo de persona que “cuanto más mal rollo, más está en su salsa”, y que tienda a “fomentar el cotilleo y el enfrentamiento”, en palabras de Coller.
Ser confidentes con verdadera confianza
“Sin confianza no hay amor” suele decirse. Pero mientras lo decimos advertimos de que antes de hacerse una foto sexy y mandarla a una pareja, debemos pensar en que esa persona, quizás deje de ser nuestra pareja algún día, y pueda llegar a usar esa foto en nuestra contra. Con un amigo, no nos lo pensamos tanto, y en cuanto nos sentimos a gusto acabamos compartiendo todo tipo de intimidades y cuestiones personales. Todo ello sin pensar si esa persona es realmente de fiar o si, llegado un conflicto, o incluso el fin de nuestra amistad, seguirá siendo nuestro confidente o nuestra vida acabará en boca de todo el mundo. “Si estoy en una relación de amistad en la que no confío y tengo miedo a que esa persona me traicione, esta sería otra señal de una relación tóxica”, resume Emma Ribas. A este respecto, lo mejor es ir abriéndonos poco a poco, para ver cómo reacciona esa persona y no contar toda nuestra vida tras las primeras cervezas.
Para lo malo, pero también para lo bueno
Una amistad sana significa estar en lo bueno y en lo malo. Esto se traduce en que una persona que solo te llame para salir de fiesta, es solo eso, un compañero de fiesta, pero no un verdadero amigo. Pero ojo, que también se da el caso contrario. El que solo te llama para quejarse, contarte desgracias y problemas. Tanto que después de cada conversación o de cada quedada tenemos una sensación de agotamiento, como si nos hubiéramos quedado sin pilas. “Es ese tipo de amistad que te agota emocionalmente tras un encuentro. Te empapa de sus problemas, un yo, me mi conmigo”, visualiza Yolanda Cuevas. No solo eso, sino que parece que solo recurre a ti cuando necesita algo, aunque solo sea consuelo. “Es una persona que solo recurre a ti cuando te necesita, se focaliza en sus necesidades y no está al tanto de las tuyas. Aquí se pierde la reciprocidad”, insiste la psicóloga. Hay que tener cuidado porque en este tipo de relaciones tóxicas “esas amistades te utilizan para su propio beneficio sin ningún remordimiento. Si no lo haces, encima el mal amigo eres tú…”, concluye Yolanda Cuevas.
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