Oda al rojo de labios (que nunca es neutro)
“No puedo ni imaginar que me aburro del rojo”, decía Diana Vreeland, que se coloreaba siempre el labio de color escarlata. De todos los productos de maquillaje, ninguno ha tenido el poder simbólico pintalabios rojo. Su percepción social dice mucho del papel que las mujeres han tenido en cada momento


Puede que haya fluctuado a lo largo de sus 150 años de historia, pero la potencia simbólica de la barra de labios siempre ha producido encendidas respuestas. Así lo defiende la periodista Rachel Felder, que ha escrito todo un libro sobre la materia, Red Lipstick. An Ode to a Beauty Icon (Labial rojo. Una oda a un icono de la belleza): “De todos los productos de maquillaje llamativos que las mujeres pueden usar —máscara de pestañas en negro intenso, delineadores para definir los ojos, polvos, cremas y geles para contornear, corregir o acentuar—, nada tiene el poder intenso del lápiz labial rojo. Vívido, carismático y llamativo es femenino, pero nunca recatado. Sensual, glamuroso y sofisticado, es un comunicador audaz que transmite seguridad y fuerza (en algunos contextos incluso desafío) sin pronunciar ni una palabra”. Para algunas será el complemento final de un evento importante; para otras, parte de su identidad cotidiana. Porque si la apariencia es una manera de comunicarse de manera inmediata, pocos golpes de efecto son tan directos como los de los pigmentos rojos coloreando una boca.
Vívido, carismático y llamativo es femenino, pero nunca recatado.
El busto más famoso de Nefertiti, el que se conserva en el Neues Museum de Berlín, da cuenta de que ya en el siglo XIV a.C. las mujeres se maquillaban los labios, al menos en el Antiguo Egipto. La percepción social del gesto dice mucho de cada periodo de la historia y del papel de las mujeres en cada contexto. Por ejemplo, las prostitutas en la Grecia clásica estaban obligadas a pintarse, para que se las identificara bien; mientras que las sufragistas estadounidenses de principios del XX adoptaron el labio rojo como símbolo contestatario. Las geishas se coloreaban los labios con una tintura obtenida mezclando pétalos de un tipo de cártamo japonés, y la reina Isabel I de Inglaterra, con polvo de cinabrio o con cochinilla. Este último insecto, cuenta la maquilladora Lisa Eldridge en Face Paint: The Story of Makeup, era el que se usaba para teñir lo que se conocía como Spanish wool (lana española) en la época de la Regencia británica. Eran codiciadas piezas de tejido, de unos cuatro centímetros, que las mujeres teñían con distintos tonos; con ellas, al igual que con la esponjilla actual, se aplicaban las mezclas de pigmentos en labios o mejillas (porque la cosmética multifunción no la inventó TikTok).

Universalmente favorecedor, el rojo hoy se presenta en variaciones infinitas: del burdeos más intenso al rojo teja o el rosado que se camufla con el labio. En acabado mate o tan brillante como el charol, con subpigmentos azules o tonos cálidos. Aplicado a suaves toques, para un efecto mordido, o buscando la perfección. En este último caso hace falta paciencia y un lápiz perfilador con el que dibujar el contorno. La línea de maquillaje de Carolina Herrera acaba de lanzar Fabulous Kiss Lip Liner en ocho tonos enriquecidos con ácido hialurónico y ceras suaves para asegurar que la punta se desliza suavemente. Porque el siglo XXI trajo al maquillaje la demanda inapelable de comodidad y facilidad de uso.





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