10 errores de belleza que debemos dejar de cometer
No lavar las brochas, elegir una base de maquillaje que no se adapta a nuestro tono de piel y pasar del tónico son algunas de las cosas que hacemos mal.
1. No lavar brochas y esponjitas de maquillaje
Pasean campantemente por encima de la piel y pueden trasladar ciertas enfermedades infecciosas de un punto a otro de tu rostro. Lo ideal es usar instrumentos desechables o, a la menos, “limpiarlos como mucho cada 15 ó 20 días”, explica Agnieszka Pazdzior, directora de formación de Benefit.
2. No limpiarte bien la cara
A estas alturas todas sabemos la importancia del aseo facial. Para desobstruir los poros y que la piel funcione correctamente y para que el cutis recupere la luminosidad que difícilmente tendrá bajo una tonelada de suciedad. Pero una cosa es la teoría y otra, la práctica. Y esto último nos dice que el trámite de la higiene facial diaria se hace tirando a regulín. Aunque hay productos como el agua micelar que retiran maquillaje y suciedad, si el la base de color es muy densa lo mejor es eliminarla primero y luego asegurarse de retirar el resto de desechos. “Para esta segunda fase se emplea un gel limpiador suave específico para rostro (dicho de otra manera, no, no y no el jabón de manos convencional). Aplicado con un cepillo limpiador facial nos llevaremos los restos de maquillaje, las partículas de contaminación y las células muertas que no hayan desaparecido con la limpiadora”, recuerda Itziar García Michelena, directora de comunicación de Clinique.
3. Prescindir del tónico
La utilidad del tónico facial viene a ser como el fuera de juego en fútbol: todo el mundo sabe de su existencia pero pocos aciertan cuando tienen que explicarlo. Antes de nada, un breve recordatorio de la clase de biología: el pH de la piel es 5,5 mientras que el del agua es 7. Las leches limpiadoras, según la marca, oscilan entre un pH de 5,7 y más de 6. ¿Y eso es malo? Pues bastante. Las bacterias patógenas que deambulan por encima de nuestra piel solo pueden descargar su maldad (o sea, infectarnos) cuando el pH se alcaliniza (vamos, que supera el 5,5). El agua y el jabón así como las leches limpiadoras elevan ese pH. El tónico será el encargado de devolver la piel a su nivel de pH neutro y dejarla lista para absorver los activos de los tratamientos. Como te contamos en otro artículo de S Moda. No abandones el tónico, el nunca lo haría.
4. Aplicar calor sin termoprotector
Las altas temperaturas de las planchas, el rizador y el chorro del secador debilitan hasta el exterminio algunas proteínas y lípidos vitales de la fibra capilar. “Un protector térmico añade una fina película que lo protege de esa agresión. Además pueden ayudar a controlar el encrespamiento y pueden llevar partículas de brillo para darle luz….”, explica Patrick Phelippeau, director general de Jean Louis David España.
Cortesía de GHD
5. No lavar cepillos y peines
Si lavas la ropa y las toallas, ¿por qué no los útiles de peinarte? Día tras día acumulan polvo, restos de productos de styling y sebo. “Por eso hay que lavarlos frecuentemente. Lo mejor es dejarlos toda la noche inmersos en agua muy caliente y una gotita de producto antigrasa (vale el lavavajillas)”, recomiendan en Svenson.
6. No usar base en las uñas
Sí, de acuerdo, vamos con prisa. Y siempre que podemos nos saltamos pasos. Pero hacerle la cobra a la base de esmalte no es buena idea: es la encargada de proteger la uña del color y homogeneizar su superficie para que la laca se adhiera mejor. No ponerse base es cargarse de papeletas para que al retirar el esmalte la uña, que es porosa, aparezca verde, roja o del color de tu recién eliminado esmalte.
7. Equivocarse con el tono
Es la madre de todos lo errores en cuanto a maquillaje se refiere: comprar una base de maquillaje uno o varios tonos por encima del tuyo, para tener buen color (efecto moreno de bote estilo marbellí años 80) o más clara, para crear una sensación etérea de princesa (en realidad el efecto es más bien espectral, solo apto para festividades góticas). La clave del éxito es elegir un tono que se funda con el de nuestra piel, que la unifique, sin modificarla. ¿Cómo elegirla? Probándola en el mentón. ¿Un único tono? No, lo mejor es aplicar un par de tonos similares según el color original de la piel. Un tono algo más oscuro sirve para ‘contornear’ el rostro: afinar la mandíbula, disimular una nariz imperfecta, potenciar el pómulo… ¿Y el colorete? Aporta ese toque de ‘rostro sano’: en rosa, para rostros blancos-rosados; melocotón-marrón claro, para pieles amarillas o bronceadas. ¿Y para parecer algo morena? Aplica un suave toque de polvos de sol, muy sutil, que parezca que has salido a pasear por el campo. ¿Quieres parecer morena de verdad? Autobronceador, no hay otra opción. En este caso, tendrás que cambiar el tono de tu base de maquillaje por otro más oscuro (el autobronceador te pone morena, pero no disimula poros abiertos, rojeces o granitos). ¿Y el cuello? Jamás. Recuerda: el maquillaje homogeneiza tu propio tono y camufla imperfecciones, pero será del mismo color que tu cuello.
Cortesía de Clinique
8. Creer que los cosméticos son inmortales
Los productos de belleza tienen fecha de caducidad. Algunos, explícita. Otros, simplemente, indican que pasados 12, 18 ó 36 meses conviene tirarlos porque ya no pueden garantizarse sus propiedades. Las máscaras de pestañas suelen pasar a mejor vida a partir de los seis meses; las bases de maquillaje, a los 18; las barras de labios duran unos 24, y los perfumes, en torno a los 36. Indultarlos porque nos da pena o porque fue tan caro que hay que amortizarlo solo lleva a usar un producto posiblemente rancio o perjudicial para la piel.
9. No cuidarse los pies en invierno
De pronto un buen día llega la primavera, te pones esas sandalias ideales para la Comunión de tu sobrino y descubres que tus pies son un carnaval de durezas y talones agrietados. Antes de que cunda el pánico puedes recurrir a soluciones de emergencia como el kit de exfoliación y nutrición específico para pies de Sénev 19.45 (se supone que un cuarto de hora es necesario para que esas extremidades recuperen cierto grado de dignidad). O, mejor aún, coger la sana costumbre de limar regularmente, con una lima manual de toda la vida, o una mecánica como Dr. Schol. Acto seguido aplica un sérum específico o una crema nutritiva para pies. Los milagros no existen y los efectos fulgurantes no se ven de un día para otro. Sé constante y empieza pronto.
10. Podar las cejas
Lo de depilar las cejas es como comer pipas: te pones a quitar pelitos pinzas en ristre y acabas por causar un fatal exterminio capilar. Y no es que las cejas no vuelvan a salir, pero tardan bastante. “Venimos de unos años en que se llevaban las cejas más artificiales, finas y con arco al estilo de Megan Fox. Dejan una expresión poco natural. Ahora se llevan más gruesas y rectas, incluso revueltas, como las de Cara Delenvigne”, explica Sheila Malo, experta nacional de Benefit. Trazar la ceja perfecta viene a ser similar a un tratado de ingeniería facial: se toma un palito de naranjo, se apoya en las aletas nasales y se va girando sobre el ojo para ver en qué punto exacto debe comenzar, dónde debe encontrarse su punto más alto y dónde deben terminar. “A continuación se cortan los pelitos rebeldes y se depilan, con cera o pinzas, los sobrantes. El problema no es solo el pulso, sino que normalmente o eres diestras o zurda, con lo que una ceja puede quedar mejor que la otra. Y por intentar enmendarlo, se depilan demasiado y eso se tarda en arreglar”. ¿Su consejo? En casa, solo retirar aquellos pelitos intrépidos que brotan fuera de la línea principal de la ceja. “Para los demás, mejor ponerse en manos profesionales”.
Antes se llevaban las cejas depiladas al estilo Megan Fox, ahora la tendencia es dejarlas pobladas.
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