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Armarios bajo control policial

Uganda ha prohibido llevar minifalda y en Rusia podría ser ilegal el uso de ropa interior de encaje. En pleno siglo XXI, todavía hay gobiernos que le hacen los estilismos a sus ciudadanos.

Armarios bajo control policial
Cordon Press

La unión aduanera de Rusia, Kazajistán y Bielorrusia se dispone a prohibir la lencería de encaje a través de un ejercicio de creatividad legislativa que entraría en vigor el próximo 1 de julio: la restricción prohibirá la importación, fabricación o venta de cualquier prenda interior que contenga menos de 6% de algodón. La idea es fortalecer la industria autóctona, ya que el 80% de la ropa de este sector que se vende hoy en día es importada. Pero las mujeres de estos países no han dudado en salir a la calle enarbolando bragas caladas como banderas de libertad.

La noticia llega un día después de que el Gobierno de Uganda aprobara una ley contra la pornografía que, entre otras cosas, prohíbe y castiga el uso de la minifalda. «Si alguien va vestido con algo que irrita o excita a otras personas, especialmente a las del sexo opuesto, se trata de un mal atuendo, así que será mejor que se dé prisa en cambiarse», ha declarado el ministro de Ética e Integridad, Simon Lokodo. ¿La pena si no lo hace? Diez millones de chelines ugandeses (2.962,7 euros) o hasta 10 años de prisión, o ambos. Con esta medida se pretende reducir los crímenes sexuales en el país.

«El poder tiende a controlar la esfera privada», advierte María Rosa Monlleó, catedrática de Historia y Geografía de la Universidad Jaume I de Castellón, especializada en la represión de la mujer durante las dictaduras. «En los totalitarismos lo privado es público y lo público es privado».

Muchas de las normativas que todavía hoy están vigentes son una sucesión de prohibiciones arcaicas que, más allá de la reflexión de fondo, resultan casi folclóricas en su forma. En Melbourne, por ejemplo, desde la época victoriana se veta vestir ropa interior rosa los domingos por la tarde. Una ley que forma parte de lo que podría llamarse arqueología jurídica. Como una ordenanza municipal de París de 1800 que condenaba a las mujeres que vistieran como hombres y, por tanto, a las que se pusieran pantalones, y que el consejo de la ciudad derogó en 2010.

Dubai: Veta el toples y la «exposición indecente». Paris Hilton estuvo a punto de ser detenida por posar con minibiquini. Al final quedó solo en una reprimenda por parte de la autoridad local.

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EUROPA

 En Francia, mientras se levantan restricciones arcaicas impuestas por costumbres judeocristianas, entran en vigor normas que se reciben como una ofensa en las comunidades islámicas, como la que impide llevar un velo que cubra la cara en espacios públicos desde abril de 2011. Una iniciativa que los habitantes del cantón suizo de Tesino también refrendaron con un 58% en septiembre de 2013.

En algunas localidades de la Unión Europea mostrar determinadas partes del cuerpo en público es motivo de sanción. Salou (desde 2010) o Barcelona (desde 2011), por ejemplo, obligan a llevar algo más que el traje de baño fuera de la zona de playa. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña refrendó en 2013 la decisión del Ayuntamiento de Barcelona al considerar que, por encima del derecho a las libertades individuales, prevalece la autonomía municipal de poner límites a aquellas conductas que pueden alterar la convivencia o el orden público. Las multas son de 300 a 500 euros por ir desnudo y de 120 a 300 euros por no llevar la parte de arriba.

En el Reino Unido el nudismo está prohibido. Tanto, que el pasado mes de junio el británico Stephen Gough (55 años) fue condenado a 11 meses de prisión por «violación del orden público» al negarse a llevar ropa. Del mismo modo, la jurisprudencia contempla que un niño no puede ver un maniquí desnudo hasta cumplidos los 10 años.

En Castellammare di Stabia (Italia) quisieron en 2010 devolver el decoro a la población y prohibieron el uso de la minifalda. Europa, pleno siglo XXI. Sin embargo, las normas más controvertidas no apelan tanto a la ética como a la tradición y a las creencias. Y aún los templos católicos demandan recato –evitar faldas cortas, camisetas de tirantes finos o escotes pronunciados–, como en España, donde se pueden encontrar carteles en algunas parroquias que especifican «la Iglesia no es una playa, ni la Pasarela Cibeles».

ORIENTE PRÓXIMO

Los países islámicos más fundamentalistas llevan a cabo su persecución de la mujer, «con una nueva oleada reaccionaria tras las supuestas primaveras árabes que, desde mi punto de vista, son más bien otoños», cree Monlleó. Durante su mandato en Afganistán (1996-2001), el regimen talibán restringió el uso de los zapatos de tacón porque los hombres podían excitarse al oír llegar a una mujer. Un ejemplo de una lista de abusos que la Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán (RAWA) resumió en 29 puntos en octubre.

Otros, como Qatar o Dubái, mantienen una guerra abierta contra el descaro de las prendas utilizadas por los turistas. Piden que no se luzca biquini, que las faldas no sean muy cortas y que los tops no sean demasiado abiertos. En 2010, en Teherán (Irán) se llegó a prohibir a los hombres el uso de collares o peinados excéntricos tan extendidos por la cultura del fútbol.

Turquía: La política Safak Pavey, que camina con una pierna ortopédica desde hace 14 años, pidió en numerosas ocasiones que se eliminara la normativa que prohibía a las diputadas llevar pantalones en el hemiciclo. Se aprobó el pasado noviembre.

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ASIA

Repartido entre culturas milenarias y gobiernos comunistas, las normativas de vestuario responden a criterios muy personales. En Corea del Norte, por ejemplo, desde 2004 se regula hasta el corte de pelo de sus ciudadanos: a elegir entre 10 peinados para ellos (incluido el de Kim Jong Un, exclusivo para él); y 18 para ellas. La ley se acompañó de una serie de acciones de aleccionamiento como el programa de televisión Hay que cortar nuestro cabello de acuerdo con el estilo de vida socialista. La ropa, que debe ser de tonos fríos y apagados, no puede llevar marcas visibles. Abajo la logomanía. Y abajo los vaqueros (las mujeres deben llevar falda).

AMÉRICA

El anglosajón es, por herencia del sistema aplicado en la Inglaterra medieval, un derecho más basado en la jurisprudencia (las sentencias dictadas por los jueces) que en las leyes. De ahí que Estados Unidos posea una excéntrica colección de normas. Ejemplos: desde 1900 Maryland prohíbe a los hombres pasear por la rambla sin parte de arriba. Otro: en Carmel-by-the-Sea (California) un juez dictaminó y fijó como norma que ningún varón podía salir de casa con una chaqueta y un pantalón que no estuvieran conjuntados. Más: si en Blythe (California) un juez sentenció que nadie puede calzar botas de cowboy si no posee al menos dos vacas, en Alabama la autoridad judicial estableció que es ilegal llevar un bigote falso que cause risas en una iglesia… Mucho más recientes son las ordenanzas que estipulan que es delito llevar pantalones caídos que dejen la ropa interior al descubierto: desde junio de 2007, se multa con 500 dólares en Delambre, Luisiana. «No puedes legislar cómo viste la gente, pero sí puedes establecer cuándo resulta indecente», aseguró Annette Lartigue, edil de Trenton, a The New York Times ese mismo año. Desde entonces han copiado esta iniciativa muchas otras ciudades de estados como, por ejemplo, Florida, Illinois o Michigan.

Quizá el toples sea hoy también una forma de protesta en todo el mundo. Pero en Brasil el nudismo solo está permitido en zonas geográficas delimitadas. En 2012, en São Paulo (en la más cálida América del Sur), miembros de Femen se expusieron a una pena de arresto de entre seis meses y un año al mostrar los pechos en público.

ÁFRICA

Se trata de un continente donde pocos osan contravenir las tradiciones. Cada tribu y etnia tienen sus costumbres e indumentarias. Muchas multan a los hombres que visten pantalones, por eso es habitual que se cubran con túnicas, como el bubu, la dashiki, el djellabah o el galabiyah, propio de Egipto.

En resumen, se trata de leyes que obedecen a rencillas, creencias o clasismos y que, según apunta Monlleó, «curiosamente siempre son sancionadas por hombres».

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