Alice Oseman, adolescente solitaria y escritora revelación
Un generoso contrato con la editorial HarperCollins y el aplauso de la crítica avalan la publicación de la novela ‘Solitaire’, la última sensación de la corriente Young Adult (YA).
"No puedes esperar sin más importarle a la gente. Tienes que darles algo, ayudarles, hacerles reír, decirles que no están solos, lo que sea". Esta fórmula que el joven escritor británico Ben Brooks revelaba hace unos meses en las páginas de S Moda adquiere todo su significado al citar a su compatriota Alice Oseman (Rochester, 1994). Hace dos semanas publicó su primera novela, una autobiografía de ficción con la que ha conseguido aquello que Brooks definió a grandes rasgos. Escrita hace dos años, Solitaire ha visto la luz rodeada de la típica expectación que provoca todo alumbramiento del gigante editorial HarperCollins, rentable ramificación del imperio mediático de Rupert Murdoch. La obra ha sido recibida por la crítica con inusual afecto, una circunstancia que resulta casi sobrenatural si tenemos en cuenta el argumento del relato y el año de nacimiento de quien lo firma. De momento solo las librerías del Reino Unido y Australia disponen del título –amén de Amazon y etcétera–, pero todo apunta a que la corriente literaria Young Adult (YA) ha marcado otro gol.
El álter ego que Oseman ha creado para dar rienda suelta a sus obsesiones adolescentes se llama Tori, una joven solitaria a la que le resulta casi imposible satisfacer las exigencias sociales y sentimentales que se le presuponen a alguien de su edad. Su visión de la vida, ciertamente pesimista, ofrece un retrato atribulado en el que la mayoría de edad se presenta como la solución a todos los problemas –más bien la continuidad de los mismos–. Es en esa encrucijada vital, la de los dieciséis, cuando la súbita aparición de un niñato llamado Michael Holden –atención a la referencia– lo cambia todo. La de Tori y Michael es la historia de amor de dos almas gemelas que en plena adolescencia han dejado de buscar algo que creían imposible. La autora ha asegurado que la historia no tiene nada que ver con su vida, pero los críticos no se lo creen. Ese juego de alusiones y paralelismos, que seguramente responde más al deseo de los lectores que a la propia voluntad de la escritora, es una de las fortalezas que los expertos destacan de Solitaire.
Desde el pasado 31 de julio, fecha en la que se publicó el libro, las voces autorizadas lo han declarado culpable de todos los males que aquejan a los relatos adolescentes en primera persona y que a su vez engrasan el exitoso proceder de esa escuela conocida como Young Adult (YA), un concepto tan inabarcable como discutido que para algunos es una cosa y para otros la contraria. Los hay que lo emplean para referirse a sagas como Harry Potter o Los juegos del hambre, y hay quien lo acota a fenómenos más minoritarios o pretendidamente sesudos. En cualquier caso alude a la producción literaria de autores jóvenes que discursean sobre el amor y la amistad en etapas tempranas. La idea que muchos parecen suscribir es que Solitaire y su autora seguirán los pasos del prolífico John Green y sus bombazos, entre los que destaca la novela Bajo la misma estrella, cuya versión cinematográfica fue estrenada el pasado junio. Es pronto para saber si el público responderá de la misma forma al debut de Oseman. La apuesta de la editorial no puede ser más ambiciosa: el generoso contrato suscrito por la autora y HarperCollins comprende una segunda entrega de Solitaire, que si todo va bien la estirarán como un chicle en otros formatos.
Shailene Woodley y Ansel Elgort, protagonistas de la película ‘Bajo la misma estrella’ (2014).
Cordon Press
La fiebre que despiertan las obras de la corriente Young Adult es posible gracias a la heterogeneidad de sus lectores, una tendencia que no pocos críticos condenan. Un estudio revelaba en 2012 que el 55% de su público lo componen personas mayores de 18 años y que la mitad de ellos cuentan con edades comprendidas entre los 30 y los 44. Hay a quien le resulta inconcebible que un adulto pueda invertir su tiempo en escudriñar las obsesiones de chicos que observan con horror que la vida va en serio. "Las personas mayores deberían avergonzarse de leer libros dirigidos a niños. No me refiero a bodrios del estilo de Divergente o Crepúsculo, sino a la Young Adult que de forma plausible ha empezado a ocupar el espacio de los títulos de ficción habituales", afirmaba recientemente Ruth Graham en las páginas de Slate. La periodista defendía que "estos libros se basan en el escapismo, la gratificación instantánea y la nostalgia", algo imperdonable a su juicio.
Pero no nos engañemos, la tendencia imperante es la de las voces familiarizadas con la literatura que en vez de condenar el pecado de la juventud celebran la aparición de novelas que despiertan el interés de los lectores más jóvenes. Algo parecido ocurre con la invasiva oferta de títulos de ficción firmados por presentadores de televisión y celebridades, que para disgusto de algunos ha conseguido popularizar –y hacer rentables– ferias especializadas que hasta hace poco languidecían. Los lamentos que no hace tanto provocaban la piratería y la irrelevancia han sido sustituidos por las quejas de quienes ahora se ven eclipsados por el éxito de unos extraños que han demostrado que más vale dejar de llorar y adaptarse al gusto actual. Como la escritora británica Malorie Blackman, que presume de devorar libros para adolescentes y destaca la importancia del "placer de leer" por encima de todas las cosas. "Un buen libro es un buen libro independientemente de su público objetivo. Las novelas de la Young Adult son para todos aquellos que disfrutan con el arte de contar historias", explicaba en un artículo para el diario The Guardian.
La calidad, concepto discutido y discutible, no parece hoy el gran criterio determinante a la hora de juzgar el éxito. Y es en esa empresa donde los libros de la Young Adult cuentan con armas que los autores veteranos desconocen. El escritor Ben Brooks, a quien mencionábamos al principio, defiende el humor como el mejor antídoto contra la profundidad que todo lo invade en la literatura: "Es la reacción lógica al absurdo de estar vivos". Quizás sea ese talante –el sano estupor ante lo que no entendemos– lo que nos puede permitir comprender por qué los monólogos interiores de una adolescente van camino de triunfar. Y cuando eso ocurra, quienes confunden literatura y aristocracia idearán cualquier pretexto para convencernos de que el éxito es siempre sospechoso.
Selección de algunas obras de la corriente Young Adult (YA).
D.R.
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