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Por qué la ropa interior de Nochevieja es de color rojo

¿Por qué abundan tanto las manías relacionadas con la indumentaria? ¿Por qué seguimos estos rituales ineficaces?

Kendall Jenner en una campaña de lencería de La Perla.
Kendall Jenner en una campaña de lencería de La Perla.La Perla

El mundo se divide entre dos especies irreconciliables: supersticiosos y no supersticiosos. Ninguna persona del grupo 1 entenderá jamás a las del grupo 2, y al contrario. De hecho, los no supersticiosos tendemos a evitar a los supersticiosos por dos razones: La primera es que dan yuyu porque ven fatalidades hasta en un lindo gatito. La segunda es que complican la convivencia con eso de no recibir la sal en mano y con los absurdos rodeos para evitar pasar bajo una escalera. No obstante, hasta los descreídos caemos alguna vez en el ritual de la superstición, bien sea por tradición (las uvas de Nochevieja y otros ritos) o por si acaso.

Por si acaso las novias llevan el día de su boda algo azul, algo prestado, algo nuevo y algo viejo, aunque es una superstición que se ha demostrado del todo ineficaz. Por si acaso no abrimos el paraguas dentro de casa, ni dejamos un sombrero sobre la cama, ni nos vestimos de amarillo (aunque esto solo vale para los actores de teatro). Algunos hasta tienen prendas fetiche y los calcetines de la suerte sufren un desgaste extra en momentos clave para conjurar la suerte: oposiciones, entrevista de trabajo, primera cita. Pero, ¿por qué hay tantas supersticiones relacionadas con la ropa?

«La ropa es nuestro mejor cómplice. Siempre responde a lo que le pedimos», dice Amalia Descalzo, profesora de Historia de la Indumentaria en el Instituto Superior de Empresa y Moda e historiadora del Museo del Traje. Si uno quiere pasar desapercibido, llamar la atención, mostrar conformismo, incomodidad o respeto, recurre a su atuendo. Si uno quiere protegerse contra el mal fario también.

No ganó el Oscar…

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La mayor parte de las supersticiones se relacionan con fenómenos meteorológicos, con comida y con ropa o accesorios. Las supersticiones, obviamente, se ligan a lo cotidiano pues de algún modo (no todas) tienen su origen en un principio razonable. Como explica Marvin Harris en su libro ‘Vacas, cerdos, guerras y brujas’ muchos de los ritos sagrados de las religiones tienen una explicación mundana. El «amor a las vacas» hindú servía para proteger un animal esencial en la economía agrícola de la India, igual ocurre con la aversión al cerdo en las religiones judía y musulmana. Las malvadas brujas voladoras que inquisidores y vecinos juraban ver surcando los aires en su escoba no eran más que mujeres que discrepaban de la iglesia y por lo tanto debían ser exterminadas antes de perjudicar la cohesión católica. En otra escala, lo mismo ocurre con las supersticiones: las tijeras abiertas dan mala suerte porque son peligrosas, lo mismo que pasar por debajo de una escalera. Tirar la sal era un despilfarro cuando se utilizaba como moneda de cambio.

«La superstición en la moda no afecta a la forma de los vestidos sino que se soluciona con los complementos y con el valor simbólico de los colores (dependiendo de la cultura y del país)», explica Amalia, quien puntualiza que no hay respaldos documentales sobre este tema. El simbolismo de los colores es fundamental para forjar estas supersticiones. Por ejemplo, ese «algo azul» que debe llevar una novia tiene un significado: «El azul es sinónimo de fidelidad, al menos en el mundo anglosajón», explica Josie, estilista y profesor del IED. De hecho, al azul más puro se le llama ‘true blue’. Llevar ropa interior roja para recibir al año nuevo es una forma de conjurar buenos presagios pues el rojo es el color del impulso, de la fuerza. El dramaturgo Moliére murió tras representar una obra vestido de amarillo y el color se ha quedado con la mala fama. También está el verde y ese refrán absurdísimo «la que se viste de verde por guapa se tiene», que no se relaciona con supersticiones pero sí con la interpretación de los colores. El negro, por supuesto, es el color de la protección. Se utiliza en muchas culturas en el ritual del enterramiento como símbolo de duelo. El negro muestra tristeza y recogimiento en la cultura popular. Y el negro protege pues es un color comodín, elegante y seguro.

Sonajeros, campanitas y más amuletos colgando del príncipe Felipe Próspero retratado por Velázquez.

En el imaginario popular los supersticiosos se identifican con personas incultas, amigas de la especulación y del drama, pero la realidad muestra otra cosa. Muchos personajes ilustrados han sido supersticiosos y lo han reflejado en su atuendo. Principalmente, como recuerda Amalia Descalzo, en sus complementos, mucho más adecuados para la superstición. «En los cuadros del siglo XVII todos los niños aparecen decorados con infinidad de objetos contra el mal de ojo y los malos espíritus. Esto se debe probablemente a la altísima mortalidad infantil de la época», explica Amalia. Estos niños llenos de sonajeros, campanitas y patas de conejo no son hijos de campesino iletrados sino que son infantes e hijos de la más alta nobleza, que eran quienes se retrataban. «Un ejemplo es el cuadro ‘Felipe Próspero’ de Velázquez. El mensaje va mucho más allá de lo puramente decorativo», cuenta Amalia.

En la indumentaria tradicional se refleja la España supersticiosa. La collarada de la Alberca, por ejemplo, es el collar que llevaban las novias de esta zona de Castilla y servía para conjurar a la buena suerte. También se bordaban en los trajes elementos para atraer la buena fortuna o se cosían accesorios. Amalia Descalzo recuerda los trajes de Christian Lacroix que se exhibieron en la exposición ‘Genio y Figura’, en el Museo del Traje, y cómo estos llevaban bordados para la buena suerte. «Los trajes de Lacroix estaban inspirados en la indumentaria tradicional española pero, concretamente, en aquella que llevaba amuletos, joyas contra el mal de ojo u otros males», cuenta Amalia. A Lacroix siempre le interesó la indumentaria popular española, pero no solo esta, también la oriental o la de Europa del Este. Y es ahí, en la tradición popular, donde se insertan las supersticiones, que se convierten en rituales costumbristas hasta para los descreídos gracias al «por si acaso».

*Este artículo se publicó inicialmente en diciembre de 2011 y se actualizó el 31 de Diciembre de 2018

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