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Alexander Wang, una lección de cómo mirar atrás para reinventarse

Entender el legado de Cristóbal Balenciaga es el primer paso para reinterpretar los códigos y trabajar las pautas del futuro de la firma.

Alexander Wang

Herencia: conjunto de bienes, derechos y obligaciones que, al morir alguien, son transmisibles a sus herederos o a sus legatarios. «El punto de partida de la colección otoño-invierno 2015/2016 gira en torno al concepto de reliquia y aquellos objetos de valor que pasan de una generación a otra. Del mismo modo que el legado de Cristóbal Balenciaga pasó a mis manos», explica a S Moda Alexander Wang (31 años), director creativo de la maison desde 2012. «La colección es un diálogo entre los miembros de la realeza y las aristócratas a las que el maestro vestía en su época y la mujer de hoy. Una conversación entre los clientes originales de la casa y las necesidades de sus descendientes. En otras palabras, las demandas de las consumidoras contemporáneas de lujo».

«Las joyas –muy presentes esta temporada– son uno de los hilos conductores más claros entre pasado y presente», cree Wang. «Las perlas y los cristales narran una historia que habla de tradición e innovación. En las prendas se pueden identificar símbolos clásicos que son eternos –como las iniciales CB, la corona y el lazo–, así como otras insignias, con una imagen muy potente, que anuncian una nueva era, como el lirio de los valles, que es una de las notas de salida de nuestra última fragancia», explica al analizar las propuestas que presentó en marzo en la Fashion Week de París.

Retrato de Cristóbal Balenciaga, «el maestro de todos nosotros», según Christian Dior

Boris Lipnitzki / Roger-Viollet / Cordon Press

Mirar atrás para diseñar un nuevo futuro. «Personalmente siempre he creído que para poder recontextualizar los códigos de una casa antes tienes que estudiar y entender su historia», defiende. «Y eso es precisamente lo que hemos hecho: deconstruir el patrimonio de la firma de todas las maneras posibles». Incluso tejidos familiares como el tweed o el brocado aparecen distorsionados en esta colección. La idea es volver al lenguaje del atelier… ¿Cómo? «Emulando plumas con silicona, reinterpretando el efecto de las pieles con argollas metálicas o dando nueva vida al concepto de bordado introduciendo cuchillas y piercings», enumera el diseñador. «Detrás de cada detalle hay un enfoque subversivo, que tiene como objetivo darle la vuelta a todo lo que es tradicional y mostrar una nueva esencia de belleza, que sea atemporal y electrizante a la vez» –explica–. «De hecho, creo que hay algo simbólico en el piercing y en el mero hecho de perforar la ropa».

«Para mí, la clave para incorporar nuevos elementos a la iconografía de una firma es que estos sean familiares y reales; en otras palabras, tienen que ser fácilmente reconocibles. El primer look es un buen ejemplo. En esencia, es un abrigo con volumen cocoon. Sin embargo, hemos alterado el patrón para que el cuello sea más angular y masculino; y en las mangas hay grapas que recorren las costuras de arriba abajo. Otro ejemplo es el jacquard con trazos de espray, que crea un efecto gráfico y opulento, pero sobre todo real. A simple vista, parece que el tweed tenga un grafiti», describe. Claro que las apariencias engañan. Detrás de estos brochazos casi callejeros se esconde una técnica de ingeniería textil.

Look 25 de la colección p-v de 1959.

Archivo Histórico de Balenciaga

La irreverencia de la generación sport. «En cierto modo, el laborioso trabajo de artesanía que requiere un traje de alta costura puede compararse a la arquitectura y el intenso proceso de investigación de la moda técnica y deportiva», reflexiona Wang, aunque admite que él jamás ha pisado un gimnasio. «Está claro que, en los antiguos talleres parisinos, la funcionalidad nunca fue una prioridad, pero con el tiempo, algo tan insignificante (y práctico) como un bolsillo cobra sentido en un diseño actual. Desde mi punto de vista, el mero hecho de poder explorar la relación que se establece entre la forma más sublime de exclusividad –que es la artesanía– y las necesidades de la nueva era digital resulta fascinante». Y, si tenemos en cuenta los resultados del último informe financiero de Balenciaga (según el cual en 2014 la compañía registró un crecimiento de doble dígito), aunar tradición y pragmatismo no es solo emocionante… también es lucrativo. Como rentable es la línea de punto, una de las apuestas de este jovencísimo diseñador, neoyorquino de adopción (Wang nació en San Francisco, California, hijo de inmigrantes taiwaneses).

«El método de desarrollo de una colección cambia en función de la temporada. Unas veces el primer paso puede ser sumergirse de lleno en los archivos; otras veces, el punto de partida es una imagen que he visto caminando por la calle… Pero sea cual sea el planteamiento original, de esa idea inicial a la propuesta definitiva, un boceto puede pasar por mil y una fases. Las últimas veces hemos tomado como referencia un look de archivo. Eso sí, solemos buscar los capítulos menos conocidos del legado. Digamos que vamos a la caza y captura de elementos oscuros, susceptibles de transformarse y abrir nuevos caminos…», admite el creador.

La modelo Vanessa Moody desfila con el look 34 de la colección o-i 2015/2016 de Balenciaga.

Monica Feudi / InDigital

El interés de Alexander Wang por los cimientos de la firma francesa de origen español, propiedad del conglomerado de lujo Kering (antiguo PPR), va más allá de la inspiración. Según cuenta Isabelle Guichot, CEO de la marca, él ha sido uno de los principales impulsores de la reapertura de la boutique en Madrid (la casa cerró todas sus tiendas españolas a finales de los sesenta). «Es un buen momento para volver a España», defiende Guichot. En apenas dos años, la enseña celebrará su primer centenario [en 1917, con la ayuda de su hermana, Cristóbal Balenciaga abrió su taller de costura en San Sebastián]. Ya suenan campanas de posibles exposiciones en su honor.

Disciplina dual de trabajo. Wang pasa gran parte de la temporada en las salas de espera de los aeropuertos, a caballo entre Nueva York y París. Entre su apartamento de TriBeCa y su habitación en un hotel de cinco estrellas en el distrito 16 de París. Entre la fórmula de marketing de una empresa familiar independiente… y los entresijos de una casa que forma parte de uno de los grandes conglomerados de lujo. «Es así como se trabaja en el siglo XXI», explica convencido a esta revista. «Paso la mitad del tiempo en Manhattan; y la otra mitad, en la ciudad del Sena. Pero estoy en constante comunicación con el equipo de diseño, incluso para el más insignificante detalle. Y no solo eso; el equipo también viaja, lo que facilita las cosas», explica. Reconoce que ha tenido que aprender a delegar. «No puedes duplicarte», bromea. Pero a diferencia de la generación anterior (Riccardo Tisci cerró su marca cuando fichó por Givenchy en 2005), Wang forma parte de una hornada de modistos-replicantes que compagina sin problemas el trabajo en su propia colección, con la dirección creativa de una gran maison; como Jonathan Anderson (Loewe) o Humberto Leon y Carol Lim (Kenzo).

Modelo 47 de la colección p-v de 1959 de Balenciaga.

Archivo Histórico de Balenciaga

«Alexander Wang (la marca) es una etiqueta autobiográfica. Habla de mí, de mis amigos, de la Gran Manzana… No existe un legado que deba respetar», reconoce. «Nueva York es mi casa: una ciudad contradictoria y descarnada donde se une lo mejor y lo peor, pero con una energía vibrante que define el espíritu de mi línea», analiza. Para él, Balenciaga es la puerta a nuevas posibilidades creativas: «Una de las artesanas del taller trabajó con Cristóbal en persona». Sin embargo, en la capital francesa, el niño mimado del circuito, conocido por su afición a las largas noches de fiesta, apenas tiene vida social. «Cuando viajo con Balenciaga –ya sea a Madrid, a París o a Pekín–, mi rutina diaria no cambia mucho. Aunque sí intento adaptarme al ritmo de la ciudad, para entenderla», dice. «Acabo de aterrizar y todavía estoy ajustando mi cuerpo al horario de Madrid, la siesta y las cenas a última hora», bromea Alexander Wang, en un discurso previo al encuentro privado que organizó Balenciaga en la capital con motivo de la apertura de su tienda –eran las 23:30 y aun no se había servido el primer plato–.

Maartje Verhoef en el desfile de o-i 2015/2016 en la Semana de la Moda de París.

Monica Feudi / InDigital

Como las prendas de jacquard, la línea de bolsos juega con el efecto espray propio del grafiti.

D.R.

Modelo 66 de la colección o-i de 1952 de Cristóbal Balenciaga.

Archivo Histórico de Balenciaga

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