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¿Ahora se lleva el naranja?, por Luna Miguel

«Al ver la serie me preguntaba por qué conocemos tan pocas cosas sobre el funcionamiento de nuestras cárceles o qué tipo de personas hay realmente en ellas»

Orange Is the New Black
Cordon Press

El año 2013 acabó con la certeza de que Orange Is the New Black era la serie revelación. Esta historia sobre mujeres encarceladas dio la vuelta al mundo, y millones de espectadores –sobre todo espectadoras– se engancharon tratando de adivinar qué es aquello que llevó a prisión a Piper Kerman (Chapman en la ficción) y al resto de sus compañeras de celda.

Parte del éxito de Orange Is the New Black se debe a que de una vez por todas se le ha dado una vuelta al concepto de «serie para mujeres». No hay cursilería, no hay hipsterismo, no hay moda ni neurosis. Quizá por estar basada en hechos reales, o quizá porque es posible tocar a sus protagonistas. Se puede sentir lo que ellas sienten. Se puede sufrir lo que ellas sufren. Se puede reconocer ese sentimiento de encierro, de jaula, de miedo o de impotencia.

Cuando vi la serie por primera vez, no dudé en recomendársela a todas mis amigas. De hecho, durante una tarde de café con varias de ellas, surgió el tema de lo bien que estaban representados en el guión los problemas de género o las cuestiones sociales que más nos interesaban. La historia de la chica hispana embarazada, la de la lesbiana negra con problemas mentales, la de la ultrarreligiosa obsesiva, y, sobre todo, la de la pija de Piper, motor de la serie, un personaje que cuanto más crece se convierte en un ser todavía más inaguantable.

Marta, una de mis amigas, se quedó un momento en silencio y nos miró a todas como si fuera a confesarnos un secreto tremendo. Y lo hizo: «No os asustéis por lo que os voy a contar… pero mi madre estuvo en la cárcel hace unos años por un delito que no cometió». Nos quedamos de piedra. Nunca nos había hablado de ese dato tan íntimo e inevitablemente, acto seguido, comenzó el aluvión de preguntas.

— ¿Cuándo fue?

— Yo tenía 17. Ingresó mientras yo estaba de viaje para que no fuera doloroso para mí. En realidad creo que fue peor, porque cuando la vi ya había entrado y fue bastante duro.

— ¿Qué te contaba tu madre? ¿La experiencia la cambió?

— En aquel entonces ya era mayor, así que lo pasó mal. Además, eso de estar compartiendo habitación con cinco mujeres, de las cuales alguna era una asesina… Sin duda le cambió la vida. Luego, cuando salió, estuvo mucho tiempo sin poder dormir con la puerta de la habitación cerrada y cosas así.

—¿La visitaste mucho?

— Sí, iba todos los sábados, teníamos visita a través de unos cristales. Era frío y terrible.

— Entonces, ¿crees que la serie es realista?

— Me parece muy verídica, hay aspectos que quizá no son tan ciertos, al menos en España, como las relaciones sexuales entre mujeres, pero en lo demás, es así. Incluso en el tema de los funcionarios. En la serie hay «buenos y malos»… justo como en la vida real.

Después de la conversación con Marta estuve varios días obsesionada por este asunto. Miraba imágenes de la serie o leía anuncios de su estreno en Canal + y me preguntaba por qué conocemos tan pocas cosas sobre el funcionamiento de nuestras cárceles o qué tipo de personas hay realmente en ellas. Con el tiempo, escribí un mensaje por WhatsApp a mi amiga preguntándole una cosa que no salía de mi cabeza.

— ¿Tu madre iba vestida con el mono naranja?

— Qué va. Aunque suene irónico, los enjaulados llevaban ropa de calle.

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