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S MODA + Acosta

Acosta y el discreto encanto del ‘made in Spain’

La firma lleva más de siete décadas fabricando artesanalmente bolsos de calidad en nuestro país. Y ya conquista mercados internacionales.

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Cortesía de Acosta

Clic-clac. Es el mágico sonido de los broches de siempre, el del cierre del bolso de la abuela. Ese que parecía concebido para durar una eternidad sin inmutarse, siempre fabricado a mano por algún maestro marroquinero a este lado de los Pirineos (el Lejano Oriente aún era cosa de cuentos de Marco Polo pero no un proveedor cercano como hoy). Es la sensación que evoca la colección Clic-Clac, para este invierno de Acosta. Bolsos bonitos, duraderos, con un toque retro y orgullosamente concebidos y fabricados aquí. Que si nuestros vecinos franceses o italianos sacan pecho de su moda, ¿por qué no los españoles cuando las cosas están bien hechas?

Por algún extraño motivo digno de estudio los españoles somos capaces de rasgarnos las vestiduras cuando nuestros representantes fracasan en Eurovisión para luego infravalorar la industria de calidad solo porque lleve el sello de ‘fabricado en España’. Incluso si responde a los mismos parámetros de calidad de otras marcas foráneas. Paradójicamente, el ‘made in Spain’ es un caramelito fuera de nuestras fronteras. Y no es por edulcorar con literatura bonita este artículo. Así lo corrobora el ICEX, a la sazón, el máximo órgano responsable de apuntalar las exportaciones patrias. Para esta entidad “el calzado y la piel son muy valorados (fuera de nuestras fronteras). La moda en general tiene atributos positivos (original, innovadora, trendy)”. Señala que nuestros compradores más allá de nuestras fronteras valoran especialmente “la calidad media alta, un precio interesante y el valor de los bienes escasos (lo lleva poca gente, por tanto, no se ha trivializado)”. Añade un argumento que tal vez sorprenda a los que denostan el made in Spain: el hecho de estar fabricado en Europa es un argumento de peso fuera del Viejo Continente. Vivir en Corea y colgarte del brazo un bolso fabricado en Ubrique o en Alicante mola.

Con los pies en España y la mente en los mercados internacionales muchas empresas de marroquinería se abren paso con materias primas excelentes y diseños creativos pero funcionales. En otras palabras, bolsos resistentes, a la moda pero ‘ponibles’ a diario y dirigidos a una mujer real, que lo mismo va a la oficina que pasa por el supermercado, lleva a los niños al parque o queda con amigas a tomar algo. Es el caso de Acosta. Esta empresa familiar, 100% capital español, distribuye cada temporada 20.000 artículos dentro y fuera de España. Ya ha desembarcado en mercados tan complejos como Rusia o Suiza y cuenta con un showroom permanente en París. Palabras mayores para una firma fundada en 1942 por Cecilio Acosta como un taller artesanal. “La artesanía es una parte importante de la cultura de España, y en Acosta, fieles a nuestra herencia, siempre utilizamos las técnicas más genuinas en cada uno de nuestros procesos de producción”, señalan desde esta empresa, por cierto, comandada en la actualidad por una mujer, Cristina Colomer.

Cuesta creer que en la era de las impresoras 3D y la alta tecnificación la marroquinería de calidad se siga creando a mano mediante “procesos artesanales que, para determinados modelos, pueden llevar muchas horas de trabajo”. Pero así es. Aída Araujo, responsable de operaciones de Acosta, apunta que “se trabaja con talleres de Ubrique para la realización de sus monederos. Otros de Madrid y Alicante se encargan de los bolsos y los zapatos. En la capital, además, se facturan también los cinturones y otras prendas”. Adentrarse en sus talleres es un viaje en el tiempo. Nada que ver con las fábricas rápidas y baratas del lejano oriente. “El cosido o aparado de la marroquinería que implica un menor esfuerzo físico lo realizan tradicionalmente mujeres. En cambio, el corte de las pieles, el rebajado, el dobladillado… que comporta una mayor fuerza suelen realizarlo varones”.

Un trabajo meticuloso que se muestra en todo su esplendor en bolsos que ya son iconos de estilo como el Carmen, un clásico de la casa que esta temporada se reinventa con pelo color arándanos con topos negros. O la colección Clic-Clac, de genuina inspiración retro, donde un martillo regulador personalizado sustituye a la hebilla convencional. De ahí su nombre: un onomatopeya que evoca el sonido de abrir y cerrar broches o cerraduras. Diseños actuales y 100% prácticos para mujeres que saben lo que quieren y que tienen a su bolso como un aliado y no como un mero adorno. La abuela, poco sospechosa de comprar bolsos sin calibrar si le serán útiles, seguro que estaría encantada de conocerlos personalmente en la flagship store de la marca en Claudio Coello, 46.

Uno de los modelos de la colección Clic Clac (235 euros).
Uno de los modelos de la colección Clic Clac (235 euros).Cortesía de Acosta

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