400 millones de libros vendidos y una conversación insólita con Vargas Llosa: la increíble vida de Corín Tellado
A pesar de ser la escritora más leída en castellano después de Cervantes, pocos conocen hasta dónde llegó el talento y la obra de la escritora asturiana.
Corín Tellado se levantaba a las 5 de la mañana, cogía su cajetilla de tabaco y empezaba a teclear en su máquina de escribir. Si estaba inspirada, a la hora de comer ya tenía 50 folios escritos y en dos días, una novela terminada. Trabajaba en una habitación con un cenicero al lado y un montón de libros a su alrededor. Allí creó 5.000 novelas de las que se vendieron 400 millones de ejemplares. La crítica, salvo en contadas excepciones, consideró su obra como menor pero los números siempre han estado del lado de la autora.
Este año se cumple una década de su muerte en su casa de Gijón a los 81 años, víctima de un infarto. Casualmente hace unos días una usuaria de Twitter publicó un inspirado hilo sobre la vida de la escritora, exigiendo respeto por su figura en respuesta a un tuit ofensivo. Porque con pocas y pocos escritores se ha tenido menos piedad que con Tellado pese a su amplia legión de seguidores. O precisamente por eso.
La trayectoria de María del Socorro Tellado López –su nombre completo– bien podría haberse convertido en material de novela. Por eso quizás no le gustaba dar entrevistas y esquivaba las preguntas personales como si fuesen balas. De hecho, hay anécdotas puntuales de su biografía que no están muy claras porque sus respuestas a los periodistas tampoco lo eran. Le gustaba divagar y, de paso, despistar. Por algo fue capaz de driblar a la censura durante tantos años.
De profesión, escritora
La escritora nació en 1927, en un pueblo asturiano llamado Viavélez. Era hija de un maquinista de la marina mercante y de un ama de casa y tenía cuatro hermanos, todo chicos. Cuando aún era una niña, su padre ascendió a primer oficial y la familia se mudó a Cádiz después de pasar por Bilbao. Vivió una adolescencia feliz hasta que su padre enfermó y murió en 1945.
Fue ella la que se puso al frente de su familia y, contra pronóstico, le fue muy bien económicamente. Escribió su primera novela con 16 años, aunque la publicó con 17, después de que su padre falleciese. Se titulaba Atrevida apuesta y cobró por ella 3.000 pesetas que la editorial Bruguera le pagó en dos tandas. Un librero de la ciudad con el que tenía confianza la puso en contacto con los editores y le abrió la puerta al éxito.
Hay quien dice que comenzó a escribir para demostrar que lo podía hacer mejor que uno de sus hermanos, aunque a mediados de los 80 explicó en el programa Autorretrato (TVE) de Pablo Lizcano que “le contaba historias a mi madre como si fuesen películas y la encandilaba. Me di cuenta de que servía para escribir”.
En 1947 ya tenía un contrato fijo con Bruguera para publicar una novela corta a la semana. Se convirtió en una de las estrellas de la editorial junto a Marcial Lafuente Estefanía, aunque la especialidad del segundo era el lejano oeste. Tellado escribía historias de amor encendido con final feliz y escenarios de lujo. Gracias a los dos, mucha gente se inició en la lectura en aquellos tiempos oscuros de la posguerra. La propia Tellado declaró que la suya era “literatura sencilla, no acepto el término pseudo-literatura”.
En 1951 se instaló definitivamente en Gijón y firmó un contrato con la revista cubana Vanidades (que, por cierto, dejó de publicarse hace unos meses), con quien colaboró durante más de 50 años. Sus dos novelas cortas mensuales hicieron crecer la tirada de la revista de 16.000 ejemplares quincenales a casi 70.000.
A esas alturas de su vida ya había demostrado con creces su capacidad para valerse por sí misma, pero en 1962 lo dejó claro del todo. Después de cuatro años de matrimonio, se separó de Domingo Egusquizaga Sangroniz, con quien se había casado vestida de negro en la basílica de Covadonga. Dejar al marido no era algo que se hiciese en aquellos años, de hecho era un escándalo, pero Tellado no dudó.
“Yo habría aguantado la disparidad de opiniones y conceptos a mi marido, pero había dos niños que no tenían la culpa de nada y no quería que crecieran acomplejados. Renuncié, presenté la separación y me la dieron en seis meses. Soy amiga de mi marido, amiga espiritual”, afirmó en el programa de Lizcano.
De rompe y rasga
Como las protagonistas de sus novelas, Tellado fumaba, conducía y llevaba pantalones. Era las concesiones que les hacía la escritora ya que, por lo demás, sus personajes femeninos siempre caían en brazos de señores alpha que las trataban regular pero con los que terminaban casándose.
Esos finales edulcorados eran prácticamente exigencia del público (y de la editorial, claro): las novelas que terminaban mal, como aquella en la que el protagonista se metía a cura, no se vendían. Y ella trabajaba para cobrar como todo el mundo, aunque escribir fuese su vocación.
Era difícil catalogarla basándose en sus actos. Pese al contenido de sus libros, que la censura devolvía constantemente por libidinosos, ella se reconocía como católica practicante. Y, tras esas decisiones vitales que dejaban en shock al patriarcado, se definía como “feminista, pero moderada”.
Pero de lo que no cabía duda era de que tenía un carácter fuerte y que no se amilanaba con facilidad. Lo mostró, por ejemplo, en el programa Tres más una de Canal Sur (1990), en el que Andrés Aberasturi, Forges y José Luis Garci entrevistaban -despatarrados en un sofá y bien de testosterona- a una invitada. Corín Tellado, cigarro en mano, despejó balones sin pestañear y les dejó claro que “yo soy la típica persona que sale a la calle y hace lo que le da la gana”.
La intelectualidad, con todos sus prejuicios, la dejó sin premios literarios. Obtuvo otros pero que estaban relacionados con la calidad sino con la cantidad. La UNESCO la declaró en 1962 como la escritora española más leída después de Miguel de Cervantes. En 1994 entró en la edición española del Libro Guinness de los récords por ser la autora en lengua castellana más vendida. En 1998 le concedieron la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y en 1999 la Medalla de Asturias.
Hubo dos escritores reconocidos a nivel internacional que sí le prestaron atención. Uno fue Guillermo Cabrera Infante, que había trabajado como corrector en Vanidades y se había leído sus novelas. Sostenía que parte de su interés por la lectura había nacido de las obras de Tellado y en su libro O (1975), le dedicó un ensayo y la definió como “una inocente pornógrafa” (ella no estaba muy de acuerdo con el ‘título’).
El otro fue Mario Vargas Llosa, que en 1981 la entrevistó para el Canal Cinco de televisión de Lima. El peruano viajó a Asturias (como recordó un entusiasta Forges en el programa de Canal Sur) para hablar con ella, fascinado por el fenómeno sociocultural que encarnaba aquella mujer que escribía novelas como churros. «Corín es una mujer amable, empeñosa, sin pretensiones, una escritora que no tiene conciencia exacta de su influencia en su legión de lectores. Pero, para bien o para mal, durante treinta años ha sido la encargada de satisfacer nuestro hambre de irrealidad», diría el peruano sobre ella.
Sin embargo, y aunque Tellado siempre recordaba orgullosa aquella entrevista, Llosa fue más condescendiente que admirador de su obra. Cuando murió, el escritor dijo que: “Me sorprendió lo poco que se conocía de la enorme difusión de su obra. No tenía consciencia de su repercusión”. Sorprendente, porque ella no era nada modesta y conocía perfectamente su éxito, que no negaba en las entrevistas. De hecho, cuando en Tres más una habló del encuentro, sostuvo que cuando el peruano le dijo que si sabía que era casi tan leída como Cervantes, ella le contestó: “Y más que tú”.
En 1981 ya se habían hecho fotonovelas basadas en su obra (llegaron a venderse 750.000 ejemplares en una semana), se había estrenado el serial radiofónico Lorena y la adaptación al cine de Tengo que abandonarte, dirigida por Antonio del Amo en 1969. Además, decenas de sus títulos se habían convertido en culebrones televisivos y había escrito más de 20 novelas eróticas bajo el nombre de Ada Miller (en homenaje a Henry Miller). Si Llosa se llevó la impresión de que la escritora no era consciente de su éxito es porque le consiguió engañar con falsa modestia.
Tampoco era “una mujer poco formada”. Además de terminar el bachillerato (a finales de los años 40 y siendo una mujer tampoco era tan común en España), Corín Tellado era una ávida lectora con pocos prejuicios. Leía todo lo que caía en sus manos, desde autores desconocidos hasta los grandes como Víctor Hugo, Miguel Delibes, Alejandro Dumas o el propio Vargas Llosa.
Después de liberarse del asfixiante contrato que tenía con Bruguera cuando la editorial quebró en 1986, abrió su campo y escribió cuentos juveniles para Júcar y Cantábrico. También se inició en las narraciones largas, más trabajadas y en el año 2000, con 73 años, publicó su primera novela en Internet, Milagro en el camino. Fue de las primeras escritoras en tener página web.
Su última década la vivió con un precario estado de salud, teniendo que someterse a tres sesiones de diálisis a la semana. Ya no podía escribir, pero le dictaba las novelas a su nuera. De hecho, su último título lo terminó una semana antes de fallecer. Tuvo una vida como mínimo peculiar, pero según su opinión, plena. Como declaró una vez en televisión: “¿En que me reencarnaría? Yo no lo pasé muy mal con Corín Tellado. Creo que me volvería a reencarnar en mí misma”.
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