Cansada, asustada y enfadada
A su vuelta al hostal, Andrea comprueba que alguien ha entrado en su habitación mientras estaba fuera
Bueno, te prometo que ya no sé cómo estoy, si más asustada o más enfadada. Lo que sí sé es que estoy muy cansada.
Alguien ha entrado en mi habitación del hostal. Allí nadie sabe nada, ni en recepción ni en ningún otro sitio, y la policía, a estas alturas, me parece que está tan perdida como yo. Les avisamos ayer, tal y como llegamos al hostal y encontramos la puerta de mi habitación abierta y todo revuelto. Cuando llegaron me hicieron un montón de preguntas, muchas más que las otras dos veces. Me acabé agobiando mucho, la verdad. Supongo que no era su intención, pero llegó un momento en el que comencé a sentirme la responsable de que todo esto esté pasando y me esté pasando a mí, porque si todavía albergaba una mínima esperanza de que todo este asunto no tuviera nada que ver conmigo, ayer desapareció por completo. Quiero decir: a estas alturas me parece muy evidente que quien entró en casa de Maribel lo hizo porque yo estaba allí, que al no encontrar lo que buscaba me asaltó la otra noche y que ahora ha vuelto a entrar a mi habitación del hostal, buscando la libreta o quién sabe qué. También podría ser casualidad y que ninguna de estas cosas estuvieran relacionadas, pero mucha casualidad sería, ¿no?
Al marcharse, la policía me dijo lo mismo que las otras veces. Que tenga cuidado, que me avisarán en cuanto sepan algo, blablablá. Yo lo que hice fue encerrarme en una cafetería con Maribel y contarle todo. Hasta ayer le había ido explicando algunas cosas, sobre todo después de que me asaltara aquel alien que no era un alien sino alguien con una máscara de alien, pero la historia completa no la conocía.
Le hice un buen resumen. Le hablé de la maleta que cogí por error en el aeropuerto pensando que era la mía y lo que encontré en su interior. Le dije lo de los periódicos, todos de la misma fecha, y las noticias con sucesos extraños que leí en ellos. Le expliqué cómo descubrí que aquella maleta pertenecía a Francisco, el farero, y cómo fui hasta el faro con Juanjo. Le conté lo del bolsillo secreto que estaba en su maleta, la misma que ahora tengo aquí conmigo, porque la mía, la que estaba en el faro, la dejé allí porque tenía una rueda rota.
—¿Y qué había en ese bolsillo secreto?
—Ya te lo he dicho, estaba la libreta.
—No, en la otra maleta. En el bolsillo de tu maleta. ¿Allí qué había?
Allí no había nada. Yo no guardé nada allí porque no sabía que ese bolsillo existía hasta hace unos días, pero Francisco sí.
Francisco pudo guardar algo allí, antes de morir.
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