Eugenia Silva: “La seducción es un arma de doble filo”
Uno de los rostros españoles más internacionales desde que con 16 años ganara el concurso Elite Look of the Year. Sigue en la moda, aunque ahora como empresaria y productora
Educada en colegio de monjas, la apacible vida de Eugenia Silva-Hernández Gil (Madrid, 45 años) dio un vuelco cuando con 16 años ganó el concurso Elite Look of the Year y pasó a convertirse en uno de los rostros españoles más internacionales. Modelo, empresaria, productora... y seductora. Pero avisa: cuidado con la seducción.
Pregunta. Así, en plan filosófico… ¿qué es irse?, ¿qué son las vacaciones?
Respuesta. La liberación de la exigencia. Que me dejen en paz, que no me reclamen.
P. “¡Dejadme en paz!”. Ya tenemos el título de esta entrevista.
R. ¡No, por favor! [risas]. “Si me queréis, irse”, ¿no? ¡Eso, La Faraona se lo sabía bien! Ha sido para mí un año extremadamente interesante, positivo, pero, a la vez, duro. Durante la pandemia he estado muy fuerte de cabeza. He estado en el campo, y lo volvería a repetir, sin lo negativo. Y fue volver a Madrid y a la rutina y me descompuse: sensibilidad extrema, miedo extremo al contagio… Fue más fuerte la vuelta del confinamiento que el confinamiento.
P. ¿La pandemia no le ha hecho pensar más en la muerte?
R. Cada semana moría gente muy afín. Y mi hermano estuvo muy malito en un hospital… y luego murió Pau [el músico Pau Donés, su expareja].
P. ¿Cómo le afectó la muerte de Pau Donés?
R. Se me mezcló todo y no reaccionaba. Era la guerra, lo que debes de sentir cuando seres queridos se van a la guerra y dices: “¡Joder, me puede tocar!”. La muerte es un tema en el que no me gusta pensar. Hay gente que puede hablar normalmente de ella. Yo no.
Siempre fui ‘carpe diem’, soy ‘carpe diem’ llevado al extremo
P. Ya, pero es algo que inevitablemente se pasa por la cabeza…
R. Yo tengo un apego a la vida muy bestia. La vivo al 200%. Soy el carpe diem llevado al extremo.
P. Igual todo lo ocurrido nos puede llevar a la tentación del carpe diem a tumba abierta, ¿no?
R. Es que yo siempre he sido carpe diem. No creo que nadie disfrute más de la vida.
P. ¿Usted cómo se ve, se gusta?
R. Yo no cambio. Eso sí que me gusta. Y me trae problemas.
P. ¿Por qué?
R. A veces no tengo filtro, y la gente me ve malhumorada o inaccesible, pero yo no soy así.
P. Puede que no sean buenos tiempos para no tener filtro.
R. Yo voy a lo mío, soy clara, no hay doblez. O esa es la foto de fotomatón que me gustaría ver.
Hay gente adicta a que le digan todo el tiempo que la admiran
P. Empezó en el mundo de la moda siendo una adolescente. ¿Aquello no era la jungla?
R. Yo quería la jungla. Tenía una vida apacible en Toledo: padres maravillosos, colegio de monjas, fines de semana en Madrid…
P. No precisamente lo que llamamos una vida desestructurada.
R. ¡Al revés! Pero yo quería irme a vivir mi vida. Y se lo dije a mis padres. “Os adoro, pero quiero irme, conocer mundo, viajar”. Y con el concurso me vino Dios a ver. Y a partir de ahí, sí, la jungla, pero yo quería eso.
P. ¿Lo pasó mal en la jungla?
R. Nunca. No había móviles, ni internet, y eso me hizo leer, sacarme la carrera, tener tiempo para mí. Me encanta la soledad, aunque a la vez la odio. No paraba de viajar, no sabía ni dónde estaba, México-Aspen-Maldivas-París… y veía a mis amigas en Madrid, que salían de copas, y yo pensaba: “¡Qué planazo!”. Pero hacía lo que quería. Igual por eso sigo en el mundo de la moda, ahora desde el otro lado, lidiando con las peculiaridades de la gente: egos, inseguridades, desconfianza...
P. Vasta misión.
R. Lo más difícil. La gestión personal ¡y del personal!
P. La industria de la moda ¿es amable con la mujer o agresiva?
R. Hay crueldad, envidias… de todo. Sin embargo, siempre he dicho que hemos sido unas privilegiadas porque hemos tenido mejores sueldos que los hombres. Hasta que no aparecieron los grandes modelos masculinos, la mujer era la que cortaba el bacalao. Esto lo hablaba yo con Andrés Velencoso y él me decía: “¡Hay que fastidiarse, ¿por qué tenéis que cobrar más?”.
Hemos sido unas privilegiadas porque hemos tenido mejores sueldos que los hombres
P. Ha vivido y vive de la seducción, que es gustar, convencer. ¿Cómo no quedarse corta ni pasarse?
R. La seducción es un arma de doble filo que hay que saber manejar para que no se te vaya de las manos. Puedes irte a cenar con un director de arte que sabes que le encantas, y te lo estás trabajando para que te dé la campaña… pero hay que saber hasta dónde llegar. Y es genial que se quede enamorado de ti, y que te dé la campaña y te pague lo que quieres… aunque tienes que saber dónde recoges tus velas. Y entonces te vas al hotel, o a casa.
P. Seguro que algún director de arte no lo entendió así.
R. Si no lo entiende así, prefiero no trabajar con él.
P. ¿Cómo frenar la seducción en las redes, donde no hay freno?
R. Las redes son seducción continua, quieres agradar todo el rato, pero hay barreras que no voy a traspasar. Yo no soy un reality. Tengo mi pudor.
P. Pues algunos tienen necesidad de contarlo todo, todo el rato.
R. Es que las redes crean adicción. Hay quien la tiene a las drogas, al alcohol, a las compras… y hay gente adicta a los likes y a que le digan todo el tiempo que la admiran.
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