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Las ajustadas cuentas de fotovoltaica

La buena racha llega a su fin. El impacto del coronavirus rebaja en un 33% las previsiones del sector para 2020: de 600 nuevos megavatios instalados a 400

Precisamente cuando venía de cerrar el mejor año de su historia en España por volumen de megavatios instalados, con 459, el sector fotovoltaico se dio de bruces con el impacto del coronavirus, que llevó a la UNEF (Unión Española Fotovoltaica) a rebajar un 33% las previsiones para el conjunto de 2020. José Donoso, director general de la asociación sectorial, explica que el bajón tan fuerte —de 600 nuevos me- gavatios a 400— se debe a que la pequeña y mediana industria y el sector servicios (hospitales, universidades, centros comerciales, etcétera) son los que, en gran parte, tiran del sector. Y en este año de crisis sus prioridades van a ser otras.

“Cuando una empresa apuesta por el autoconsumo, normalmente sabe en qué se mete”, refl exiona Blanca Perea, experta en energía de FTI Consulting, “pero el consumidor no tanto. Socialmente es muy bueno que el ciudadano se involucre en la generación de energía, pero una placa y una batería son caras. Supone un riesgo que antes no tenía, y eso también hay que decirlo. Al consumidor le puede costar 15 años amortizar su inversión”, asegura.

Hay cálculos más optimistas. El divulgador ambiental Miguel Aguado calcula una media de amortización de siete años, que se puede reducir hasta en tres en función de las bonifi caciones en el IBI que ofrecen varios ayuntamientos. Pero si se trata de que cuadren los números, el objetivo del sector es otro: la tarifa eléctrica. “Frente al 22% de media en Europa, la tarifa eléctrica en España tiene una parte fija del 40%, lo que desincentiva el ahorro de energía”, lamenta Donoso. “Al final le das al consumidor la impresión de que paga algo parecido a una tarifa plana”, concluye.

Desde Greenpeace lamentan las trabas a estas redes comunitarias, como que la ley establezca una separación máxima de 500 metros entre los distintos generadores de energía y la disparidad de criterios entre los diferentes ayuntamientos. Sea cual sea el motivo, las colectividades de autoconsumo ya funcionando se cuentan en España con los dedos de las manos, explica Donoso.

Mientras la regulación se afina, la tecnología también tiene que seguir su proceso de maduración. De nada serviría tener instalaciones fotovoltaicas mucho más eficientes y baterías de almacenamiento —“la clave del nuevo modelo energético”, explica Ignacio Osorio, consejero delegado de Ampere Energy, “porque acaban con el problema de la intermitencia en la generación renovable”— si la red que une los cada vez más numerosos puntos del sistema no da un salto tecnológico cualitativo. En UNEF ponen sus esperanzas en el desarrollo del 5G, “que permitiría una gestión integral de la demanda, incentivando el autoconsumo y reduciendo el precio para los consumidores”, aseguran. Y se avanza en centrales eléctricas virtuales, o las VPP (Virtual Power Plant). Una VPP es una red digital en la que una sola unidad de control gestiona varias pequeñas instalaciones de generación de energía, casando más eficientemente oferta con demanda. Ya se está empezando a aplicar la tecnología blockchain a estos nodos.

Estos modelos de distribución son totalmente opuestos a los actuales: redes de alta tensión que beben de grandes centros de generación, como centrales nucleares, que van capilarizando su distribución hasta llegar a los hogares. “Los flujos de energía serán más complejos, no solo de arriba abajo, sino también de abajo arriba”, dice Groizard. “Los grandes centros de generación van a cambiar”, pronostica el director general de IDAE, “y necesitaremos redes más potentes en lugares con mucha capacidad solar, como Andalucía y Extremadura”. No será sencillo —en España hay 44.000 kilómetros de alta tensión— y tampoco está claro quién pagará la factura del cambio. Además, no se permiten experimentos con un servicio básico como el suministro eléctrico. “Es un sistema hiperexigente”, explica Perea. “Todas las redes van a flexibilizarse; tendrán que ser de energía y de información”, vaticina.

“Estamos al principio de un fenómeno que aún no somos capaces de ver, como cuando nació la telefonía móvil”, dice María Prado, de Greenpeace. También en este caso hay que desarrollar redes, para que la energía circule entre los nuevos productores, y mejorar las baterías, para utilizar la energía solar sin sol. La placa del tejado es solo el primer eslabón de una cadena que todavía se está formando.

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