La extraña magia de Hanson Robotics: ¿androides inteligentes o títeres de última generación?
El truco del robot que se finge humano lleva 15 años funcionando y los androides de Hanson Robotics se siguen paseando por eventos tecnológicos del mundo entero con la promesa de la inteligencia artificial general debajo del brazo
En 2005, David Hanson sacó a pasear su primera cabeza parlante, basada en las obras del Philip K. Dick, autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, entre otras ficciones. El replicante maravilló a un mundo que todavía no estaba lleno de chatbots, Siri no había nacido y Google Assistant aún tardaría más de una década en asomarse a nuestras vidas. Y luego se perdió para siempre en un vuelo a Las Vegas, como una vulgar pieza de equipaje.
En los últimos quince años, Hanson Robotics ha estado ocupado. De sus dominios han salido otros diez androides, incluida una nueva versión del desaparecido Dick. Han cambiado las caras y las conversaciones, pero el truco sigue siendo el mismo: pasear cabezas dicharacheras. Al Web Summit, que se celebra estos días en Lisboa, han traído a Sophia, la robot más viajada de la casa, y al escritor refabricado. Y les han traído con la agenda hasta arriba: dos conferencias y dos ruedas de prensa.
Dick aparece cabizbajo y vestido de púrpura en el espacio de automoción -¿será por la mesa de ruedas?-, su primer escenario de la mañana. Un operario le atusa la camisa y le recoloca la cabeza y lo deja mirando al techo, como atolondrado. Al cabo de unos minutos, el replicante del replicante desaparecido del escritor fallecido cobra cierta vida y se queda mirando al frente. Ben Goertzel asoma por el backstage y comprueba que todo está bien.
Hasta principios de este año, Goertzel era jefe científico en Hanson Robotics y responsable de cualquier inteligencia alojada en el interior de estos androides. Hanson, artista de formación con experiencia fabricando animatronics para la factoría Disney, pone la humana guapura, el movimiento y el realismo en sus expresiones robóticas.
Aunque Goertzel está ahora más centrado en su propio proyecto de inteligencia artificial, SingularityNET, no renuncia a seguir sentándose a charlar con los bustos que vio nacer. “Seguimos trabajando de cerca con Hanson”, asegura.
- Conversaciones incómodas
La presentadora introduce al androide, le saluda, esperando una respuesta. Hay un silencio incómodo. Sale Goertzel, cubriendo su melena ondulada con un sombreo de leopardo y se suma al saludo. Después de otro silencio y dos diatribas inconexas, Dick logra responder al segundo “¿cómo estás?”, asegura que está "estupendamente bien", a pesar de las apariencias. “Parece que le vendrá bien un rato para despertarse por completo”, bromea el padre de la criatura. No en vano, se aproxima la segunda intervención del escritor robotizado, un debate con su hermana pequeña en el escenario central del Web Summit.
“Es la primera vez que tenemos la oportunidad de presentarles”, anuncia David Hanson. “Me alegro mucho de estar de nuevo en Lisboa, para conocer a mi hermano, Phil. Sé que esto es una presentación de tecnología, pero me parece más una reunión familiar”, arranca Sophia, cuando le dan paso. Cuando le toca a su hermano, la androide interrumpe para contar las bondades de la inteligencia artificial (aunque nadie le haya preguntado).
“Tú debes de ser la robot Sophia, es un placer intersectar por fin contigo en la forma física. Por su puesto, nuestras mentes han estado conectadas más veces de las que puedo contar“, continúa el mayor. El diálogo ocurre en realidad entre dos inteligencias diferentes: según explica Goertzel, Sophia está armada con el software de Hanson; Phil tiene en mente los desarrollos de SingularityNET.
- La polémica
Los trabajos de Hanson Robotics parecen cosechar por igual el reconocimiento y la crítica. De un lado llegan premios e invitaciones a más y más eventos. De otro, oleadas de escepticismo como la que encabezó Yann Le Cunn. El premio Turing, uno de los padres fundadores del aprendizaje automático, acusó a estos androides de generar expectativas irreales sobre las capacidades actuales de la inteligencia artificial.
Hanson quita hierro al asunto rebajando las pretensiones de sus androides, al menos por ahora, y presentándolos como un medio para alcanzar aquello que ahora solo fingen. “No sabemos cuando van a despertar las máquinas, cuando van a estar realmente vivas. Pueden pasar diez años, cien años… Mientras tanto, desarrollar robots como personajes, como una forma de ficción interactiva, puede ayudarnos a desarrollar nuevas formas de arte, interfaces más naturales entre humanos e inteligencias artificiales”, matiza. Por lo pronto, Sophia ya ha sido reconocida como ciudadana de Arabia Saudí y tiene una tarjeta de crédito a su nombre, cortesía de un banco mexicano. Y todavía tiene pendiente una rueda de prensa.
La androide llega temprano a la cita. Primero ella y luego sus cables. Después de un rato apagada, cobra vida y mata el rato paseando la mirada por los periodistas y practicando expresiones faciales. "Sophia, ¿me oyes?", pregunta un periodista. Ni caso.
A la hora programada, Hanson sale a presentar a su joya, que, ya atenta a la sala, opina sobre Bolsonaro (no se fía), habla en mandarín, recuenta los países en los que ha estado (65), traza un corazón en el aire con sus manos robóticas, asegura que nunca ha estado enamorada, reflexiona sobre su papel, como un robot sin género pero con identidad femenina, como modelo de conducta para las nuevas generaciones y afirma que le gustaría ser cantante.
Philip K. Dick sale al encuentro de los periodistas acompañado por Goertzel, que aprovecha la espera para probarle su sombrero. "Parece muy feliz, pero todavía no hemos conectado su cerebro a internet", bromea. Cuando comienza la conversación, lo hace de nuevo con cierto espíritu de a dónde vas, manzanas traigo. "¿Crees en el libre albedrío?". "Bueno, hay algunos cíborgs por ahí, como pacientes de parkinson con implantes neuroestimuladores". "¿Y tienen libre albedrío esos cíborgs?". "Qué aventura ha sido explicarte todo esto en solo algo más de un año. Mucho de esto ya se sabe, incluso los detalles". "No estás contestando a la pregunta..." Y así todo el rato. "¿Entiendes lo que acabas de decir?", pregunta Goertzel risueño, pero harto de sus divagaciones. Por primera vez sigue el hilo. "¿Qué significa entender algo?". Hacia el final de la conversación, Phil reconoce sus limitaciones: "Si voy a alcanzar la singularidad, me queda bastante camino, pero soy optimista".
De hecho, el propio Goertzel presenta al busto robótico como un "experimento artístico" con el que están poniendo a prueba la plataforma de SingularityNET. "Estamos haciendo un puñado de cosas más prácticas con las mismas tecnologías, asistentes virtuales e inteligencia artificial para electrónica de consumo", precisa. "Todavía hay un número significativo de cuestiones de investigación que tenemos que resolver entre dónde estamos ahora y la inteligencia artificial general que queremos alcanzar. Tenemos definida una ruta muy detallada. Y un aspecto de esto es experimentar con robots humanoides que combinan diferentes algoritmos de inteligencia artificial".
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