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Firma invitada

Así sufrí las leyes (sociales) del dios algoritmo

Un algoritmo es un demiurgo que todo lo sabe, que nos vigila y controla, temido por cuantos tenemos una cuenta en redes sociales porque sabemos que todo lo que miramos o comentamos podrá ser utilizado en nuestra contra.

Cartel con la famosa frase de '1984'
Cartel con la famosa frase de '1984'Getty Images

En los tiempos que corren pesa más un algoritmo que la fórmula de la Coca-Cola. Un algoritmo es, en términos teóricos, un conjunto de operaciones que sirven para solucionar un problema. En la práctica es un demiurgo que todo lo sabe, que nos vigila y controla, temido por cuantos tenemos una cuenta en redes sociales porque sabemos que todo lo que miramos, comentamos y vitoreamos podrá ser utilizado en nuestra contra.

Incluso lo que pensamos. Si bien esto último no deja de ser por el momento una afirmación conspiranoica, seguro que en más de una ocasión lo habrán comentado con allegados. Lo pensamos y de repente aparece en Facebook o Instagram, en forma de anuncio o de contacto sugerido. Y ahí es cuando nos entra el remordimiento de haber tenido ese pensamiento, y recordamos a Orwell, su 1984 y que en cualquier momento pagaremos por el crimental perpetrado. El Algoritmo nos ha descubierto. Si buscan una explicación menos distópica pueden ir al artículo de Sergio C. Fanjul; no se preocupen, ya nos enteraremos. 

El caso es que seguro que en alguna ocasión han sido víctimas de este continuo examen al que estamos abocados. Están ojeando plácidamente el feed de Instagram y a la que menos se lo esperan les han colado seis anuncios. De algunos ni se habrán percatado pero ahí están, filtrándose poco a poco en su subconsciente a través de las retinas; infiltrándose en sus vidas y en sus doctrinas.

Tomé consciencia de hasta qué punto estaba calando este hostigamiento al que nos someten las redes sociales con su publicidad cuando cumplí los 35. No se si sabrán que es la edad en que, en términos generales, la reserva ovárica empieza a caer en picado. ¿Por qué los 35 y no los 28 o los 39? Caprichos de la naturaleza. Sea como fuere es cuando empiezan a saltar las alarmas de que algo no va bien, de que vas de capa caída, sigues sin reproducirte y encima, tan campante. Es el momento de activar los dispositivos de emergencia.

Si años antes había vivido un acoso atroz como tantos otros miles de mujeres por la marca Clearblue y sus test de embarazo que juro jamás compraré, en mi declive de fertilidad pasados los 35 la pesadilla aumenta hasta puntos que no pueden ni imaginar. En cuestión de dos o tres días, puedo recibir más de 30 anuncios relacionados con la maternidad como hembra reproductora que se me considera.

Tales anuncios primero abordaron el tema desde la posibilidad de la infertilidad, porque a mi edad y sin hijos algo debe de fallar. “¿Sabían que alrededor del 15% de las parejas en edad reproductiva padecen condiciones que afectan a su fertilidad?“ Lo supe por uno de esos anuncios de una clínica dedicada a “ayudarnos”. Otra me vendió “Un bebé como siempre había imaginado” a la vez que su directora de la unidad de criobiología me decía “que has decidido dar el paso justo en el momento oportuno”. Y tanto que lo era, di el paso y denuncié el anuncio como inapropiado. 

Después vino aquel de vence tu miedo al parto, por si en vez de infértil era una cobarde. Que si bien lo soy, el Algoritmo debió de creer que por fin lo había superado, porque pasé a ser una embarazada virtual. ¿Niña o niño? (ecografías en 5D), ¿Embarazada, con ganas de seguir estando en forma pero sin tiempo para ir al gimnasio? (programa de fitness), conoce a tu bebé antes de que nazca (escáner casero por si no puedes esperarte a ir al médico para ver la ecografía en 5D y Dolby Surround).

Y parece que llegó el gran día, dado que empezaron los anuncios de cámaras vigilabebés, yoga with baby, hidroterapia para estimulación temprana, potitos, minicunas que se transforman en cinco etapas para utilizarlas por más tiempo, seguros médicos familiares, gadgets para mejorar las habilidades motoras, un año de guardería gratis por cortesía de una pomada y ropa barata, que ya se sabe: los niños crecen muy rápido.

Por otro lado, me ofrecen un milagroso sujetador Instant Lift-Up y una cirugía de abdomen a buen precio para reparar los daños colaterales de la reproducción. Porque a estas alturas queda claro que, además de ser madres, tenemos que ser tías buenas; cosa que aunque en absoluto es incompatible tampoco debería ser una sugerencia social.

Ahora es cuando la voz experta nos dice: “Si te sale es porque figura entre tus intereses”. Por un lado les diré que suelo ocultar estos anuncios y marcarlos como “poco relevantes”; por otro, llegado este punto y siguiendo con intimidades varias, les confieso que mis ganas de ser madre son nulas en este preciso instante, que me crean aversión las risas enlatadas de bebés y que con mis cincuenta y tres kilos dudo que esté en disposición de quitarme exceso de grasa abdominal. Aun así, me resisto a creer que el Dios Algoritmo falla el disparo.  

Parece que en estas cuestiones no importan tanto nuestros intereses o si tenemos otros gustos o proyectos de vida, porque si somos mujeres y tenemos la edad, somos blanco de este tipo de anuncios invasivos y acometedores; así nos llegan a diario mensajes publicitarios que sutilmente van estableciendo unos patrones de conducta, infundiendo unos dogmas sociales y definiendo el camino a seguir. 

El caso del perfil masculino en cambio corre mejor suerte. La prueba es tan sencilla como hacerse otra cuenta con las mismas características, edad, seguir a la misma gente y mostrar los mismos intereses pero figurando como hombre. Pasen y disfruten de sugerencias de viajes, carteras de diseño, y gadgets techies varios. 

Sandra Martorell es profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya

 

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