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De olímpica a estrella televisiva: esta es la tecnología de Ona Carbonell

La nadadora olímpica, ganadora de Masterchef Celebrity, entrena con auriculares subacuáticos, elige la música con Shazam y se prohíbe el móvil durante los descansos

Cordon Press

Desde los 14 años, Ona Carbonell (Barcelona, 1990) forma parte del equipo nacional de natación sincronizada. Ha ganado 92 medallas a lo largo de su vida profesional, consiguiendo la plata en los JJ OO de Londres 2012. Esta semana ha sido protagonista por partida doble, al ganar el premio Supernenas de Cartoon Network, por su afán de superación, de trabajo en equipo y de constancia, y la tercera edición de Masterchef Celebrity, por su pericia en los fogones.

Lo primero que destaca Ona Carbonell es el avance en la biomecánica, con grabaciones fuera y dentro del agua que consiguen aportar datos imprescindibles para mejorar los tiempos y coordinar de forma milimétrica todos los movimientos. Las nadadoras son monitorizadas con un avanzado sistema de procesamiento de imágenes a través de una cámara que graba los movimientos, la velocidad, las turbulencias del cuerpo… “Ten en cuenta que estamos cabeza abajo, con humedad, con música, con poca visión –porque cuando compites lo haces sin gafas–, sincronizándote con la compañera… Nuestro día a día consiste en ‘prueba – error’ y cabeza abajo es muy difícil saber si estás pasada, si estás corta, si estás recta… Nuestra entrenadora nos corrige, pero con estas grabaciones podemos vernos unas a las otras al mismo tiempo en una pantalla”.

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Como si fuera el espejo en una clase de ballet, a través de la pantalla se corrigen posturas y errores, con la posibilidad añadida de emitir las imágenes a cámara lenta. “Un programa te señala exactamente en qué segundo has cometido el error. Hace años estos avances no existían en la natación sincronizada y era mucho más difícil poder mejorar. En los Juegos Olímpicos ahora usan una cámara japonesa que es espectacular”. Desde Londres 2012, donde ganó la plata olímpica (“lo más grande que he vivido como deportista”) la Twin-cam es capaz de ofrecer en una única imagen a las nadadoras dentro y fuera del agua, al igual que una cámara 3D, pero con dos objetivos, uno acuático y otro, en superficie, que luego la cámara fusiona y emite como una única imagen.

“Sin los altavoces subacuáticos no hubiéramos podido practicar nuestro deporte”, confiesa la nadadora, que escucha los temas para sus coreografías tanto dentro (los pequeños altavoces que se sumergen en la piscina) como fuera del agua (con un equipo de sonido portátil). “Con los altavoces subacuáticos la música se oye incluso mejor que desde fuera. Si la piscina no tuviese altavoces, usamos unos auriculares subacuáticos que nos proporciona la Federación, que se colocan sobre el gorro y que sólo se usan durante los entrenamientos”. De esta manera, la entrenadora se sincroniza con las nadadoras, es capaz de marcar el minuto exacto de la canción y de darles correcciones más precisas.

La música es un elemento básico en la natación sincronizada. “Es mucho más motivacional escuchar a Rihanna, por ejemplo. Tienes que expresar con la música. Toda la coreografía parte de una canción. Si escoges Queen, el bañador y la coreografía se van a inspirar en Queen”. Dice usar Spotify y, en el coche, cedés que graba con sus canciones favoritas, algunas de ellas descubiertas gracias a Shazam: “La aplicación se ha hecho imprescindible. No hay nada peor que escuchar una canción ideal para una coreografía y no saber cuál es”.

Con rutinas de hasta ocho horas diarias, poco tiempo reconoce tener Ona Carbonell para hacerle caso al móvil. Es más, nos revela una norma inamovible, que les sugirió la entrenadora y que sigue a rajatabla con sus compañeras. “Ya que nos pasamos todo el día juntas, no tenía mucho sentido que a la hora de los descansos nos pusiéramos cada una a mirar el móvil, así que decidimos que en el desayuno, la comida y la cena estaban prohibidos, así como una hora antes y una hora después del entrenamiento”. En lo personal reconoce que le ha venido fenomenal el rechazo de su pareja a la tecnología: “Mi novio no tiene WhatsApp ni redes sociales. Está tan harto que si le pido que me haga una foto me dice que no”.

Sin embargo, la morriña es la morriña, y como pasa buena parte de su vida viajando y compitiendo en el extranjero agradece cualquier vía de comunicación con la familia. “Sobre todo, en las que pueda verles la cara, bien por Skype o por Facetime. En mi penúltimo Mundial, el de Kazán en Rusia en 2015, tenía la semifinal por la mañana y la final por la tarde y estaba muy nerviosa. El hecho de poder ver a mis padres a través de Facetime y que me pudieran tranquilizar, hizo que recobrase la seguridad en mí misma”.

Contactar con sus seguidores a través de las redes sociales también es algo que le reconforta. “Antes era imposible acercarte a determinadas personas, ahora con Twitter (60.500 seguidores) o Instagram (172.000) es mucho más fácil. Muchas niñas me escriben para preguntarme cómo se llama el aparato con el que hago los empeines o qué como antes de competir. Cuando empecé no tuve esa accesibilidad con mis referentes deportivos. Me pasó con la francesa Virginie Dedieu. A través de lnstagram nos hicimos compañeras y luego se convirtió en mi entrenadora durante mucho tiempo, en una amiga”. También actualiza su propia web (OnaCarbonell90.com), un espacio que le sirve, sobre todo, “para estar al día”.

Reconoce Ona Carbonell que el día que deje de competir se ve diseñando. “Me gusta lo futurista, del estilo de Isai Miyaki, pero también la moda más sencilla. El equilibrio entre ambas es lo que más me interesa”. Ha comenzado creando una colección de bañadores para Taymory de última generación, usando el tejido Softspeed, cuya clave se encuentra en su composición con elastano Lycra Xtra Life, un material que, a diferencia de los bañadores convencionales, lo hace más resistente a la vez que flexible y suave. “El tejido repele el agua, resiste a los aceites, las cremas, el salitre y el cloro. El bañador aunque esté mojado, no pesa. Es fino, dura mucho, se adapta al cuerpo y no hace arrugas. Es un bañador que yo uso ocho horas al día y que me puede durar dos años, algo increíble”. Flores, loros, nubes, peces, cupcakes… todos los dibujos los hace a mano. “El Photoshop se me da fatal. No me queda otra que pasar por el Illustrated, pero siempre que puedo me gusta más un lápiz o un carboncillo”.

Su otro gran reto este año, y que ha aumentado más si cabe su popularidad, ha sido participar en Masterchef Celebrity, y ganar sin saber nada de cocina, con tesón. “Para prepararme, lo primero que hice fue ver en Netflix todos los programas del documental Chef’s Table. También me ayudó la web de clases online de la Escuela Masterchef. Pero, sobre todo, seguí el consejo de Saúl Craviotto [el piragüista ganó la segunda edición de Masterchef Celebrity], que me dijo: ‘Vete a todos los restaurantes que puedas y el resto, lo estudias’. Recuerdo que pensé que qué significaba estudiar cocina. Luego me di cuenta de todo lo que abarca, técnicas, cortes, mil cosas…”.

Nadar, diseñar, cocinar… parece que Ona Carbonell pueda con todo. O, ¿hay algo que se le resista? “Podría decir que soy alérgica a la tecnología. Soy de esas personas que toca algo y no funciona y llega otro y lo arregla. Y algo en lo que no soy buena es con los videojuegos. Me di cuenta al intentar sacarme el carnet de conducir: no aprobé porque fallé la prueba de los mandos. Fui incapaz y me tuve que presentar por segunda vez”. De la evolución tecnológica le da miedo que se pierda “el componente humano”: “Me pasó viendo la serie Black Mirror, qué horror poder acabar así. El ser humano es único y no hay máquinas que nos puedan suplantar en muchos aspectos”. Por eso, si pudiera trasportarse a un mundo virtual no lo duda, lo haría con los suyos. “Un mundo que haga calor, que soy friolera; al aire libre, eso seguro, y acompañada de la gente que quiero”.

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