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Negocios

“En tres años habrá brazos mecánicos que te traerán cervezas de la nevera”

El inventor de la aspiradora Roomba empezó en el Pentágono ideando robots para desactivar minas. Ahora confía en que un aspirador controlará nuestros hogares

Carlos Luján

Colin Angle (Concord, EE UU, 1967) está de gira por Europa. Como la aspiradora Roomba, su principal invención, no deja un solo rincón del planeta por explorar vendiendo las bondades de un electrodoméstico que se ha convertido en el robot más popu­lar del planeta. Los datos: un millón de unidades en nuestro país y un 25 % de la cuota de mercado mundial. No está mal para este licenciado del MIT que empezó trabajando para el Pentágono creando robots que desactivaban minas antipersona allá por 1990.

Pero Angle está lejos de ser un simple vendedor. Al contra­rio, partiendo de la escuela hippie de Stewart Brand y su Whole Earth Catalogue, se esfuerza en comprender el mundo para ofre­cer herramientas con las que mejorarlo. Como otros discípulos de Brand (verbigracia, Steve Jobs), la clave de su pensamiento no está en crear un único producto, sino en pensar a lo grande, en sistemas, en la totalidad. Algo que nadie diría con su actitud informal (camisa negra, tejanos, zapatillas de running) y su ver­bo calmado. Por eso, cuando habla de aspiradores, en realidad piensa en hogares. Ahora, Angle aspira —nunca mejor dicho— a mapear nuestro hogar y, con ello, que nuestra calidad de vida mejore sustancialmente. O lo que es lo mismo, está convencido de que el mundo descrito por Isaac Asimov y otros genios de la ciencia ficción está mucho más cerca de lo que creemos.

¿Qué ve Colin Angle cuando entra en su casa?

Hemos hecho un pacto entre los seres humanos y nuestro entor­no, y a eso le llamamos casa. Pero necesitamos comprender ese espacio, porque no podemos tener inteligencia sin la compren­sión del entorno. Yo entiendo la casa como un sistema, con sus sensores y sus activadores, con sus cámaras, sus termostatos, sus robots. Solo entendiendo el hogar como un sistema en el que podemos hacer la vida de las personas más placentera.

¿Llegó a pensar alguna vez que Roomba sería un icono pop del siglo XXI?

No [risas]. Hay tantas oportunidades para los robots que nun­ca creí que algo tan modesto llegaría a ser tan popular. Cuando hacemos encuestas entre nuestros clientes y descubrimos que el 90 % le ponen nombre a su Roomba, no damos crédito. Los robots pueden hacer tantas cosas… Esto es solo el principio.

Carlos Luján

¿Cuáles son esas posibilidades? La gente le pide que diseñe nuevos robots dependiendo del momento y del lugar. Y ya que estamos en Madrid… ¿veremos un robot cortador de jamón?

Todos tenemos una tarea fastidiosa que nos gustaría que hiciera un robot. Te diré que mucha gente me pide que desarrollemos un robot que planche y doble la ropa. Es difícil, pero no imposible. En dos o tres años, sin embargo, ya habrá brazos mecánicos que puedan ir a la nevera y traernos una cerveza.

Llevamos años hablando de la casa inteligente. Sin embargo, usted está convencido de que solo la alcanzaremos a través de Roomba. ¿Nos lo explica?

Así es, porque es un robot que entiende el espacio. Hay muchos aparatos que prometen ayudar al hogar inteligente: televisores, calefacciones, luces… Cada uno de ellos tiene una app que los controla. Acabas con un total de 20 aplicaciones… Son dema­siadas. La gente está abrumada por la complejidad. Llevamos demasiado tiempo hablando de casas inteligentes y se ha gene­rado una cierta frustración. Lo que necesitamos es que el hogar haga lo correcto, que el sistema funcione y lo haga de manera natural, sin que tengamos que sacar nuestro móvil del bolsillo. El ingrediente secreto es comprender dónde están las cosas. Esto es a lo que puede ayudar Roomba. Nosotros estamos en el centro porque lo entendemos. Alexa o el Google Assistant son buenas interfaces de voz, pero no son lo que necesitamos. La inteligencia artificial es muy poderosa. Funciona muy bien en el mundo digital, puede razonar. Cuando yo le digo a Alexa: “Ve a la cocina y tráeme una cerveza”, Alexa lo entiende, pero no sabe lo que es una cocina. Alexa necesita saber qué es una cocina, qué es un dormitorio. Esta organización de la información espacial es lo que falta para convertir los hogares en inteligentes

Cuando vi al robot MSE-6 de La Guerra de las Galaxias me emocioné mucho y grité: ‘¡podemos crear eso!’. Fue una epifanía”

Suena a ciencia ficción… ¿está diciendo que desde un aspirador podremos controlar todo?

Todo es una palabra muy exagerada. ¿Podemos tener un siste­ma que controle la casa? Sí. ¿Podemos hacerlo todo? No. Pero si yo entiendo cómo son las habitaciones, si la casa sabe dónde he dejado mi teléfono, cuándo debe encender y apagar las luces o la calefacción, en qué habitación paso más tiempo… pues ya son grandes avances. La primera generación de aparatos inte­ligentes se ha conectado a Internet con eso que se ha llamado el Internet de las Cosas, pero creo que eso no es lo que quie­re la gente, porque es demasiado complicado. Roomba es un producto complejísimo, pero la tecnología es invisible para el cliente. Él solo ve un botón que dice “limpia”. Esa debería ser la meta para el conjunto del hogar.

De alguna manera, usted conoce las casas de puertas para dentro, lo cual resulta bastante inquietante…

Tenemos un compromiso total con la privacidad. Vamos mucho más allá del GDPR [Reglamento General de Protección de Datos, en sus siglas en inglés]. Queremos que la gente confíe en noso­tros. Nunca venderemos tus datos porque no es nuestro modelo de negocio. Ahora bien, recopilar datos hace que funcionemos mejor, porque nos ayuda a comprender qué partes de tu casa se ensucian más y, por lo tanto, el robot necesita más batería para limpiarlas y debe acudir en primer lugar.

Uno tiene la impresión de que Roomba es una máquina endia­bladamente perfecta…

R. No lo es, aunque estamos muy orgullosos del resultado. El mode­lo perfecto sería el que nunca ves y nunca tocas, pero sabes que existe porque cuando vuelves a casa está limpia. El cliente no compra Roomba porque quiera un robot, sino porque quiere el suelo limpio. Eso es algo que nunca debemos olvidar.
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P. Todos tenemos un robot favorito en la ficción. ¿Cuál es el suyo?
R. Es de la película La guerra de las galaxias, el MSE-6, el droide de reparación (también llamado droide ratón). Cuando pienso en los robots tengo una visión muy pragmática. Mi trabajo es crear robots para ayudar a la gente. Por eso no me gusta C3PO: ¿para qué necesita ojos, piernas o brazos? ¡Con una buena memoria bastaría! Y R2D2 es prácticamente magia, porque lo puede hacer todo, lo que es imposible. Pero el MSE-6 es otra cosa. Aunque a primera vista no parezca muy atractivo, es simple y tiene una función clara: lo vemos en la Estrella de la Muerte, que es un lugar que desconocen los protagonistas, y para ir de un sitio a otro tienen que seguirlo. El que lo inventó entendió que un robot no necesita tener piernas para ser útil. Cuando lo vi me emocioné mucho, salté en la butaca y grité: “¡Podemos crear eso!”. Fue una epifanía. Era muy joven, pero ya ves que era un poco rarito.
P. Internet está lleno de gifs y vídeos de gatos interactuando con su invención: ¿es Roomba el mejor amigo del minino?
R. ¡No solo de gatos! Cuando empezamos no teníamos dinero para publicidad. Sin embargo, la gente empezó a colgar en las redes vídeos de todo tipo de animales encima de Roomba. Fue una campaña publicitaria que nunca habríamos podido pagar. Les estamos muy agradecidos porque, además, los dueños de mas­cotas son nuestros mejores clientes. Aunque no te lo creas, hay animales que ya son capaces de darle al botón de encendido.
P. Anteayer estuvo en Hamburgo, ayer en Londres, hoy en Madrid… ¿comprueba si usan Roomba en los hoteles en los que se aloja?
R. No, porque no suelen hacerlo. El tiempo medio que pasa una per­sona limpiando una habitación es de cinco minutos y luego suele pasar unos 40 segundos aspirándola… ¡Necesitarías 10 Roombas para obtener los mismos resultados! No sale a cuenta.

“La robótica cambiará la vida a jóvenes y ancianos”

Existe cierta inquietud en la sociedad ante la posi­bilidad de que los robots provoquen un desempleo masivo. ¿Puede tranquili­zarnos?

Con cada nueva tecnología des­aparecen trabajos y aparecen otros. Los robots cambiarán el mercado laboral de la misma manera que lo hicieron los lava­vajillas y los ordenadores. La sociedad está envejeciendo. No hay suficiente gente joven para cuidar a nuestros mayores. Así que mi manera de entender el impacto de los robots no es que nos puedan quitar el trabajo, sino que permitan a las perso­nas mayores ser autónomas por más tiempo. Necesitamos robots que les limpien las casas, necesitamos robots que nos lleven al hospital cuando nos encontramos mal sin necesidad de conducir. Necesitamos que la tecnología y las máquinas sean lo suficientemente inteligentes como para cuidar a los que viven en sus hogares. Si pudiéramos hacer que la gente anciana fuera independiente durante un año… sería maravilloso.

Hasta ahora hemos habla­do de puertas para adentro, ¿qué ocurrirá de puertas para afuera? ¿Qué robots nos cambiarán la vida?

La revolución más inmediata tendrá que ver con la movilidad. El 30 % de los milenials no tienen carnet de conducir y no lo quieren. El mundo está cam­biando muy rápido y los robots son parte de eso.

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