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Ullate: “La música es mi trabajo: siempre voy con mi altavoz”

Después de 30 años al frente de su compañía y cuatro décadas sobre los escenarios, el bailarín y coreógrafo Víctor Ullate abandona la danza. Pero no dice del todo adiós, la tecnología, con sus límites, le permitirá seguir conectado a ella

Víctor Ullate
Víctor Ullate Jacobo Medrano

Me voy a dedicar por completo a la Casa de la Danza”, dice Víctor Ullate (Zaragoza, 1947). Construir un lugar para que niños de centros de acogida o sin recursos aprendan a bailar ha sido su sueño desde hace años, y ahora lo ve más cerca: puede centrarse en buscar inversores. En septiembre, el bailarín y coreógrafo Víctor Ullate abandona la danza y su compañía, precisamente, el año en que celebra el 30 aniversario de su fundación. No se atreve a decir que es una despedida, lo llama “un descanso”.

Es “el cierre de una etapa” y el principio de otra que no le da vértigo. La Casa de la Danza será su prioridad, pero no su única actividad.“Una de las razones por las que decidí irme es para ser más consciente de mi tiempo. Dejo la compañía en manos de Lucía Lacarra [una de sus alumnas más admiradas] y podré dedicarme más a mis hobbies”, explica. “Soy una persona que se motiva de muchas maneras. Ahora tendré tiempo para pintar, para leer…”, enumera Ullate, formado con Maurice Béjart y maestro él mismo de grandes bailarines: María Giménez, Tamara Rojo, Igor Yebra…

Con la música se relaja y también trabaja. Depende del momento puedes encontrarle escuchando Philip Glass o Mozart. “Es un gozo poder llevar tu música siempre contigo y, además, escucharla en condiciones”, dice Ullate. Por eso, el bailarín no tiene un altavoz portátil, sino varios. Todos Bose. “Tengo uno chiquitito para viajar, uno más grande para la piscina… El que más uso es el pequeño [Bose Soundlink Mini, en la foto], con el que viajo siempre, porque funciona con batería o enchufado”.
Con la música se relaja y también trabaja. Depende del momento puedes encontrarle escuchando Philip Glass o Mozart. “Es un gozo poder llevar tu música siempre contigo y, además, escucharla en condiciones”, dice Ullate. Por eso, el bailarín no tiene un altavoz portátil, sino varios. Todos Bose. “Tengo uno chiquitito para viajar, uno más grande para la piscina… El que más uso es el pequeño [Bose Soundlink Mini, en la foto], con el que viajo siempre, porque funciona con batería o enchufado”.

Entre las primeras cosas que hará será comprar una aguja para su antiguo tocadiscos. “Tengo vinilos para parar un tren”, se ríe. Ahora tendrá tiempo de ponerse un disco y sentarse a disfrutarlo, quizá hasta sustituya por un rato el gadget que más le acompaña. “Mi altavoz Bose”, dice. “Va conmigo siempre, en cada gira, para oír mi música. La música forma parte de mí, es mi trabajo. Es la ilusión, la inspiración…”.

También aprovechará para desconectar, sin perder la conexión. “Las redes sociales son muy interesantes, yo tengo mi Instagram y es bonito poder contactar con amigos, saber qué hacen, dónde están bailando”, dice. “Pero estamos llegando a un momento en el que se está perdiendo la relación humana. Hay gente ahora que no tiene conversación si le quitas el móvil. Como todo, tiene sus ventajas y sus desventajas. Tienes que desconectarte, no puedes vivir pendiente del móvil. Es lo que intento, que el móvil no me coma”.

Ullate no se define como tecnológico, pero admite que maneja “muy bien” el teléfono y el iPad. Dos aparatos que han cambiado la danza tal y como él la conoció cuando empezó en los años 70 y triunfó en los 80. “Antiguamente había un escrito para guardar las coreografías. Pero muy poquita gente conoce esta forma de escribir. Era muy complejo. Ahora, sin embargo, gracias a los móviles o los iPads es facilísimo. Por ejemplo, si creo un trocito de Carmen, mis colaboradores me graban los movimientos, luego lo ves y vas modificando. Las cintas se estropeaban o se perdían, pero ahora lo tienes todo en el móvil, en la nube; es fantástico”.

Premio Nacional de Danza, Víctor Ullate no dice adiós, pero se despide junto al actual director de la compañía y su pareja, Eduardo Lao, con un espectáculo llamado 30 años en danza (Teatros del Canal) que recopila “los mejores momentos” de las coreografías de estas tres décadas. “Ahí pasaremos el testigo a Lucía”, dice. “Va a ser muy emotivo, una oportunidad de que el público, sobre todo el joven, conozca mi legado. Uno de esos momentos para olvidarse de los teléfonos —se ríe—. Porque ir al teatro es poder soñar despierto”. Un sueño al que no dice adiós del todo.

Las redes sociales son muy interesantes, pero estamos llegando a un momento en el que se está perdiendo la relación humana. No puedes vivir pendiente del móvil, yo intento que no me coma”.

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