No pierdas el tiempo: juega
Como decían en Tron (la buena, la de 1982), “parecía tan fácil al otro lado de la pantalla”...
/ -¿Esto es un juego o es real?
-¿Cuál es la diferencia?
(Juegos de Guerra, 1983)
A veces, los videojuegos nos dan la oportunidad de convertirnos en grandes héroes y salvar al mundo. Nos ponen cachas como Duke Nukem o Gordon Freeman; sexys y habilidosos como Lara Croft; con el pelazo de Nathan Drake o Jaina o con un aspecto tan cool como Ezio Auditore.
Y, sin embargo, la vida suele ser más como el Comecocos: eternamente insatisfechos y sin demasiado atractivo físico; atrapados en un interminable laberinto circular e inmersos en una vida que se reduce a avanzar y avanzar engullendo bolitas, obligados a no parar y a no mirar atrás si no queremos vernos devorados por nuestros fantasmas.
Es verdad, la vida del Pac Man no siempre es tan dura. A veces, alguna de esas bolitas nos permite, por un rato, ver la vida de otro color y entonces, incluso, nos atrevemos a ir al encuentro de nuestros fantasmas y ser nosotros quienes los devoremos.
Pero esta victoria es la ficción dentro de la ficción. Los fantasmas siempre regresan a ese cuarto secreto en el que nunca lograremos entrar y del que ellos saldrán redivivos para volver a perseguirnos. Una y otra vez. Como decían en Tron (la buena, la de 1982), “parecía tan fácil al otro lado de la pantalla”...
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