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Repsol

Plástico hecho con el CO2 del aire

Imaginar el agua que cabe en una piscina olímpica es un ejercicio razonable. Imaginar el agua que cabe en 14,4 millones de piscinas, desborda la mente. Sin embargo esa es la cantidad de dióxido de carbono (CO2) que vertió a la atmósfera la actividad humana en 2017. Los efectos de estas emisiones, que subieron un 2% el año pasado, son devastadores. Aumento de la temperatura global, deshielo de los polos, inestabilidad climática, problemas de salud pública y riesgo de degradación del alimento, según lista la OMS.

Por ello, las estrategias para eliminar o reutilizar este CO2son claves. Hay tres métodos para evitar el problema del CO2atmosférico: emitir menos; capturarlo y almacenarlo o capturarlo y reutilizarlo, rompiendo el CO2y haciéndolo reaccionar con otros productos.

Jaime Martín Juez. Director Corporativo de Tecnología y New Ventures de Repsol. Doctor en Ingeniería Industrial, Física y máster en Ingeniería Medioambiental.  Madrid, 1971.
Jaime Martín Juez. Director Corporativo de Tecnología y New Ventures de Repsol. Doctor en Ingeniería Industrial, Física y máster en Ingeniería Medioambiental. Madrid, 1971.

Después de tres años, Repsol, en colaboración con una serie de socios industriales y académicos que la compañía prefiere no desvelar, está obteniendo éxitos por esta tercera vía. Los responsables se llaman polioles y termoplásticos, que se pueden utilizar como envases, adhesivos, espumas para la industria del automóvil o productos de reciclado que integran el CO2. “Ya hemos alcanzado, en algunos casos, porcentajes de introducción del 43 %”, explica Jaime Martín Juez, director corporativo de tecnología y New Ventures de Repsol. “Tenemos varios productos muy prometedores”.

No se trata, además, de obtener productos con las mismas características que un plástico convencional. La adición del CO a estos plásticos provoca cualidades como la capacidad de pegarse a temperatura ambiente sin necesidad de aditivos, mejoras en la resistencia o en su biodegradabilidad. Amén del beneficio principal, minimizar el impacto de este gas sobre el medio ambiente. Según la compañía, gracias a estos nuevos productos la huella de carbono se reduce, como mínimo, en un 9,5 %. Globalmente, la reutilización del CO2tendrá una cuota de entre el 5 y el 10 % en los objetivos de emisiones fijados para 2050 por la ONU.

El reto tecnológico tras la integración del CO2en estos compuestos orgánicos es la estabilidad de esta molécula. El enlace covalente entre carbono y oxígeno es difícil de romper, por lo que la opción de integrarlo en otra cadena orgánica es más viable que el gasto energético que supone quebrarlo. El proceso de rotura y pegado se hace con catalizadores diseñados a medida que reducen la energía necesaria para debilitar los enlaces del CO y para la formación de los nuevos enlaces a los que puede adosarse el CO2. “El problema surge de la estabilidad. El dióxido de carbono es tan estable que, incluso integrándolo en otro compuesto, a determinada temperatura intenta liberarse, descomponiendo el producto y liberando de nuevo CO2. Pero lo hemos conseguido estabilizar a temperatura ambiente e incluso superior”, apunta.

El desarrollo de estos plásticos que contienen CO2forma parte de un paradigma mayor no solo tecnológico, sino social: la economía circular. Se trata de lograr que los procesos productivos de todos los sectores se interconecten, de manera que los desechos de unos se conviertan en materias primas de otros. Es uno de los puntales a futuro definidos por la Comisión Europea, que ha fijado ambiciosos objetivos. Por ejemplo, propone que en 2030 todos los envases plásticos deberán ser reciclables.

Martín afirma que toda la actividad empresarial de Repsol está enfocada en “cerrar este loop”, es decir, dejar de alimentar una actividad industrial que produce residuos no reciclables: “Tenemos catálogos de iniciativas concretas que ejecutamos anualmente. Tanto en lo que atañe a procesos B2C [estrategias para llegar al cliente final] como a los vectores medioambientales: aguas, gases, residuos… Pero esto se amplía con una estrategia general para que todo sea reutilizable. Por ejemplo, intentamos obtener combustibles a través de residuos o producir aceite de pirólisis usando plásticos. Es una línea muy interesante que ya tiene resultados concretos. En conjunto, nuestro gran objetivo es ser una compañía de emisión cero. Y en no mucho tiempo”.

En una entrevista concedida a la web de RETINA, Carlos Moedas, comisario europeo para la ciencia, la investigación y la innovación, declaraba que los valores de Europa de defensa del medioambiente resultarían claves en este nuevo paradigma de la economía circular y el desarrollo sostenible que lleva ligado. E indicaba que el papel que jugaría España en la innovación, que implica encontrar estos procesos, sería grande porque los datos muestran que supera a países como Francia y Alemania en innovación. La Comisión Europea ha detectado que en mecanismos como las ayudas a pymes con proyectos de innovación, España está a la cabeza de los beneficiarios por la calidad de lo presentado.

Martín cree que la paradoja entre la imagen que tiene España de sí misma como poco innovadora y estos resultados surge de la necesidad. “En Repsol llevamos observando un crecimiento brutal en el hambre, calidad y profundidad de los proyectos que se presentan a concurso en nuestra fundación”, asevera el directivo. “Y creo, a nivel personal, que hay una explicación clara. Al no existir una estructura que conecte bien la empresa con lo académico, los emprendedores españoles saltan sin paracaídas a innovar. En Francia o Alemania sí hay redes de ayuda e instituciones para el estudiante, y las ganas por emprender se reducen”.

Y hay otro aspecto clave que Martín cree que España y sus empresas tienen como baza para destacar en el panorama mundial ingenieril. “La gente quiere volver. Es una reflexión de brocha gorda, pero también algo que la experiencia me ratifica en Nueva York, Singapur o Berlín. Hace poco hablábamos con una española con un carrerón en una gran farmacéutica. Alemania le había dado esa oportunidad con la que estaba ganando mucho dinero. Pero al preguntarle por lo bien que le había ido allí había ese ‘Sí, pero…”

En ese “Sí, pero…” se entreabre una puerta a la esperanza de la transformación económica de España y su posible liderazgo tecnológico en Europa. “Los españoles desean retornar y transmitir lo que han aprendido. Para que sus hijos tengan mejores oportunidades en España de las que tuvieron ellos. Las grandes empresas tenemos la responsabilidad de recuperar este talento. No es fácil, pero lo vamos consiguiendo”, remata Martín.

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