El pixelado es la pantalla con visillos
El puritanismo desbordado es una eficaz medida de vigilancia: no se queda en el cuidado escrupuloso por pixelar lo que se dicta como escandaloso, sino en encontrar justificación para vigilar y denunciar al infractor, avisa este catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid
El píxel es la tesela electrónica con la que componemos hoy las imágenes de nuestro mundo digital, es el cuanto (quantum) de nuestra percepción visual mediada por una pantalla. El mundo digital es un mundo discreto, aunque lo percibamos como continuo. Así que podemos alterar con facilidad algunas de las piezas del mosaico y retocar de ese modo la imagen que componen.
El pixelado es el visillo de la pantalla con el que se intenta resguardar de la mirada la imagen que vela. La imagen está ahí detrás, insinuada, pero sin dejar que se muestre plena. La pantalla pixelada, como la ventana con visillos, marca más la división de los espacios que quedan a uno y otro lado. Hay tras el velo una información que no te pertenece y que quien habita ese lado administra (corre o descorre el visillo).
Con el pixelado se invierte la sensación que de principio nos provoca la pantalla de estar nosotros dentro y asomarnos afuera, a un mundo exterior, al mundo digital. La pantalla con visillo cambia esta impresión y nos hace sentir que somos nosotros los que estamos fuera, ajenos a algo que está dentro, tras la cortina. Alguien deja solo traslucir lo que guarda dentro.
Con el pixelado se invierte la sensación que de principio nos provoca la pantalla de estar nosotros dentro y asomarnos afuera, a un mundo exterior, al mundo digital.
Pero hay otro efecto en nuestro ánimo: que nos estén observando tras el visillo. Es un temor, creo que universal, y que alimenta pesadillas, de sentirse que nos están observando detrás de la cortina de una ventana. Se siente así una cierta indefensión, pues esa posible persona que vigila tiene más información de nosotros que la que tenemos nosotros de ella. Por tanto, el velo en la ventana, el pixelado en la pantalla, no solo dificulta mirar lo que hay dentro, sino que despierta el recelo de que nos observan.
El pixelado, como visillo, es solo una metáfora para la vida en digital que comenzamos a vivir. El poder que vigila resulta inquietante y fuente de muchas distopías contemporáneas. Naturalmente, no lo hace tras una pantalla entreverada, pero el afán actual de pixelar es síntoma de una acción mucho mayor y trascendente.
El puritanismo desbordado es una eficaz medida de vigilancia, pues no se queda en el cuidado escrupuloso por pixelar lo que se dicta como escandaloso, sino en encontrar justificación para vigilar y denunciar al infractor. Y esta tarea de vigilancia capilar no se consigue desde atalayas, sino entre visillos, es decir, por los propios ciudadanos en su entorno, atentos al comportamiento del vecino.
Esta observancia estricta propia de cualquier manifestación del puritanismo (y hoy hay muchas formas de presentarse) justifica la delación, pues en toda desviación se ve amenaza. El puritanismo es refugio en tiempos de confusión, ya que la intransigencia reconforta.
La sociedad en red multiplica la proximidad que hasta ahora proporcionaban los lugares. El corrillo en la plaza digital de las redes es un fenómeno reciente de proximidad y de fluir la información entre los que se reúnen en ese espacio sin lugares que es la Red. Como son corrillos, y no círculos, la información puede saltar fuera de su ámbito o ser «escuchada» por quienes solo se acercan y están de paso. Así que la vigilancia se puede hacer, mucho mejor que desde el balcón de la plaza, por los de a pie… y el grito delator rompe el murmullo de las conversaciones de la plaza. Aquello que se pronunció para un corrillo se ha convertido en clamor.
En estos últimos artículos estamos comentando los miedos, bien enraizados en nosotros, sobre los que se fundan las historias de la serie Black Mirror, muy expresivas de la zozobra de ánimo por la que estamos pasando en este tiempo de cambio. En la titulada Arkangel, una madre opta por incorporar una tecnología que posibilita pixelar la visión natural —ya no solo la mediada por una pantalla, como a nosotros ahora— de su hija, con el fin protector de evitar que vea todo aquello que considera inadecuado para una niña. Pero a la vez esa protección le permite vigilar dónde está y qué hace en cualquier momento: los dos lados de la ventana, las dos funciones del visillo.
Antonio Rodríguez de las Heras es catedrático Universidad Carlos III de Madrid
La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexión, no es una predicción. Por él se mueven los alefitas, seres protéticos, en conexión continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracción del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
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